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miércoles, 14 de agosto de 2013

Una cooperativa quiere cooperar

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J.J Nieves ONCUBA


Una cooperativa quiere cooperar
Las cooperativas no agropecuarias en Cuba comienzan a extenderse poco a poco por el país. A algunos los incentivan las ganancias que pueden obtener afiliándose a esta nueva forma productiva. A otros, aunque parezca increíble, además de los ingresos, ven en esta opción, la mejor forma de administración y organización económica para sus intereses comunes.
Por estos días, en Cienfuegos, un hombre enjuto y espigado recorre de tramo en tramo el Paseo del Prado más largo de Latinoamérica. Su piel negra está curtida por la sal y el sol de muchos años como pescador; pero desde hace semanas cambió nasas y carretes por brochas y cucharas de albañil. Se llama Manuel Truman Molina y su trabajo es pintar los bancos y las estructuras de metal que adornan el recorrido.
Como suele ocurrir en Cuba cuando alguien interviene una obra pública, no faltan las propuestas de compra “por fuera” de la pintura o cualquier insumo necesario para la construcción, pues se asume que esos artículos pertenecen a una organización estatal y por tanto “el dueño no sentirá su disminución”.
Steven a la Izquierda, Jaime derecha
Pero con Manuel el potencial “negocio” se frustra, por razones tan poderosas como los impedimentos éticos. Y es que el añoso reparador trabaja contratado para una iniciativa independiente, una cooperativa en formación que espera por los permisos para convertirse en un hecho dentro del panorama empresarial de Cienfuegos. Desde ya tienen nombre: son INCO, “Ingeniería y Construcción”.
“Queremos ofrecer el servicio completo”, comenta su futuro presidente, Enrique Steven Lagar, un ingeniero Industrial con 20 años de experiencia en la construcción. “Somos siete profesionales capaces de dictaminar las necesidades de la obra, diseñar su proyecto ingeniero y ejecutar las labores hasta entregarla al propietario, quien solo deberá ocuparse de pagarnos”, explica.
Junto a Enrique asiente Roberto Jaime Frank, Ingeniero Mecánico con 22 años de labor en empresas constructoras y que asume las labores de logística con una licencia de albañil por cuenta propia.
“Nos basamos por ahora en las regulaciones aprobadas para cuentapropistas que permiten a empresas estatales contratar a privados porque el consentimiento de una cooperativa en otro territorio que no sea La Habana, Artemisa o Mayabeque todavía es un proceso demorado”, comenta Jaime.
En efecto, el proceso no es expedito. Según el paquete normativo aprobado en meses recientes, las personas que pretendan constituir una cooperativa no agropecuaria deberán presentar su petición a los órganos municipales del Poder Popular y, luego de su procesamiento a diferentes niveles, esa solicitud es sometida a la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos del Partido, que la evalúa y tramita al Consejo de Ministros.
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El primer centenar de cooperativas no agropecuarias se formó desde junio de este año, en su mayoría en la capital del país y en las nuevas provincias surgidas tras la división de la anterior Habana. Mientras se extiende el alcance de las pruebas, los miembros de INCO esperan por la aprobación del gobierno municipal en la llamada Perla del Sur, para luego optar por el visto bueno del gobierno provincial y llegar con el aval del Ministerio de la Construcción hasta el Consejo de Ministros.
“El trabajador por cuenta propia es un ente aislado, pero cuando se unen criterios, voluntades y deseos de hacer, el resultado es mucho mejor. Y en eso andamos nosotros, un grupo de cuentapropistas que quiere formar una cooperativa para juntos competir mejor. ¿Qué es una cooperativa? Es trabajar de conjunto todos y al final distribuir los ingresos de manera que se estimule a todos los empeñados, realicemos un bien social y obtengamos reconocimiento, monetario y moral, por el servicio que prestamos”, argumenta Enrique.
Para regular el enriquecimiento, la legislación tributaria vigente en Cuba dispone aumentos progresivos en los impuestos que deben pagar los actores privados. De acuerdo con el estudio practicado por los profesionales de INCO, si se graficaran en una curva exponencial, la línea de los ingresos para el cuentapropista cae y la de los impuestos del Estado sigue creciendo, cuando la producción del privado en un año llega a poco más de 200 mil pesos (mil USD).
Ese tope productivo no lo tienen las cooperativas, apuntan Jaime y Enrique. “Adjuntamos a nuestra propuesta un estudio de factibilidad en el cual demostramos que, si nos contratan obras por valor de un millón de pesos a lo largo de todo un año (50 mil USD) podríamos aportar 345 mil pesos (unos 17 mil USD) en calidad de tributos. Como ves, pagamos bien al fisco, pero también queda algo para nosotros”, expone Steven.
Obtener tales cifras no es una quimera para estos constructores, quienes ven en la satisfacción de las necesidades de entidades públicas el gran mercado por conquistar.
Su lógica se entiende en un país con el Estado como propietario de todas las grandes y medianas instalaciones, muchas de las cuales requieren reparaciones constructivas. Se comprende además pues los productores o importadores de la mayor parte de los materiales de construcción en Cuba son entes de propiedad pública y también lo son las empresas que venden con precios más bajos y abastecimientos más abundantes en un mercado mayorista al cual todavía no pueden acceder las “personas naturales”.
“El Estado, por contrato, nos garantiza los materiales, mientras con los contratistas particulares tenemos que buscarlos nosotros en un mercado al por menor donde todavía no conseguimos ni el 50 por ciento de lo necesario”, comenta Jaime.
Algo que tampoco consiguen en el mercado minorista liberado ni en el mayorista inaccesible son los equipos pesados de construcción (martillos neumáticos, mezcladoras y automotores de carga), razón que los obliga a acudir hasta las constructoras estatales que sí disponen de tales herramientas.
Hasta el momento las obras en el Prado de Cienfuegos realizadas por INCO (contratadas por la Empresa Municipal de Servicios Comunales) no han sufrido escollos, pero otros constructores privados en la misma ciudad debieron abandonar un convenio para remodelar la principal heladería de la urbe pues su contratista incumplió reiteradamente el acápite del contrato donde se fijaba que a ellos correspondería conseguir los equipos especializados.
Es la expresión de lo que la corta experiencia de Enrique y Jaime ha comprobado como previsibles resistencias al cambio.
“Unos por desconocimiento de que existen regulaciones que ya permiten probar nuevas fórmulas y otros por el inmovilismo normal ante todo lo nuevo, nos han demostrado que es todavía tortuoso el camino por vencer. No salimos en el segundo grupo aprobado a principios de julio; pero no nos desesperamos porque sabemos que lo conseguiremos”, apunta Steven.
Y concluye Jaime: “Nos vemos como un motor impulsor aquí en el territorio de una iniciativa que estamos convencidos le va a ser útil al país, a la comunidad y a nosotros como individuos, pues es una forma de juntar los intereses de todos y dar ganancias económicas y espirituales para todos.”
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