Redacción IPS Cuba
ipscuba@ipscuba.net
Gobiernos considerados progresistas o de izquierda parecen marcar la pauta en la dinámica integracionista de la región.
La Habana, 27 ene.- Con un escenario político que parece favorecer a los gobiernos de izquierda y centroizquierda, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) llega este 28 y 29 de enero a su II Cumbre en Cuba, país socialista inmerso en la búsqueda de un modelo eficiente y sostenible de desarrollo.
Para analistas consultados por la Redacción de IPS en Cuba, esos gobiernos proceden esencialmente de coaliciones en las que participan fuerzas de izquierda, centroizquierda, centro e incluso de derecha, en algunos de los cuales la izquierda es el elemento aglutinador.
Entre los factores que explican tal abanico político en la región, las fuentes mencionan el acumulado de las luchas populares libradas en las últimas décadas, la defensa de los derechos humanos y el aumento de la conciencia, organización y movilización, social y política, registrado en el combate contra el neoliberalismo.
Visite nuestro especial sobre integración latinoamericana y caribeña, con información de contexto acerca de este importante evento regional.
Al respecto, el politólogo cubano Roberto Regalado opina que la izquierda en el área está conformada por tendencias revolucionarias y reformistas que coexisten en el ámbito de los grandes partidos, movimientos y coaliciones políticas, dentro de los cuales libran una lucha ideológica que se manifiesta en términos de anticapitalismo o posliberalismo.
El experto alerta que esas corrientes políticas acceden al gobierno de acuerdo con las reglas de la "democracia capitalista", incluido el respeto de la alternabilidad, en este caso con la derecha neoliberal, la cual, desde la oposición obstaculiza y, si regresa al gobierno, puede revertir las políticas sociales de las administraciones antecesoras.
Así, en el entorno más cercano a la Cumbre de La Habana, el triunfo de las fuerzas del chavismo (seguidores de Hugo Chávez, 1954-2013), con el Gran Polo Patriótico, en las elecciones municipales de diciembre último en Venezuela y el consiguiente espaldarazo al presidente Nicolás Maduro, devino factor relevante para las fuerzas progresistas en la región.
Otro tanto ha significado el retorno a La Moneda de Michelle Bachelet como actual presidenta electa de Chile con el movimiento Nueva Mayoría, quien desbancó en la segunda vuelta a la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, en las elecciones del pasado año.
Los gobiernos de Evo Morales (Movimiento al Socialismo), en Bolivia, y de Rafael Correa (Alianza país), en Ecuador, con crecimientos económicos sostenidos y el derrame de sus beneficios en programas sociales, muestran un camino que nada tiene que ver con la corriente neoliberal gobernante en la década perdida de los años noventa del siglo pasado.
En tanto, Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores, en Brasil, da continuidad al programa político de Luiz Inácio Lula da Silva y ha colocado al gigante sudamericano en el rango de potencia emergente mundial y ha cosechado importantes avances en materia social.
En Uruguay, el izquierdista Frente Amplio aspira a que el actual mandatario José Mujica entregue nuevamente el mando a su compañero de partido Tabaré Vázquez en la venidera contienda electoral.
Mientras, en la vecina Argentina, Cristina Fernández, desde 2007 en que asumió como mandataria con un gobierno de corte progresista, ha sorteado, al parecer hasta ahora con éxito, los continuos temporales provocados desde la oposición derechista, poderosa y tenaz.
Paraguay retornó al sendero democrático con la elección de Horacio Cortés, del Partido Colorado, en agosto último, tras el derrocamiento parlamentario del progresista Fernando Lugo, del Frente Iguazú, en junio de 2012.
En tanto Ollanta Humala, quien llegó a la presidencia por la alianza electoral Gana Perú en 2011 se ha ajustado a las normas dictadas por la concertación con la fuerte oligarquía nacional, aseveran politólogos.
Por su parte, el colombiano Juan Manuel Santos ha centrado sus esfuerzos en lograr un acuerdo de paz con la principal fuerza de la insurgencia guerrillera, las FARC-EP, para poner fin a más de medio siglo de conflicto armado.
Al parecer, espera que el proceso de diálogos emprendido en La Habana desde 2012 le abra el camino para su reelección, pese a los ingentes esfuerzos oposicionistas de extrema derecha liderada por el ex presidente Rafael Uribe (2002-2006) y (2006-2010).
El anuncio de que en breve comenzará a construirse el canal interoceánico en Nicaragua, pudiera indicar que Daniel Ortega sienta las bases para una larga temporada de gobierno sandinista en ese país. Analistas conjeturan que de ser así, la noticia, en perspectiva, tendría una fuerte incidencia política en el escenario centroamericano.
La elección de Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, en la contienda presidencial del pasado año en Honduras, dejó el ambiente político enrarecido por las acusaciones de fraude, según analistas.
Al mismo tiempo patentizó que la izquierda hoy es allí una fuerza de consideración apoyada por un amplio y combativo movimiento popular que resiste presiones de todo tipo, tras el golpe de Estado al liberal Manuel Zelaya en junio de 2009, quien orientó su gobierno hacia la izquierda e incorporó al país a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba).
Los pronósticos de que en liza electoral del 2 de febrero próximo el Frente Farabundo Martí podría ratificarse como gobierno en El Salvador y los vaticinios de que la izquierda en Costa Rica estaría en condiciones de entrar en la disputa por la presidencia a los dos partidos tradicionales que se han alternado el mando en la nación centroamericana, son también indicadores de la tendencia señalada, de acuerdo a especialistas en el tema.
En Panamá, el gobierno del empresario Ricardo Martinelli, del partido Cambio Democrático, ha mantenido su orientación política hacia la derecha y de compromiso con Estados Unidos, excluido, junto a Canadá, de la Celac, mientras la izquierda tradicional luce desgastada por problemas internos, según los estudiosos consultados.
En Guatemala, por su parte, el gobierno de orientación centroderecha de Otto Pérez Molina, del Partido Patriota, trata de navegar cautelosamente por las aguas de un pasado marcado por una brutal represión, en tanto se aferra a las recetas neoliberales, coinciden analistas.
A su vez, en México, el gobierno de Enrique Peña Nieto busca recuperarse del desgaste en que ha sumido al país la guerra contra el narcotráfico, erigido en un poderoso y temido poder, en tanto mantiene la opción neoliberal de desarrollo, como apunta, según observadores, la aprobación en 2013 de la ley que deja sin efecto la soberanía nacional sobre su principal riqueza: los hidrocarburos.
En el concierto de naciones del Caribe, el gobierno de Michel Martellí, intenta subvertir la pobreza secular de Haití, agravada tras el devastador terremoto de enero de 2010, que constituye el gran problema político a resolver. Para ello cuenta con un sólido respaldo de Cuba y otros países del área, sobre todo en materia de salud.
El gobierno de centroizquierda de Danilo Medina, en República Dominicana, se esfuerza por mantener lo que los analistas califican de "equilibrio político precario" en un país marcado por los grandes contrastes sociales y la pobreza, situación que se ha visto agravada con la intensificación de la tradicional inmigración haitiana.
El resto de los países del Caribe insular mantienen su tradicional concertación política como factor de unidad y garante de su independencia, en medio de la creciente vulnerabilidad ante la inevitable acción del cambio climático como amenaza principal.
Si bien estos pequeños Estados mantienen lazos sustantivos con sus antiguas metrópolis, hacen causa común con las tendencias izquierdistas del resto de la región. Así lo patentiza su activa participación integracionista en Patrocaribe y la incorporación de varios de ellos al Alba.
Por su parte, Cuba continúa inmersa en su pausado proceso de cambios en búsqueda de un "socialismo próspero y sostenible". Lo hace en medio de una aguda crisis económica causada por el bloqueo estadounidense y los graves problemas generados por el modelo político verticalista y burocrático que trata de revertir.
En suma, el tablero de ajedrez político de América Latina y el Caribe estará abierto en La Habana en busca de hacer posible la unidad dentro de la diversidad. Para analistas, el gran desafío apunta a trascender las declaraciones e impulsar una integración que vaya realmente por encima de las diferencias ideológicas y el mayor o menor nivel de desarrollo económico de las 33 naciones que conforman Celac.
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Gobiernos considerados progresistas o de izquierda parecen marcar la pauta en la dinámica integracionista de la región.
La Habana, 27 ene.- Con un escenario político que parece favorecer a los gobiernos de izquierda y centroizquierda, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) llega este 28 y 29 de enero a su II Cumbre en Cuba, país socialista inmerso en la búsqueda de un modelo eficiente y sostenible de desarrollo.
Para analistas consultados por la Redacción de IPS en Cuba, esos gobiernos proceden esencialmente de coaliciones en las que participan fuerzas de izquierda, centroizquierda, centro e incluso de derecha, en algunos de los cuales la izquierda es el elemento aglutinador.
Entre los factores que explican tal abanico político en la región, las fuentes mencionan el acumulado de las luchas populares libradas en las últimas décadas, la defensa de los derechos humanos y el aumento de la conciencia, organización y movilización, social y política, registrado en el combate contra el neoliberalismo.
Visite nuestro especial sobre integración latinoamericana y caribeña, con información de contexto acerca de este importante evento regional.
Al respecto, el politólogo cubano Roberto Regalado opina que la izquierda en el área está conformada por tendencias revolucionarias y reformistas que coexisten en el ámbito de los grandes partidos, movimientos y coaliciones políticas, dentro de los cuales libran una lucha ideológica que se manifiesta en términos de anticapitalismo o posliberalismo.
El experto alerta que esas corrientes políticas acceden al gobierno de acuerdo con las reglas de la "democracia capitalista", incluido el respeto de la alternabilidad, en este caso con la derecha neoliberal, la cual, desde la oposición obstaculiza y, si regresa al gobierno, puede revertir las políticas sociales de las administraciones antecesoras.
Así, en el entorno más cercano a la Cumbre de La Habana, el triunfo de las fuerzas del chavismo (seguidores de Hugo Chávez, 1954-2013), con el Gran Polo Patriótico, en las elecciones municipales de diciembre último en Venezuela y el consiguiente espaldarazo al presidente Nicolás Maduro, devino factor relevante para las fuerzas progresistas en la región.
Otro tanto ha significado el retorno a La Moneda de Michelle Bachelet como actual presidenta electa de Chile con el movimiento Nueva Mayoría, quien desbancó en la segunda vuelta a la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, en las elecciones del pasado año.
Los gobiernos de Evo Morales (Movimiento al Socialismo), en Bolivia, y de Rafael Correa (Alianza país), en Ecuador, con crecimientos económicos sostenidos y el derrame de sus beneficios en programas sociales, muestran un camino que nada tiene que ver con la corriente neoliberal gobernante en la década perdida de los años noventa del siglo pasado.
En tanto, Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores, en Brasil, da continuidad al programa político de Luiz Inácio Lula da Silva y ha colocado al gigante sudamericano en el rango de potencia emergente mundial y ha cosechado importantes avances en materia social.
En Uruguay, el izquierdista Frente Amplio aspira a que el actual mandatario José Mujica entregue nuevamente el mando a su compañero de partido Tabaré Vázquez en la venidera contienda electoral.
Mientras, en la vecina Argentina, Cristina Fernández, desde 2007 en que asumió como mandataria con un gobierno de corte progresista, ha sorteado, al parecer hasta ahora con éxito, los continuos temporales provocados desde la oposición derechista, poderosa y tenaz.
Paraguay retornó al sendero democrático con la elección de Horacio Cortés, del Partido Colorado, en agosto último, tras el derrocamiento parlamentario del progresista Fernando Lugo, del Frente Iguazú, en junio de 2012.
En tanto Ollanta Humala, quien llegó a la presidencia por la alianza electoral Gana Perú en 2011 se ha ajustado a las normas dictadas por la concertación con la fuerte oligarquía nacional, aseveran politólogos.
Por su parte, el colombiano Juan Manuel Santos ha centrado sus esfuerzos en lograr un acuerdo de paz con la principal fuerza de la insurgencia guerrillera, las FARC-EP, para poner fin a más de medio siglo de conflicto armado.
Al parecer, espera que el proceso de diálogos emprendido en La Habana desde 2012 le abra el camino para su reelección, pese a los ingentes esfuerzos oposicionistas de extrema derecha liderada por el ex presidente Rafael Uribe (2002-2006) y (2006-2010).
El anuncio de que en breve comenzará a construirse el canal interoceánico en Nicaragua, pudiera indicar que Daniel Ortega sienta las bases para una larga temporada de gobierno sandinista en ese país. Analistas conjeturan que de ser así, la noticia, en perspectiva, tendría una fuerte incidencia política en el escenario centroamericano.
La elección de Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, en la contienda presidencial del pasado año en Honduras, dejó el ambiente político enrarecido por las acusaciones de fraude, según analistas.
Al mismo tiempo patentizó que la izquierda hoy es allí una fuerza de consideración apoyada por un amplio y combativo movimiento popular que resiste presiones de todo tipo, tras el golpe de Estado al liberal Manuel Zelaya en junio de 2009, quien orientó su gobierno hacia la izquierda e incorporó al país a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba).
Los pronósticos de que en liza electoral del 2 de febrero próximo el Frente Farabundo Martí podría ratificarse como gobierno en El Salvador y los vaticinios de que la izquierda en Costa Rica estaría en condiciones de entrar en la disputa por la presidencia a los dos partidos tradicionales que se han alternado el mando en la nación centroamericana, son también indicadores de la tendencia señalada, de acuerdo a especialistas en el tema.
En Panamá, el gobierno del empresario Ricardo Martinelli, del partido Cambio Democrático, ha mantenido su orientación política hacia la derecha y de compromiso con Estados Unidos, excluido, junto a Canadá, de la Celac, mientras la izquierda tradicional luce desgastada por problemas internos, según los estudiosos consultados.
En Guatemala, por su parte, el gobierno de orientación centroderecha de Otto Pérez Molina, del Partido Patriota, trata de navegar cautelosamente por las aguas de un pasado marcado por una brutal represión, en tanto se aferra a las recetas neoliberales, coinciden analistas.
A su vez, en México, el gobierno de Enrique Peña Nieto busca recuperarse del desgaste en que ha sumido al país la guerra contra el narcotráfico, erigido en un poderoso y temido poder, en tanto mantiene la opción neoliberal de desarrollo, como apunta, según observadores, la aprobación en 2013 de la ley que deja sin efecto la soberanía nacional sobre su principal riqueza: los hidrocarburos.
En el concierto de naciones del Caribe, el gobierno de Michel Martellí, intenta subvertir la pobreza secular de Haití, agravada tras el devastador terremoto de enero de 2010, que constituye el gran problema político a resolver. Para ello cuenta con un sólido respaldo de Cuba y otros países del área, sobre todo en materia de salud.
El gobierno de centroizquierda de Danilo Medina, en República Dominicana, se esfuerza por mantener lo que los analistas califican de "equilibrio político precario" en un país marcado por los grandes contrastes sociales y la pobreza, situación que se ha visto agravada con la intensificación de la tradicional inmigración haitiana.
El resto de los países del Caribe insular mantienen su tradicional concertación política como factor de unidad y garante de su independencia, en medio de la creciente vulnerabilidad ante la inevitable acción del cambio climático como amenaza principal.
Si bien estos pequeños Estados mantienen lazos sustantivos con sus antiguas metrópolis, hacen causa común con las tendencias izquierdistas del resto de la región. Así lo patentiza su activa participación integracionista en Patrocaribe y la incorporación de varios de ellos al Alba.
Por su parte, Cuba continúa inmersa en su pausado proceso de cambios en búsqueda de un "socialismo próspero y sostenible". Lo hace en medio de una aguda crisis económica causada por el bloqueo estadounidense y los graves problemas generados por el modelo político verticalista y burocrático que trata de revertir.
En suma, el tablero de ajedrez político de América Latina y el Caribe estará abierto en La Habana en busca de hacer posible la unidad dentro de la diversidad. Para analistas, el gran desafío apunta a trascender las declaraciones e impulsar una integración que vaya realmente por encima de las diferencias ideológicas y el mayor o menor nivel de desarrollo económico de las 33 naciones que conforman Celac.
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