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Por Eileen Sosin Martínez
Por Eileen Sosin Martínez
En julio de 2012 se anunció oficialmente que antes de concluir el año, el país contaría con una nueva Ley de Inversiones que sustituiría la Ley 77 de 1995 y que, tal era la expectativa más común, permitiría más apertura para la inversión extranjera directa. Muchos economistas han planteado este paso como decisivo para remontar el actual impasse relativo de la economía cubana. Varios meses han transcurrido. Es de imaginarse que, para autoridades y legisladores, debe ser un gran desafío encontrar la justa proporción que asegure soberanía nacional y aprovechamiento eficiente de mercado, tecnología y capital foráneos.
Recientemente las autoridades de Comercio Exterior informaron que en Cuba están vigentes 190 negocios mixtos entre el Estado cubano y entidades privadas extranjeras, menos de la mitad de los que hubo a principios de los 2000.
Antonio Carricarte, viceministro del MINCEX, afirmó hace pocas semanas que “está en proceso la evaluación de una política general y sectorial que acompañe el fomento de esta inversión extranjera y aunque no está prevista la modificación de la ley, si podrán actualizarse determinadas normativas”. Esta “nueva visión” abona la incertidumbre pero, al mismo tiempo, confirma la inclusión de este tema en la agenda. En los próximos meses podrían llegar, al fin, las noticias.
Oncuba se acercó a E. Ucha, presidente de Inversiones Pucara S.A., con casi 16 años en el país, tiempo suficiente para acumular experiencia. Su empresa comercializadora, que él mismo define en términos de profesionalidad, calidad y seriedad, representa en la Isla marcas muy importantes para el sector del turismo y la gastronomía.
Se dice que la normativa que regula las inversiones extranjeras en Cuba, la Ley 77, aún ofrece muchas posibilidades. ¿Qué podría motivar a cambiarla entonces?
Invertir en un país donde no se conoce y con un porcentaje minoritario (51 %-49 %), eso al inversor no le da mucha garantía, a menos que sean temas muy puntuales a nivel de gobierno, a nivel de Estado. Pienso que lo que verdaderamente puede cambiar es darle al inversionista una mayor entrada de participación en ese sentido, una seguridad en su inversión, y eso tendría que venir también por sus propios países. Una cosa somos nosotros, que llevamos varios años aquí y ya conocemos el sistema, y otra es alguien que no ha venido nunca a Cuba y quiere invertir. Tengo inversiones en muchos países y busco la parte legal, jurídica, que dé garantía, sea en un negocio pequeño o grande. Cada país lo rige a su manera, al final lo importante creo que es transmitir seguridad al inversor.
Entre economistas y expertos, se esgrime el criterio de que Cuba es muy selectiva a la hora de aceptar un proyecto de inversión. ¿Cuáles ventajas y desventajas puede tener esa selectividad? ¿Qué consecuencias podría traer?
Uno siempre es selectivo, ¿no? Eso es como cuando se escoge pareja. Uno selecciona mucho, pero luego la vida… Está bien tener un filtro, pero pienso que el filtro no tiene que ser eterno. Conozco a mucha gente que está en grandes proyectos, y el problema es que no pueden esperar cinco o seis años, pues resulta una eternidad. Entonces que se diga sí o no, me parece bien, pero en un tiempo prudente. Cuando se entra en un sistema de selección el tiempo se consume… Porque lo que es interesante hoy, dentro de seis años a lo mejor no lo es, o no de la manera que hoy uno se imagina.
También se afirma que estas políticas tienen una aplicación discrecional, que una cosa es la letra y otra la manera en que se aplica. ¿Usted coincide con este criterio?
Eso es en todas partes. Lo que nosotros conocemos es mediante el vínculo con otras empresas, porque hemos hecho gestiones para otros grupos, incluso grupos muy importantes, que yo personalmente pienso y digo: ¿cómo Cuba puede rechazar un socio como este, que es un número uno en el mundo? Pero claro, al final es mi opinión. El país tiene sus especialistas, su criterio. Entonces ellos sabrán por qué no.
Hace aproximadamente un año se anunció que se estaba trabajando en una nueva Ley de Inversión Extranjera. ¿Cuáles pueden ser las causas de esta demora, qué puede significar esto?
Pienso que a todo el mundo le parece que el gobierno tiene ganas, quiere avanzar en esos temas. Lo que nos gustaría es que la Ley llegara antes, y que llegara una buena ley, para que al menos los que estamos aquí pudiésemos invertir y crecer. Creo que sí tenemos muchas cosas que aportar a un país y a un sistema que ya conocemos.
Usted se refería a “nosotros”, ¿hay expectativas al respecto en la comunidad empresarial radicada en Cuba?
Por supuesto, claro que hay, el nivel empresarial está esperando una apertura en ese sentido.
¿En qué invertiría si tuviera las condiciones ideales aquí?
Pues en Cuba. En todo. Aquí se puede invertir en todo, porque pienso que todo se tiene que perfeccionar, hay un campo amplísimo. ¿Qué nos gustaría? Poder ser más eficientes cada día, poder distribuir directamente para tener una mayor cobertura.
La cadena de distribución, los niveles de contratación, pienso que es uno de los problemas más grandes, Cuba pierde mucho dinero en eso. Entonces estamos en una posición donde realmente no podemos hacer más. Pues si yo tengo que invertir porque la ley me permite hacerlo, tendría diez camiones en la calle, distribuyendo diariamente. También tenemos muchas ganas respecto al tema de la Zona Económica del Mariel, porque además de aquí, hacemos otras cosas en el área. Pienso que esa zona tiene un potencial enorme, por la ubicación de la Isla, y si la Aduana fuera un sistema rápido de tránsito y despacho, para tener una plataforma que sirva para Cuba y para otros países del Caribe.
Existe un grupo de sectores que Cuba propone como prioritarios para la inversión extranjera: el turismo, la minería, la agricultura, el petróleo… Se trata de una propuesta que responde a necesidades propias del país. ¿Esto podría convertirse en una desventaja o una limitante?
Desventaja no veo ninguna, pienso que hay tipos de inversores para todo. Cuando se habla de turismo el campo es muy amplio: desde un restaurante, un hotel… un abanico muy grande. Nosotros no nos vamos a meter en nada con el petróleo, por ejemplo, porque no entendemos, más allá de ponerlo en el carro y que camine. Para mí se tiene que buscar que cada uno se perfeccione en aquello en donde realmente es bueno.
A partir de estas demandas, ¿qué cuestiones imprescindibles no podrían quedar fuera de una nueva ley?
Lo más importante es el sistema de contratación y distribución del país. El canal de distribución en Cuba es muy lento, entonces pienso que todo eso ayudaría mucho a que las cosas fluyeran de mejor forma, en todos los sentidos.
Determinados servicios que su empresa necesite podría contratarlos con el sector no estatal… ¿Se imagina ese panorama con trabajadores por cuenta propia o cooperativas, por ejemplo?
Sería muchísimo más competitivo, seguro, un mejor servicio. Ahora están funcionando los “paladares”, los restaurantes, porque son del individuo que quiere hacerlo cada día mejor, porque en su clientela le va la vida. Con el transporte pasa lo mismo. Sería más competitivo en precio, el que mejor servicio va a dar, y se tiene una oferta, es lo que hace que las cosas funcionen.
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