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domingo, 15 de diciembre de 2013

Los que más han perdido

Puede que los demócratas hayan tenido una pequeña victoria, pero eso no mejora la vida de los trabajadores

Paul Krugman15 DIC 2013 - 00:00 CET

Empleados de un supermercado reparan un vehículo de reparto en Denver, EE UU. / Brennan Linsley (AP) 

 
Los expertos parecen haberse puesto de acuerdo en que los republicanos han salido perdiendo en el recién firmado acuerdo presupuestario. El gasto general estará un poco por encima del nivel autorizado por el embargo, la camisa de fuerza que impusieron en 2011. Por otro lado, los demócratas han evitado hacer concesiones respecto a la Seguridad Social o Medicare. Supongo que podemos considerarlo un punto a favor del equipo D.

Pero aunque es posible que los republicanos hayan perdido esta ronda, los parados han perdido todavía más: la ampliación de las prestaciones no se ha renovado, de modo que 1,3 millones de trabajadores se quedarán sin ellas a finales de este mes y muchos más verán agotarse sus prestaciones en los meses siguientes. Y si lo miramos con más perspectiva —si observamos lo que ha pasado desde que los republicanos se hicieron con el control de la Cámara de Representantes en 2010— lo que vemos es el triunfo de una ideología anti-Gobierno que ha tenido unos efectos tremendamente destructivos para los trabajadores estadounidenses.

En primer lugar, algunos hechos sobre el gasto público.

Una de las cosas que verdaderamente llaman la atención de la retórica política estadounidense a finales de 2013 es la convicción arraigada en muchos conservadores de que la época de Obama se ha caracterizado por un enorme crecimiento de la Administración. ¿Dónde creen que ha tenido lugar este aumento del gasto público? Bueno, es cierto que un nuevo programa —la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible— va a entrar en vigor. Pero no es ni mucho menos tan grande como la gente imagina. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que, una vez que Obamacare se aplique plenamente, solo incrementará el gasto federal general en un 3%. Y si a quienes despotrican por el descontrol de la Administración les preguntan a qué otros programas se refieren, no obtendrán ninguna respuesta.

Por otra parte, las cifras reales muestran que, durante los tres últimos años, hemos estado viviendo una época de reducción de la Administración sin precedentes. El empleo público ha caído en picado, al igual que el gasto público total (incluidas las Administraciones estatales y locales) ajustado a la inflación, que se ha reducido casi un 3% desde 2010 y alrededor de un 5% per cápita.

La ideología anti-Gobierno ha tenido efectos tremendamente destructivos para los trabajadores de EE UU

Y cuando digo sin precedentes, quiero decir exactamente eso. No hemos visto nada parecido a los recortes recientes de la Administración desde la década de 1950 y, probablemente, desde la desmovilización que tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué se ha recortado? Es una imagen compleja, pero los recortes más evidentes se han producido en la educación, las infraestructuras, la investigación y la conservación. Mientras estuvo en vigor la Ley de Recuperación (el estímulo económico de Obama), el Gobierno federal proporcionó unas ayudas considerables a la educación estatal y local. Luego la ayuda se esfumó y los Gobiernos locales empezaron a deshacerse de cientos de miles de profesores.

Mientras tanto, la inversión pública caía en picado —tanto que muchos observadores lo definen como un “hundimiento”— a medida que los Gobiernos estatales y locales cancelaban proyectos relacionados con el transporte y aplazaban los trabajos de mantenimiento. Los investigadores, como los de los Institutos Nacionales de Salud, también han tenido que soportar grandes recortes. Y se ha producido una enorme reducción del gasto dedicado a la conservación de la tierra y el agua.

Hay tres cosas que deben saber sobre estos drásticos recortes.

La primera, que eran innecesarios. Puede que a la clase dirigente de Washington se le haya acelerado la respiración con la deuda y los déficits, pero los mercados nunca han mostrado preocupación alguna por la solvencia de EE UU. De hecho, el coste de los préstamos se ha mantenido cerca del mínimo histórico todo este tiempo.

En segundo lugar, los recortes han causado un tremendo daño económico a corto plazo. A los defensores de una Administración pequeña les gusta afirmar que reducir el gasto público estimula el gasto privado (y cuando la economía está en auge, tienen parte de razón). Sin embargo, estos recortes recientes se han producido en el peor momento posible: el periodo posterior a una crisis financiera. Las familias se esforzaban por hacer frente a las deudas que habían asumido durante la burbuja inmobiliaria; las empresas eran reacias a invertir dada la escasa demanda de los consumidores. En estas condiciones, los recortes del gasto público simplemente incrementaron el número de parados, y a medida que disminuyeron los ingresos de las familias, también lo hizo el gasto de los consumidores, lo que agravó el problema.

La consecuencia ha sido profundizar y prolongar la crisis laboral en Estados Unidos. Esos recortes del gasto público son la principal razón por la que seguimos teniendo un paro elevado, más de cinco años después de la caída de Lehman Brothers.

Finalmente, si se fijan en la lista que he hecho de las principales partidas que se han recortado, se darán cuenta de que tienen que ver fundamentalmente con la inversión en el futuro. Así que no estamos contemplando solo un perjuicio a corto plazo, sino que también vemos una degradación a largo plazo de nuestras perspectivas, reforzada por los efectos corrosivos de la prolongada elevación del paro.

De modo que, por lo que respecta al acuerdo presupuestario: sí ha sido una pequeña victoria para los demócratas. Es posible que también haya sido un pequeño paso hacia la cordura política, dado que algunos republicanos han rechazado, de momento, la idea de que un partido que no controla la Casa Blanca ni el Senado pueda, no obstante, conseguir todo lo que desee mediante la extorsión.

Pero el panorama general muestra unos años de políticas profundamente destructivas, que han impuesto un sufrimiento gratuito a los trabajadores estadounidenses. Y este acuerdo no ha hecho mucho por cambiar ese panorama.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008

© New York Times Service 2013

Traducción de News Clips.

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