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sábado, 30 de noviembre de 2013

No hay motivo para temer por Francia

Por: Paul Krugman Premio Nobel de Economia

Primero lo más importante: Francia tiene problemas. El paro es elevado, sobre todo entre los jóvenes; muchas pequeñas empresas se enfrentan a serias dificultades; la población está envejeciendo (aunque no tanto como en otros muchos países, Alemania incluida).

Sin embargo, en cuanto a casi cualquier parámetro que yo pueda encontrar, Francia no parece en tan mala situación al lado de lo que es normal en Europa. El Producto Interior Bruto ha recuperado más o menos los niveles anteriores a la crisis; el déficit presupuestario es aceptable y el futuro de la deuda a medio plazo no es en absoluto alarmante; gracias a una alta tasa de natalidad, la perspectiva presupuestaria a largo plazo es bastante favorable si se compara con la de sus vecinos.
Y aun así, el país es objeto de comentarios ofensivos y de mal gusto. El año pasado, The Economist proclamaba que Francia era “la bomba de relojería en el corazón de Europa”. A comienzos de este año, Shawn Tully, un director de CNNMoney, escribió que Francia estaba en “caída libre”.

En realidad, este último ofrecía pocos detalles y sostenía que Francia se enfrentaba a un “vertiginoso desfase de competitividad” a causa del aumento de los costes laborales. Bueno. Veamos en el gráfico lo que he extraído de los números de la Comisión Europea, comparando a Francia con la zona euro en su conjunto. Supongo que hay cierto deterioro, pero, más que vértigo, parece que provoca bostezos.

Tully declaraba también que “lo que mejor ilustra el declive de Francia es el rápido menoscabo de sus exportaciones mundiales. En 1999, alrededor del 7% de las exportaciones mundiales correspondía a Francia. Hoy día, la cifra se sitúa justo por encima del 3% y está cayendo deprisa”.

Ahora bien, prácticamente todos los países desarrollados, Estados Unidos incluido, están experimentando un descenso de su participación en las exportaciones a nivel mundial (Alemania es una excepción). Un artículo de investigación del Banco de la Reserva Federal de Nueva York publicado el año pasado (se puede encontrar en bit.ly/zHJvcs) señala que este declive es más o menos acorde con el de la participación de las economías desarrolladas en el PIB mundial a medida que la de los países emergentes aumenta, y Francia es un ejemplo bastante típico.

Repito: la cuestión no es que Francia no tenga problemas. La cuestión es por qué este país, que solo sufre complicaciones moderadas, atrae descensos en las calificaciones y tanta retórica apocalíptica.

Y la respuesta solo puede ser política. El pecado de Francia no es que su deuda sea excesiva, su crecimiento económico especialmente exiguo, su productividad lamentable (hasta 2000 anduvo más o menos a la par con Alemania), su creación de empleo pobre (como ya he dicho), ni nada por el estilo. Su pecado es equilibrar el presupuesto aumentando los impuestos en vez de recortando servicios, lo cual es llevar la contraria. No hay ninguna prueba de que esta política conduzca al desastre –de hecho, los mercados de bonos no parecen inquietos– pero, ¿quién necesita pruebas?

© 2013 The New York Times

Traducción de News Clips.

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