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martes, 31 de diciembre de 2013

Aumentar el salario mínimo mejora el empleo y el consumo sin un gran impacto en los precios



Por Marco Antonio Moreno

La crisis ha sido especialmente dura con el empleo. Y en España y Grecia el desempleo ha batido todos los récords. Los economistas convencionales siempre consideran que el desempleo se reduce disminuyendo los salarios, como todo ajuste económico que debe hacerse vía precios, en este caso el precio del trabajo, como reza la teoría sobre el mercado del trabajo. Este es el camino que se ha implantado en Europa con los planes de austeridad. Se busca el descenso de los salarios como parte de la deflación general de precios, para comenzar a mover la economia “desde abajo”.

Sin embargo, y tal como señalábamos en este post de octubre de 2010, aumentar el salario mínimo puede reducir el desempleo, y no aumentarlo, como piensan los economistas convencionales. En este post revisamos parte de las nuevas investigaciones sobre el salario mínimo y su impacto en la actividad económica, la desigualdad y la pobreza.

Mejora el empleo y el consumo
El tema del desempleo no inquieta solo a Europa sino a todo el mundo. Por eso ha tomado relevancia el trabajo del economista de la Universidad de Massashussets, Arindrajit Dube, que comentamos hace tres años. Dube lleva más de 20 años investigando el tema del empleo en distintas regiones de Estados Unidos y ha podido demostrar que aumentar el salario mínimo no solo es bueno para el empleo sino también para el consumo. El año 2010 publicó este documento junto a William Lester, de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, y Michael Reich de la Universidad de California, Berkeley.

Los ajustes “a la baja” realizados al salario en Estados Unidos durante las últimas décadas han llevado al salario mínimo federal a 7,25 dólares la hora, un 25% menos de lo que era en 1968, como ilustra la gráfica con que Aridrajit Dube ilustra su post en el New York Times, The Minimun We Can Do. Si el salario sólo se hubiese reajustado por la inflación y la productividad, hoy sería de 23 dólares la hora, tres veces el valor actual. Si en los años 60 el salario mínimo se ubicaba en el 47 por ciento de la media salarial de Estados Unidos, hoy se ha reducido al 37 por ciento. Por eso el gobierno del presidente Obama busca elevar el salario mínimo a 10,10 dólares la hora e indexarlo al índice de inflación. En un reciente discurso, Obama destacó los peligros económicos y políticos de la creciente desigualdad de ingresos. Como era de esperar, los opositores al aumento del salario mínimo salieron de inmediato con el usual estribillo que defienden los economistas de la corriente dominante: un aumento del salario mínimo sólo dará lugar a más desempleo, especialmente entre los trabajadores poco calificados.

Aumenta la productividad
La investigación de Dube, Lester, Hill y Reich indica que si bien un aumento de 10 por ciento en el salario mínimo implica inicialmente mayores costos a la empresa, estos más tarde se ven compensados con la disminución de la rotación laboral y el aumento de la productividad que agrega la permanencia laboral. Los trabajadores que ganan el salario mínimo generalmente son del sector servicios (principalmente comida rápida) y la rotación laboral produce atención de mala calidad que puede mejorar si el trabajador se estabiliza en el trabajo. Una mejor calidad en la atención puede también fidelizar al cliente y con esto la empresa recupera el aumento de los costos.

Por otra parte, un aumento gradual en el salario mínimo no necesariamente afecta los precios de manera significativa. A nivel macroeconómico, un aumento del 10 por ciento en el salario mínimo se asocia a un incremento de menos de medio punto porcentual en el nivel general de precios, de acuerdo a este trabajo de Jared Berstein, que desmiente las hipótesis convencionales que indican que un aumnto del salario mínimo es desencadenante de la espiral inflacionaria.

El tema del salario mínimo es también clave para los economistas David Card y Alan B. Cruger, que realizaron una meticulosa investigación y la recopilaron en su libro Myth and Measurement: The New Economics of the Minimun Wage, donde también desafían la visión convencional de que los salarios mínimos más altos reducen puestos de trabajos para los trabajadores de bajos salarios. Al igual que el trabajo de Arindrajit Dube, el de Card y Cruger no se basa en sofisticados modelos matemáticos, sino que pone a prueba la teoría en el mundo real, mostrando cómo el salario mínimo tiene un impacto en la distribución general de los salarios, la desigualdad y la generación de pobreza.

Reduce la pobreza
Otro de los estribillos de los economistas convencionales es que la mayoría de los trabajadores con salario mínimo son adolescentes, pero este informe de David Cooper y Dan Essrow señala que el 88 por ciento de los trabajadores tiene una edad media de 35 años, con el 55 por ciento trabajando a tiempo completo, con un salario de 15.080 dólares anuales, 19 por ciento por debajo del umbral de pobreza para una familia de tres personas. Muchas familias que dependen de estos trabajos lo hacen en locales de comida rápida y requieren programas de asistencia pública a un costo de 7.000 millones de dólares anuales. En estos casos, el aumento del salario mínimo es una herramienta poderosa para reducir la pobreza.

Pero no solo la pobreza es el punto relevante de estos análisis. El aumento del ingreso de las personas más vulnerables ayuda a estimular el gasto y el consumo en momentos en que la demanda continúa deprimida, impidiendo una recuperación sólida que fortalezca la recuperación de empleo. Por eso que contra todas las advertencias y estribillos de la economía ortodoxa, un aumento del salario mínimo permitiría mejorar el nivel de empleo y no empeorarlo, como reza la troika. Los trabajadores de bajos ingresos destinan todo su ingreso al consumo, por tanto un aumento de su salario tiene un impacto directo en la demanda y el consumo, y por consiguiente en el empleo. Aumentar el salario mínimo es una herramienta de política que puede ayudar a salir de la crisis. Sólo falta que llegue a oídos de la troika.

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