Por Andrew Sheng
En un artículo reciente, el economista Axel Leijonhufvud define el sistema de mercado como una red de contratos. Como éstos están interconectados, una suspensión de pagos puede desencadenar una avalancha de promesas incumplidas, “[con lo que sería] posible la destrucción de prácticamente toda la red de contratos oficiales y oficiosos que el sistema de mercado requiere para su funcionamiento”. El papel del Estado es el de proteger, hacer cumplir y regular dichos contratos y los derechos de propiedad conexos, además de intervenir para impedir el fallo sistémico.
Esa red de contratos, con frecuencia dada por sentada en la corriente principal de la economía, hasta el punto de que resulta casi invisible, encarna las normas oficiales y oficiosas inherentes al sistema de mercado que modela y constriñe el comportamiento individual y social. Constituyen el tejido de todas las instituciones humanas.
Los sistemas económicos avanzados tienen redes de contratos muy complejas, como, por ejemplo, los derivados financieros. En el caso de Europa –sostiene Leijonhufvud– eso entraña un planteamiento triple que se centra en “los niveles de apalancamiento”, “las disparidades de los vencimientos” y “la topología de la red”, es decir, “su conectividad y la presencia de nodos fundamentales ‘demasiados grandes para quebrar’ ”. Se debe a que “en la red de contratos han aparecido graves incoherencias”. La insistencia en que se cumplieran todos los contratos “causaría un desplome de grandes porciones de la red”, con “unas consecuencias económicas graves y otras políticas y sociales incalculables”.
En cambio, los mercados en ascenso como China tienen sistemas menos avanzados y con el tiempo van creando vínculos contractuales e institucionales más complejos, en particular mediante transacciones mundializadas. Conforme a la economía planificada de China, la mayoría de los contratos eran entre personas individuales y el Estado, mientras que sólo en los treinta últimos años han surgido o resurgido contratos más complejos. De hecho, la utilización generalizada de contratos de mercado con empresas de propiedad pública fue una importante adaptación reciente en el avance hacia una “economía socialista de mercado”.
Sin embargo, también se puede entender la red de contratos como complejos sistemas de mercado adaptativos, que comprenden también las relaciones estatales y familiares. Para entender la economía socialista de mercado de China, es esencial examinar sistemáticamente esas diferentes formas de contratos y sus estructuras institucionales.
Los contratos de familia y de parentesco, que rigen el matrimonio, la adopción, la cohabitación, la herencia, etcétera, constituyen la unidad básica de la sociedad humana. Dichos contratos son los más antiguos y siguen siendo el fundamento de las relaciones sociales en la China actual.
Los contratos de empresa sitúan a la persona jurídica orientada al beneficio en el centro de la transacción y obligan a todos sus participantes. Los contratos de empresa chinos han aumentado exponencialmente en los treinta últimos años, pero tienen características especiales que reflejan el papel primordial de las empresas chinas de propiedad estatal.
Los contratos de mercado entre productores y consumidores –o entre los propios productores de las cadenas de distribución– vinculan a personas individuales, familias, empresas, gobiernos y organizaciones públicas mediante los mercados local y mundial. En los últimos decenios, China ha empezado a practicar la moderna legislación de contratos y se ha adherido a la Organización Mundial del Comercio, con lo que se ha comprometido con las normas internacionales que rigen el comercio y la inversión.
Los contratos civiles no gubernamentales y sin ánimo de lucro vinculan a personas para la realización de actividades comunales, religiosas, sociales y políticas. Dichos contratos son aún relativamente nuevos y están desarrollándose en China.
Los contratos sociales creados por leyes constitucionales y administrativas determinan los poderes y las obligaciones del Estado y sus órganos constitutivos respecto de los individuos y el sector privado. Comprenden la autoridad para imponer impuestos y limitaciones a las personas y las entidades privadas mediante la legislación penal, administrativa y civil, además de la obligación del Estado de brindar bienes y servicios públicos. China ha fortalecido su Estado unitario con importantes innovaciones institucionales que han brindado crecimiento y prosperidad de renta media, pero sigue conservando la estructura administrativa básica de cinco niveles –el Gobierno central arriba y debajo los órganos de las provincias, las ciudades, las villas y los pueblos– que surgió por primera vez hace dos milenios.
Descifrar la estructura de la red de contratos es la clave para entender cómo actúa una economía, incluida su adaptación dinámica y no lineal a las fuerzas internas y externas. Siguiendo al físico Fritjof Capra, debemos considerar los organismos vivos, los sistemas sociales y los ecosistemas como un sistema adaptativo complejo, interconectado e interdependiente, lo que significa que no debemos ver la economía y la sociedad como jerarquías rígidas o mercados mecánicos, sino como redes y mallas de vida, en las que los contratos, ofíciales y oficiosos, cumplidos o violados, son la esencia de la actividad humana. El examen de los contratos debe ser similar al de la estructura celular y del ADN por parte de un biólogo.
China ha creado cuatro cadenas modernas de distribución que funcionan a escala mundial en las manufacturas, las infraestructuras, las finanzas y los servicios estatales, gracias a su compleja red de contratos en desarrollo y en aumento, pero, ¿cómo pudo China construir una base industrial moderna en un período relativamente corto a partir de sus tradicionales contratos patrimoniales familiares y sus arcaicas estructuras constitucionales?
Mediante la experimentación, la adaptación y la evolución, proceso denominado “cruzar el río buscando las piedras en que apoyarse”, China ha podido desarrollar una quinta cadena de orden superior de distribución de la formulación de decisiones políticas. Esa “estructura de gobernación de nivel superior”, como se la conoce en China, ha sido esencial para coordinar y orquestar las diferentes cadenas de distribución y la red general de contratos a fin de lograr el delicado equilibrio entre los objetivos individuales, familiares, empresariales, sociales y nacionales.
Esa estructura de gobernación de nivel superior es análoga al sistema operativo de una computadora, que orquesta los otros componentes informáticos –soportes y programas– para formar una unidad holística. Semejante estructura existe en muchas economías, pero en el marco chino, en el que el Estado desempeña un papel fundamental en la economía, reviste importancia decisiva para la eficacia del sistema. Su modelado dependerá de cómo afecten al tejido social del país la historia, la cultura, el marco institucional y la red de contratos en desarrollo de China.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
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