Por Paul krugman
La crisis asiática
de los noventa fue un ensayo de la del mundo desarrollado 10 años después.
Un hombre mueve paquetes de billetes
de 100.000 rupias. / SUPRI (REUTERS)
La rupia se desploma. ¡Huyamos a las montañas! Pensándolo mejor,
mantengamos la calma y sigamos adelante.
Por si se lo están preguntando, la rupia es la moneda nacional de
Indonesia y, al igual que las monedas de otros mercados emergentes, se ha
depreciado mucho a lo largo de los últimos meses. La cosa es que la última
caída en picado de la rupia tuvo lugar en 1997 y 1998, cuando Indonesia estaba
en el epicentro de una crisis financiera en Asia. Vista en perspectiva, esa
crisis fue una especie de ensayo general para la crisis mucho mayor en la que
se ha visto sumido el mundo desarrollado 10 años después. Por tanto,
¿deberíamos aterrarnos por la situación de Asia otra vez?
No lo creo, por razones que explicaré en un minuto. Pero los
acontecimientos actuales nos traen recuerdos, y son sobre todo un recordatorio
de lo poco que aprendimos de esa crisis que tuvo lugar hace 16 años. No
reformamos el sector financiero, sino todo lo contrario: la liberalización
siguió adelante a toda máquina. Ni tampoco aprendimos las lecciones correctas
sobre cómo reaccionar cuando la crisis golpea. De hecho, no solo hemos estado
cometiendo muchos de los mismos errores otra vez, sino que en muchos sentidos
importantes, lo estamos haciendo ahora mucho peor de lo que lo hicimos
entonces.
Algunos antecedentes: el periodo previo a la crisis asiática guarda un
fuerte parecido con el periodo previo a la crisis que ahora aflige a Grecia,
España y otros países europeos. En ambos casos, los orígenes de la crisis
residen en el optimismo excesivo del sector privado, con enormes entradas de
préstamos extranjeros que iban a parar principalmente al sector privado. En
ambos casos, el optimismo se convirtió en pesimismo con sorprendente rapidez y
precipitó la crisis.
Sin embargo, a diferencia de Grecia y demás, los países en crisis en 1997
tenían su propia divisa, que pasó a depreciarse fuertemente frente al dólar. Al
principio, esta depreciación de la moneda causó agudos trastornos económicos.
En Indonesia, por ejemplo, muchas empresas tenían grandes deudas en dólares, de
modo que cuando la rupia se hundió frente al dólar, esas deudas se dispararon
en relación con los activos y los ingresos. La consecuencia fue una grave
contracción económica, en una escala que no se veía desde la Gran Depresión.
Afortunadamente, los malos tiempos no duraron tanto. La propia debilidad
de las monedas de estos países hizo que sus exportaciones fueran muy
competitivas, y pronto todos ellos —incluso Indonesia, que fue la más afectada—
experimentaban fuertes recuperaciones impulsadas por las exportaciones.
A diferencia de
Grecia y demás, los países en crisis en 1997 tenían su propia divisa, que se
depreció frente al dólar
Aun así, la crisis debería haber servido de lección sobre la
inestabilidad de los sistemas financieros no regulados. En lugar de eso, la
recuperación de Asia llevó a las autoridades occidentales a alardes excesivos
de autocongratulación, como ilustraba la famosa portada en 1999 de la revista Time —en
la que aparecían Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal, con
Robert Rubin y Lawrence Summers, en aquella época secretario y subsecretario,
respectivamente, del Tesoro— con el titular El Comité que ha de salvar
el mundo. El mensaje era: “No se preocupen, tenemos todo
esto bajo control”. Ocho años después, descubrimos lo poco apropiada que era
esa confianza.
De hecho, como ya he mencionado, en esta ocasión lo estamos haciendo
mucho peor. Piensen, por ejemplo, en el país en peor situación durante cada
crisis: Indonesia entonces, Grecia ahora.
La recesión de Indonesia, que vio cómo la economía se contraía un 13% en
1998, fue terrible, pero hacia 2000 ya estaba en marcha una sólida
recuperación. En 2003, la economía de Indonesia había superado su máximo
anterior a la crisis; el año pasado, había crecido un 72% en relación con 1997.
Ahora comparen esto con Grecia, donde la producción ha descendido más de
un 20% desde 2007 y sigue disminuyendo con rapidez. Nadie sabe cuándo empezará
la recuperación, y yo intuyo que pocos observadores prevén que la economía de
Grecia se recupere hasta alcanzar los niveles anteriores a la crisis durante
esta década.
¿Por qué es la situación mucho peor esta vez? Una respuesta es que
Indonesia tenía su propia moneda, y la devaluación de la rupia fue, al final,
una buena cosa. Grecia, por otro lado, está atrapada en el euro. Además, los
políticos eran más flexibles en la década de los noventa que en la actualidad.
El Fondo Monetario Internacional exigió al principio duras políticas de
austeridad en Asia, pero pronto cambió de rumbo. Esta vez, las exigencias a
Grecia y a otros deudores han sido implacablemente duras, y cuanto más fracasa
la austeridad, más sangre se exige.
Entonces, ¿será Asia la siguiente? Probablemente no. Indonesia tiene
ahora un nivel de deuda extranjera en relación con los ingresos mucho más bajo
del que tenía en la década de 1990. India, cuya moneda también experimenta una
caída que preocupa a muchos observadores, tiene una deuda todavía más baja. Por
tanto, una repetición de la crisis de la década de 1990, por no hablar ya de
una crisis interminable al estilo griego, parece poco probable.
¿Y qué hay de China? Bien, como explicaba hace poco, estoy muy
preocupado, pero por razones totalmente diferentes, en su mayoría no
relacionadas con los acontecimientos en el resto del mundo.
Pero seamos claros: incluso si nos libramos del espectáculo de otra
región más hundida en la depresión, el hecho es que la gente que se felicitaba
a sí misma por salvar el mundo en 1999 estaba de hecho predisponiéndolo para
una crisis mucho peor, que tendría lugar solo unos años después.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, es profesor de la Universidad de
Princeton.
(c) New York Times Service, 2013.
Traducción de News
Clips.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar