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miércoles, 18 de septiembre de 2013

El largo camino por recorrer de la agricultura cubana (II)

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Cubacontemporanea



Apartir de la primera Ley de Reforma Agraria, de mayo de 1959, cambió radicalmente la forma de gestión de la agricultura en Cuba. En la estructura de la propiedad agraria antes de la Revolución predominaba el latifundio, con un 9,4% de los propietarios en posesión del 73,3% de la tierra y donde el 25% de la misma pertenecía al capital extranjero.
Con posterioridad a mayo de 1959, el 44% de la tierra pasó a manos del Estado y después de la segunda Ley de Reforma Agraria, que en octubre de 1963 eliminó las relaciones capitalistas de producción en la agricultura, las granjas estatales abarcaron el 61% del total de la tierra.
La forma de gestión de nuestra agricultura quedó así estructurada a partir de las grandes empresas estatales y el resto permaneció en manos de pequeños campesinos con lotes de hasta unas 67 hectáreas, un pequeño número de sociedades agropecuarias y las cooperativas de Créditos y Servicios como formas primarias de cooperación.
Las enormes extensiones de los latifundios que se comenzaron a explotar como granjas estatales se justificaban a partir de la reducida masa de campesinos -en una población rural decreciente- y las potenciales economías de escala en ellas para introducir la ciencia y la técnica y elevar rápidamente la producción. Adicionalmente, se consideraba que en las condiciones de Cuba, a través de la propiedad estatal, se lograba el tránsito más expedito para una socialización efectiva de la producción.
Estos argumentos llevaron a considerar que la introducción de cooperativas en el sector agropecuario no se justificaba plenamente.
Fue así que a principios de los años 60 tuvieron efímera existencia las cooperativas cañeras integradas por obreros de los antiguos latifundios cañeros y las incipientes sociedades agropecuarias, que prácticamente se extinguieron al implantarse los planes especiales como variante estatal de gestión socioeconómica integrada en 1967/68. Solamente permanecerían desde esa década inicial las CCS.
No fue sino hasta 1975 que se retomó la creación de cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), y luego, en 1993 –ante las insalvables dificultades para explotar grandes extensiones de tierras estatales-, se crearon las unidades básicas de Producción Cooperativa (UBPC).
Esta última fórmula integró los trabajadores de las granjas estatales que recibieron las tierras del Estado en usufructo, para desarrollar la producción bajo una fórmula cooperativa.
De este modo, la forma de gestión de la propiedad agrícola que hasta 1993 estaba representada en 75% por propiedad estatal, el 10% por cooperativas y el 15% por campesinos privados, pasó al 33% de propiedad estatal, el 52% cooperativa y el 15% privada.
Finalmente, a la altura de 2010 -tomando en cuenta la tierra ociosa entregada en usufructo a campesinos privados-, el sector estatal cubría el 20,7%, las cooperativas el 46,3% y el sector privado el 33%. La eficiencia global de la agricultura cubana no ha resultado históricamente favorable. Sin embargo, ha sido relativamente mejor entre los campesinos privados y las cooperativas.
En efecto, en 1989 el 73,6% de las CPA no cañeras eran rentables frente al 31% de las empresas estatales agrícolas, y en el rendimiento de los cultivos fundamentales el sector estatal solamente sobrepasaba al cooperativo en plátano, vianda y café. En la actualidad, las CCS y el sector privado producen el 57% de los alimentos con el 24,4% de la tierra.
La explotación de la tierra mediante una propiedad estatal sobredimensionada no tuvo en cuenta la complejidad organizativa de esta forma de gestión, que demandaba cuadros de alta calificación y experiencia, una elevada organización, importantes recursos externos y un entorno económico estimulante para el desarrollo del sector.
La ausencia en una u otra medida de estos factores, llevó a una dirección eminentemente administrativa, muy centralizada y en ocasiones voluntarista de la agricultura, que si bien propició un cambio favorable en la tecnología de la producción en el caso de la leche de vaca -en los años 60-, la producción de cítricos y huevos -en los 80- y la caña de azúcar -hasta 1990-, no pudo sostener esos impulsos ante la carencia de recursos externos, ni generar los volúmenes de producción indispensables para exportar y alimentar la población con un nivel de eficiencia razonable. (Continuará)

*El doctor José Luis Rodríguez es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, con sede en La Habana.


 

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