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domingo, 17 de noviembre de 2013

«Buzos» de Santa Clara: Inmersiones peligrosas


Los llamados «buzos», desde el amanecer, llegan al Vertedero Municipal de Santa Clara para sumergirse durante horas entre toneladas de desechos.(Fotos: Ramón Barreras Valdés)
 Nunca supe su nombre; menos, su historia. Sin embargo, tuvo la deferencia de dedicar nos unas palabras esquivas. El resto de sus compañeros de labor nos identificaron como extraños, como una posible amenaza, no más distinguir un vehículo diferente a los de Servicios Comunales y ver bajarse a tres personas que no llegaron allí por casualidad.

--¿Hace mucho se dedica a esto?

--A mí me dieron la patente, así que no tengo problemas. No sabía que existiera una licencia de cuentapropista para trabajar en el vertedero. Yo la saqué, vengo, recojo lo mío y lo vendo a las casas compradoras.

--Pero usted no usa guantes, no lleva ninguna protección...

Se encoje de hombros y voltea la cara. Entendimos agotada toda posibilidad de diálogo.

Suman decenas los llamados «buzos». Esos que cada día, desde el amanecer, llegan al Vertedero Municipal de Santa Clara para sumergirse durante horas entre toneladas de desechos. Algunos rostros se repiten, otros arriban por primera vez con la esperanza de que la «pesca» les reporte suficientes ganancias. Son hombres, mujeres e, incluso, algunos acompañados por menores de edad. Desaparecen tras los montículos de basura en cuanto detectan a un desconocido, pues se saben autores de una ocupación ilícita, peligrosa y socialmente reprochable.

Entre buzos y trincheras
Con más de 14 años en la administración del Vertedero, a Antonio Mena Gattorno le queda poco por ver en ese sitio. Vive a escasos metros de la entrada principal del lugar, y bien conoce las muchas dificultades que ocasionan los «buzos».

«No son gente agresiva, solo vienen a trabajar, pero no acaban de entender que su actividad es ilegal. Este centro pertenece a Comunales y solamente el personal autorizado puede trabajar aquí. Resulta increíble que no hayamos tenido todavía un accidente fatal, pues llegan los camiones a descargar, el buldócer entierra los desechos y ellos se mantienen al pie de estos vehículos para rescatar todo lo que puedan».

--Entonces, ¿qué medidas aplican para disponer el orden de su trabajo?

--Ya está más que comprobado que la actuación de la PNR constituye la única vía para que estas personas entren en razón. El apoyo de la Policía es indispensable para nosotros. Unas semanas atrás, al calor de la situación epidemiológica y en algunos barrios circundantes, se hicieron muy seguidas sus visitas al Vertedero.

«A 11 de estos recolectores ilegales se les advirtió oficialmente de que, en caso de reincidencia, pasarán a disposición de los tribunales. La jefatura de la PNR en el municipio aseguró que este trabajo preventivo, que incluye también a Salud y a los cuerpos de inspectores, continuará hasta que se les logre neutralizar. Lo ideal sería sistematizar este enfrentamiento a ver si de una vez y por todas eliminamos el problema».


El buldócer entierra los desechos, y los «buzos» se mantienen al pie de estos vehículos para rescatar todo lo que puedan.
 
--¿Y no muestran preocupación por su salud?

--Mire, periodista, esta gente tiene un bajo nivel cultural y, además, tienen la creencia de que no les enferma nada. Unos días atrás vinieron varios especialistas de Salud Pública para darles a tomar las pastillas con las cuales se trata el cólera, ya que un muchacho joven de los que recogen chatarra aquí estaba ingresado. Se quedaron como si nada. Bueno, mírelos, rompiendo a mano limpia las jabas de basura, que usted sabe acumulan desde sancocho hasta papel higiénico usado --respondió Efraín Rodríguez Fuallas, operador del buldócer del Vertedero Municipal.

De nuevo intentamos conversar con ellos o, al menos, con quienes no huyeron ante nuestra presencia. El guardia nos señaló con el dedo el famoso camino de Vegas Nuevas, que conduce a un asentamiento ilegal en Los Sirios. Por este sendero se escabullen muchos de los «buzos». Al hombro llevan el preciado botín: sacos repletos de cartón, papel, plástico, latas, hierros...

Al momento de abandonar el Vertedero llegaba un camión con su carga de desechos. Una mujer de unos 40 años corre a apropiarse de los materiales más valiosos.

--Señora, ¿podemos conversar un minuto?

--Ni a ti ni a nadie le voy a hablar. Yo tengo papeles.

¿Licencia para bucear?

La Resolución No. 42 de 2013 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social dispone la labor del recolector vendedor de materias primas como la actividad número 107 entre las nuevas formas del cuentapropismo. Según la legislación, el alcance de este tipo de faena se circunscribe a la recogida y comercialización de materiales reutilizables, y, a la vez, aclara que dicha tarea se realizará en correspondencia con las indicaciones del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).

La problemática radica en que esta Resolución no especifica nada respecto al cumplimiento de criterios básicos, como la procedencia de los recursos aprovechables, y ello genera un vacío legal a cuya sombra se ampara el proceder de los «buzos».

Hasta la fecha, la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social ha expedido 145 patentes de este tipo, una cifra ínfima en comparación con las muchas personas que en calles, contenedores y microvertederos se dedican a buscar desechos que puedan vender a compradores particulares.


Un vacío legal convierte al Vertedero Municipal en escenario de una actividad ilegal y peligrosa.
Yamila Suárez Aguiar, inspectora ambiental y de Seguridad Biológica de la Delegación Provincial del CITMA, asegura que resulta ilegítima la defensa de estas personas que se escudan en la presunta tenencia de una licencia de recuperadores.

«Las diversas entidades de Materias Primas conocen la prohibición de recibir productos provenientes de basurales. Por tanto es indiscutible que los «buzos» operan de forma ilegal, ya que los cuentapropistas reales ejecutan su trabajo con mucha responsabilidad y limpieza.

«En nuestras inspecciones al Vertedero Municipal hemos detectado situaciones harto preocupantes, pues a los riesgos lógicos de trabajar entre desperdicios, se suma una amenaza mayor: la sobreexposición a desechos biológicos peligrosos derivados de hospitales y otras instalaciones sanitarias. Los plásticos de sueros, bisturíes y agujas hipodérmicas son, en buen cubano, pan caliente para ellos».

En Santa Clara existen seis centros asistenciales además de varios policlínicos generadores de esta clase de residuos. Sin embargo, el municipio no cuenta aún con el autoclave necesario para inactivar este tipo de desechos, proceso que resulta imprescindible para eliminar los restos de sangre, virus y bacterias que contienen. La solución hasta hoy consiste en mezclar el material biológico, insuficientemente tratado, con el resto de la basura.

Según investigaciones del CITMA en el territorio, este tipo de desecho peligroso comprende menos de un 5 % del total de los residuos, pero al juntarse con el 95 % restante, la masa se contamina en su totalidad. Según el artículo 15 del Decreto Ley 190 de la Seguridad Biológica, la entidad generadora de desperdicios (en este caso Salud) es la encargada de procesarlos, transportarlos y disponerlos en condiciones de seguridad medioambiental. No obstante, la realidad dista en kilómetros luz, y es Comunales el que acarrea con ellos en mayor parte.

De acuerdo con las declaraciones del doctor Orlando L. Díaz Gómez, director provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, Villa Clara no posee contenedores especiales para la disposición final de objetos punzo-cortantes, y se carece también de los medios ideales de transporte para la recogida de desechos biológicos peligrosos.


En refugios como este se protegen del sol y guardan los alimentos que consumen, en un lugar donde abundan los desechos biológicos peligrosos derivados de hospitales y otras instalaciones sanitarias.
Para el próximo año se construirá un incinerador ecológico, encargado del tratamiento de los residuos de los centros hospitalarios, una medida que repercutirá en los operarios de Comunales, y los recolectores ilegales y las personas cercanas a ellos.

Urge ponerle coto a la proliferación de los «buzos». Corresponde a las autoridades gubernamentales, empresas y los organismos implicados en las tareas de higienización erigirse en gestores principales de un proceso que demanda profunda concientización, recursos y acciones concretas.

Mientras existan personas que arriesguen así su vida, la familia, la comunidad y la sociedad deberán oponerse a conductas tan reprochables. La indiferencia es lo único que nadie se podrá permitir, por una cuestión de previsión, responsabilidad colectiva y humanidad.

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