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Por Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and Chairman of Roubini Global Economic
Por Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and Chairman of Roubini Global Economic
En plena guerra contra Irak, Donald Rumsfeld, por entonces secretario de defensa de EE. UU., habló de «incógnitas conocidas»: riesgos previsibles cuya ocurrencia es incierta. Hoy, la economía mundial enfrenta muchas incógnitas conocidas, en su gran mayoría, derivadas de la incertidumbre en las políticas.
En Estados Unidos, tres fuentes de incertidumbre política llegarán a un punto crítico este otoño. Para comenzar, no queda claro si la Reserva Federal iniciará en septiembre o más adelante una «reducción gradual» de su flexibilización cuantitativa (FC), cuán rápidamente limitará sus compras de activos de largo plazo, y cuándo y con qué velocidad comenzará a aumentar las tasas de interés por encima del actual nivel cero. También está la cuestión de quién sucederá a Ben Bernanke como presidente de la Fed. Finalmente, otra lucha partidaria por poner techo a la deuda estadounidense podría aumentar el riesgo de una paralización del gobierno si la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, y el presidente Barack Obama y sus aliados demócratas no logran acordar un presupuesto.
Las primeras dos fuentes de incertidumbre ya han afectado a los mercados. El aumento de las tasas de interés de largo plazo en EE. UU. –desde un mínimo de 1,6 % en mayo hasta los recientes máximos por encima del 2,9 %– se ha visto impulsado por los temores del mercado a una reducción gradual demasiado pronta y rápida de la FC, y por la incertidumbre que rodea a la sucesión de Bernanke.
Hasta ahora, los inversores se han mostrado complacientes respecto de los riesgos que implica la lucha presupuestaria que se avecina. Creen que –como ocurrió en el pasado– la confrontación fiscal terminará con un compromiso de última hora que evitará tanto la cesación de pagos como una parálisis gubernamental. Pero los inversores parecen subestimar el nivel de disfuncionalidad que ha alcanzado la política nacional estadounidense. Con la mayoría del Partido Republicano embarcada en una yihad contra el gasto gubernamental, no pueden descartarse explosiones fiscales para este otoño.
También abunda la incertidumbre en otras economías avanzadas. La elección general en Alemania probablemente reiterará la actual coalición gubernamental de la Unión Demócrata Cristiana, liderada por la canciller Ángela Merkel, y los adeptos al Partido Democrático Liberal. Las encuestas de opinión sugieren que una gran coalición entre la UDC y los socialdemócratas es menos probable. En el primer caso, las políticas alemanas actuales relacionadas con la crisis de la zona del euro no cambiarán, a pesar de la fatiga por la austeridad en la periferia de la zona y la fatiga por los rescates en su centro.
Los riesgos políticos en la periferia de la zona del euro incluyen el colapso del gobierno italiano y una nueva elección como resultado de la condena criminal del ex primer ministro Silvio Berlusconi. La coalición dirigente en Grecia también podría colapsar y es posible que las tensiones políticas aumenten más aún en España y Portugal.
Respecto de la política monetaria, la orientación basada en promesas sobre el futuro implementada por el Banco Central Europeo –su compromiso para mantener las tasas en niveles bajos durante mucho tiempo– es insuficiente, llega demasiado tarde y no logró evitar el aumento de los costos de endeudamiento de corto y largo plazo, que podrían sofocar la ya anémica recuperación económica de la zona del euro. Tampoco queda claro si el BCE flexibilizará la política de manera más agresiva.
Fuera de la zona del euro, la fortaleza de la recuperación del Reino Unido y la suave orientación basada en promesas sobre el futuro implementada por el Banco de Inglaterra han conducido a similares aumentos «injustificados» de las tasas de interés, que el BoE, como el BCE, parece incapaz de evitar ante la ausencia de acciones más contundentes. En Japón, la incertidumbre de políticas está relacionada con la implementación, o no, de la tercera flecha de la abenomía –reformas estructurales y liberalización comercial para impulsar el crecimiento potencial– y si el aumento esperado en el impuesto al consumo para 2014 asfixiará la recuperación económica.
En China, el Tercer Pleno de noviembre del Comité Central del Partido Comunista mostrará si el país considera seriamente las reformas orientadas a la transición del crecimiento impulsado por las inversiones a un crecimiento impulsado por el consumo. Mientras tanto, la desaceleración china ha contribuido a poner fin al superciclo de productos básicos que, junto con el brusco aumento de las tasas de interés de largo plazo (por temor a un temprano abandono de la FC por la Fed) ha generado estrés económico y financiero en muchas economías de mercados emergentes.
Esas economías –los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica) y otras– recibieron un exagerado bombo publicitario durante demasiado tiempo. Las condiciones externas favorables –el efecto del sólido crecimiento chino sobre los precios de los productos básicos y el dinero barato de los inversores hambrientos de rendimientos de las economías avanzadas– condujeron a una bonanza parcialmente artificial. Ahora que la fiesta terminó, llega la resaca.
Esto es particularmente cierto para países como India, Brasil, Turquía, Sudáfrica e Indonesia, todos con múltiples debilidades de política y macroeconómicas –grandes déficits en sus cuentas corrientes, amplios déficits fiscales, lento crecimiento e inflación por encima de la programada– además de crecientes protestas sociales e incertidumbre política de cara a las elecciones en los próximos 12 a 18 meses. No hay opciones fáciles: defender la moneda con un aumento de las tasas de interés aplastaría el crecimiento y dañaría a los bancos y las empresas corporativas, flexibilizar la política monetaria para impulsar el crecimiento podría lanzar a sus monedas a una caída libre, causar un brote de inflación y poner en peligro su capacidad de atraer capital para financiar sus déficits externos.
Además, existen dos grandes incertidumbres geopolíticas. En primer lugar, las acciones militares que se avecinan por parte de EE. UU. y sus aliados contra Siria, ¿serán limitadas en tiempo y alcance o dispararán una confrontación militar mayor? Lo último que necesita una frágil economía mundial es otra ronda de precios récord del petróleo.
En segundo lugar, hace un año EE. UU. convenció a Israel para que diera tiempo a su enfoque no militar hacia las ambiciones iraníes por la fabricación de armas nucleares. Pero, después de un año de sanciones económicas y negociaciones infructuosas, la paciencia de Israel sobre lo que considera una cuestión existencial se está acabando. Incluso si no se llega a un verdadero conflicto militar –que podría duplicar los precios del petróleo de la noche a la mañana– la reanudación de la belicosidad israelí y la guerra de palabras entre ambas partes podrían producir un brusco aumento en los costos de la energía.
Las incógnitas conocidas que se avecinan son abundantes. Algunos resultados pueden ser más positivos o, al menos, menos dañinos de lo esperado. Pero incluso si solo algunos de los riesgos aquí descritos se verifican, podrían hacer descarrilar a la aún débil recuperación de la economía mundial. Y el metarriesgo de errores y accidentes en las políticas se mantiene en un nivel muy elevado.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
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