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A Dean Baker, codirector del Centro de Investigación Económica y Política, se le ha indigestado -y no es la primera vez- un artículo de Washington Post publicado hace unos días que indica que el crecimiento lento es la nueva norma en Estados Unidos. En un reciente artículo en internet, Baker se preguntaba por qué tenemos que escuchar a personas que hasta ahora se han equivocado en todo. Pero en realidad es peor de lo que él decía.
En el artículo de The Washington Post, el argumento del crecimiento lento perpetuo se defiende principalmente citando a Kevin Warsh, un exgobernador de la Reserva Federal.
Y Warsh es de hecho una persona que se ha equivocado en todo; alguien que negaba la burbuja y hablaba de la fortaleza del mercado de capitales antes del crac, un halcón que lleva tres años advirtiendo sobre el riesgo de inflación, alguien que invoca a los invisibles vigilantes de los bonos y que, de algún modo, se las ha arreglado para describir la supuesta amenaza de esos vigilantes como algo cierto e incognoscible al mismo tiempo.
Si hay algo que distinga especialmente los discursos y artículos de Warsh que he leído, es esto: tiene la costumbre de decir y escribir cosas que supuestamente son profundas, pero que no significan nada en absoluto.
En el artículo de The Washington Post, el argumento del crecimiento lento perpetuo se defiende principalmente citando a Kevin Warsh, un exgobernador de la Reserva Federal.
Y Warsh es de hecho una persona que se ha equivocado en todo; alguien que negaba la burbuja y hablaba de la fortaleza del mercado de capitales antes del crac, un halcón que lleva tres años advirtiendo sobre el riesgo de inflación, alguien que invoca a los invisibles vigilantes de los bonos y que, de algún modo, se las ha arreglado para describir la supuesta amenaza de esos vigilantes como algo cierto e incognoscible al mismo tiempo.
Si hay algo que distinga especialmente los discursos y artículos de Warsh que he leído, es esto: tiene la costumbre de decir y escribir cosas que supuestamente son profundas, pero que no significan nada en absoluto.
Pero esperen: ¿quién es Kevin Warsh, a fin de cuentas? Bueno, es un abogado convertido en banquero de inversión, convertido en gobernador de la Reserva nombrado por George W. Bush y convertido en miembro de la Institución Hoover (no un economista).
Ahora bien, yo detesto la obsesión por las credenciales: hay montones de idiotas con doctorados, algunos con premios prestigiosos y un buen número de pensadores económicos de primera línea sin cualificaciones oficiales.
Aun así, si alguien va a hacer dictámenes sobre cómo ha cambiado la naturaleza del ciclo empresarial, a uno le gustaría ver algún indicio de que en algún momento de su vida esa persona ha reflexionado con detenimiento sobre, bueno, sobre algo.
Entonces, ¿por qué prestar ninguna atención a este individuo en relación con esos asuntos?
Supongo que se trata de una clase de obsesión por las credenciales diferente: la idea de que, por el hecho de que alguien fuera nombrado una vez para ocupar un cargo político, debe de ser un experto. Pero, por supuesto, eso es ridículo (y la gente de The Washington Post, que se entrevista continuamente con exfuncionarios, sin duda debería saberlo).
Cosas simplemente demasiado perfectas
Jonathan Chait, un analista de New York Magazine, comprobaba hace poco cómo James K. Glassman, coautor de Dow 36.000 –un libro de 1999 que sostenía, basándose en cosas como la contabilidad doble creativa y otras innovaciones, que 36.000 era el verdadero valor del Dow Jones en aquella época-, afirmaba que el reciente récord del Dow confirma sus ideas. Pero no era eso lo que es tan perfecto.
No, lo que me llamó la atención es adónde ha llegado Glassman con la fuerza de su audaz predicción. Y la respuesta es que es el director ejecutivo fundador del Instituto George W. Bush.
Todo va bien en el mundo.
© 2013 New York Times
Traducción de News Clips
Traducción de News Clips
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