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martes, 17 de septiembre de 2013

Una única moneda: ¿solución para mejorar poder adquisitivo en Cuba?

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  • Por Mayra Garcia Cardentey
    La especulación popular y los cambios originados en el proceso de actualización económica del país, colocan sobre el tapete el tema de la dualidad monetaria, nicho en el que muchos depositan equívocas esperanzas para lograr un mayor poder adquisitivo y eliminar así algunas diferencias sociales. Pero la cuestión no es de “coser y cantar”.
    La pérdida de la totalidad de los vínculos comerciales externos, luego de la caída del Campo Socialista y el recrudecimiento del bloqueo económico-comercial de Estados Unidos, originó una alarmante crisis en el país, que sirvió de inicio al denominado Período Especial.
    Para minimizar en todo lo posible los efectos en las políticas sociales, Cuba llevó a cabo, a inicios de los 90, la despenalización del dólar, la dolarización parcial y el establecimiento de la doble moneda, que si bien reanimó la afectada economía, también dejó serias deformaciones en las estructuras empresariales y en la distribución de ingresos, que hoy día no son tan fáciles de solucionar.
    Luego de la desdolarización del país a comienzos de los 2 mil, todavía persiste la dualidad monetaria, ahora con la relación CUC-CUP, y arrastra consigo graves distorsiones que convencen cada vez más de la necesidad de unificar en una sola moneda. Es una disyuntiva que debe resolverse, y no a un corto plazo.
    Este modelo dual y la existencia de diferentes mercados en dependencia de cada moneda, han originado el establecimiento de regímenes cambiarios diferentes. En el sector empresarial existe un tipo de cambio fijo de uno por uno, en tanto para el ámbito personal privado la tasa de cambio ha oscilado entre los 19 y 26 pesos, con estabilidad desde hace años en 25.
    Una de las principales limitaciones de esta dualidad en el entorno empresarial, son las condiciones turbias en la que agentes económicos, dígase empresa de cualquier índole o unidades presupuestadas, se desenvuelven; y por tanto el no desarrollo de sus capacidades de manera plena, al no poder evaluar correctamente sus gastos e ingresos con este cambio distorsionador de uno a uno.
    A ello se suma la disponibilidad limitada de dinero en las cuentas en CUC por parte de las empresas para poder operar; la existencia de sectores orientados a producciones vitales o con vínculos a políticas sociales, con nulo o muy poco acceso a divisas, y el mal empleo de estos recursos por parte de algunas entidades.
    También existe un fuerte impacto en el contexto laboral, y conlleva en muchas ocasiones efectos adversos y migración a puestos de trabajo, marcados más por la búsqueda de estimulación en divisa, que por su importancia social.
    Pero no podemos engañarnos ni crear falsas expectativas: unificar a una misma moneda, sea la que sea, no acabará de por sí con la disparidad de los ingresos personales ni mejorará de sopetón la economía. Esto concierne más a temas de organización económica que a consecuencias sociales.
    La eliminación de la dualidad monetaria es un elemento esencial para el diseño de condiciones necesarias sobre la cual articular el desarrollo económico de la nación. Y en el caso del nivel empresarial le permitirá percibir al Estado, de manera clara, cuáles son las instituciones rentables y cuáles no.
    Establecer el CUP o el CUC, aunque pensamos por tema de identidad nacional y de años de circulación que deba ser el primero, no impulsará de por sí solo una gestión empresarial adecuada, sino se elevan los niveles de eficiencia y eficacia. Menos, se puede traducir este cambio con la supresión de la disparidad de ingresos y la elevación de los niveles de consumo de la población. Como aclara el investigador Pavel Vidal: «la eliminación de la dualidad monetaria no es una medida que crea de por sí riqueza».
    El acceso a los distintos niveles de ingresos de la población es el motivo principal de las diferencias sociales, y no dependen, en lo esencial, de arreglos monetarios. Así, aún cuando tengamos CUC o CUP, las familias que solo tienen como ingreso el salario del sector estatal, no percibirán el mismo nivel de vida que aquellos con acceso a otras fuentes dentro y fuera del país, a pesar de manipular ambos una sola moneda.
    Estas desigualdades solo se enfrentarán cuando se reanime el sector productivo de la economía, y se logre una estricta disciplina fiscal.
    La solución de la dualidad monetaria no será un proceso corto. Significará que por primera vez en 20 años la moneda nacional recuperará todas sus funciones. Mas, debe ser un asunto conveniente y oportuno en aras de no desembocar en un factor negativo, por apresuramientos e improvisaciones, para el proceso de actualización de la economía del país.

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