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miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué impide una recuperación sólida?

Por Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business,

El mapa del crecimiento de la economía mundial queda relativamente claro. EE. UU. experimenta una recuperación parcial, con un crecimiento del 1,5-2 % y sin avances en el empleo. Europa en su conjunto apenas supera el crecimiento cero y muestra grandes variaciones entre países, aunque existe cierta evidencia de una reconvergencia, al menos en términos de los costos laborales unitarios nominales. El crecimiento chino, mientras tanto, se estabiliza en el 7 % y otros países en desarrollo se preparan para tasas de interés mayores.

Muchas economías avanzadas aún deben ocuparse del final del patrón de crecimiento previo a la crisis generado por un exceso de demanda interna. En esas economías, el patrón no solo depende típicamente del apalancamiento; también amplió el sector no transable de la economía y redujo el transable. Sin embargo, dado que el sector no transable se ve limitado por su dependencia de la demanda interna, la recuperación –si es que llega– dependerá del potencial de crecimiento del sector transable.

Para aprovechar ese potencial, el sector transable debe ampliarse nuevamente en el margen: así como una moneda que se debilita causa que caigan las importaciones y disminuyan los costos laborales reales unitarios a medida que los salarios nominales se reducen, la mano de obra y el capital desempleados salen en busca de mercados externos de bienes, servicios y recursos.

Esto ya está ocurriendo en Estados Unidos, donde las exportaciones han superado su máximo previo y las importaciones se mantienen aplacadas; el déficit en la cuenta corriente disminuye; e incluso el empleo neto en el sector transable va en aumento (por primera vez en dos décadas). De hecho, los datos recientes sugieren que más de la mitad de la aceleración del crecimiento en EE. UU. se da en el sector transable, incluso cuando este solo representa aproximadamente un tercio de la economía. Y esa contribución probablemente esté subestimada, porque los ingresos generados en el lado de la oferta transable producen ingresos que se convierten en demanda en el sector no transable: un efecto multiplicador que cruza la frontera entre lo transable y lo no transable.

La economía estadounidense es relativamente flexible y este tipo de ajuste estructural en el sector privado ocurre con razonable rapidez. Y sin embargo el empleo aún no responde, debido a factores de más largo plazo, como la tecnología para el ahorro de mano de obra y reconfiguraciones de cadenas mundiales de aprovisionamiento, en que los segmentos y las funciones de menor valor agregado tienden a concentrarse en países con menores ingresos.

Un motivo por el cual la recuperación estadounidense es solo parcial es el aumento de la presión fiscal por atraso en la fijación de alícuotas, que desplazó cierto apalancamiento hacia el sector público y generó un aumento del peso de la deuda que fue abordado –controvertidamente– con una inmediata austeridad.

Pero el problema principal es que la inversión en el sector público se mantiene muy por debajo de niveles capaces de sostener el crecimiento. La parte difícil de lograr completamente el crecimiento potencial es cambiar la composición de la demanda interna del consumo a la inversión sin agregar apalancamiento. Eso significa pagar ese costo a través del sector público mediante impuestos y una reducción del consumo de los hogares (y de la acumulación de riqueza).

También implica lograr un equilibrio adecuado entre la demanda local y la externa, y apreciar la sensibilidad del crecimiento de mediano y largo plazo en la composición (y el tamaño) de la demanda interna agregada. Con este telón de fondo, los responsables de las políticas monetarias deben mostrarse cautos, porque las bajas tasas de interés pueden desplazar el modelo de crecimiento nuevamente hacia el apalancamiento y la demanda interna de consumo, ahogando el desplazamiento estructural hacia el sector transable en curso.

Muchos países europeos también se tornaron demasiado dependientes de la demanda interna y deben reequilibrar hacia el sector transable. Pero su desafío es mucho mayor y el proceso, más lento. En la primera década del euro, los costos laborales unitarios nominales aumentaron bruscamente en Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España, mientras que prácticamente se estancaron en Alemania. Sin la moneda común, estas divergencias se hubieran visto acompañadas por ajustes en los tipos de cambio, ciertamente después (y tal vez incluso antes) de la finalización del patrón de excesivo apalancamiento y demanda interna.

Pero esos ajustes no pueden ocurrir en una unión monetaria, así que los costos laborales unitarios están lentamente volviendo a converger a través de un extendido proceso de estancamiento de los salarios nominales y lenta reducción de los salarios reales (un proceso que sería más rápido con mayor inflación en Alemania y el norte de Europa). Dada la escasez de demanda interna, este lento camino básicamente pospone u obstaculiza el crecimiento a través de la expansión del sector transable.

La velocidad del ajuste estructural también se ve fuertemente influida por la facilidad con que el empleo puede pasar del lado no transable de una economía al sector transable y a través de los segmentos de las cadenas mundiales de aprovisionamiento. El nivel de flexibilidad en los mercados laborales de los países varía considerablemente y las reformas que la aumentan son fundamentales. Por ejemplo, las reformas alemanas de 2003-2006 aumentaron significativamente la flexibilidad (aunque con un entorno mundial y en la zona del euro más benigno).

Mucho se dice de los grandes superávits en la cuenta corriente alemana. Pero, así como las economías en dificultades de la zona del euro tienen monedas sobrevaluadas, Alemania tiene una moneda subvaluada, que tiende a producir superávits externos y, por definición, un exceso de ahorro respecto de la inversión.

Una moneda subvaluada también tiende a producir un modelo de crecimiento desequilibrado de tipo opuesto: un sector transable excesivo y demanda interna agregada insuficiente. Como el sector no transable en las economías avanzadas tiende a crear más empleos, este modelo puede conducir a un problema de desempleo (incluso si es enmascarado en parte por los recortes de horas en vez de trabajadores).

En principio, Alemania podría intentar impulsar la demanda interna con apalancamiento; pero, a menos que la tasa de cambio ajuste al alza para reducir el sector transable en el margen, eso resultaría inflacionario. El Banco Central Europeo tendría entonces que intervenir para mantener la credibilidad de su compromiso con la estabilidad de precios, que constituye su principal mandato. No asombra que a Alemania le cueste alcanzar un patrón sostenible de crecimiento equilibrado en la zona del euro con su configuración actual.

Quien esté familiarizado con los desplazamientos estructurales chinos del lado de la oferta y la demanda reconocerá algunas similitudes con el caso alemán.

El punto central es que recuperar el crecimiento requiere un cuidadoso análisis del equilibrio estructural, atención a las restricciones de la demanda en el sector no transable, y foco en los impedimentos a la expansión del sector transable. Algunos de esos impedimentos son rigideces del lado de la oferta; otros tienen más que ver con una demanda interna inflada. Ninguno de ellos puede ser ignorado si se desea lograr una recuperación robusta.

Traducción al español por Leopoldo Gurman.
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