Por Isaura Diez Millán*
La Habana (PL) Imagine que pueda eliminar de su mente un mal recuerdo a la misma velocidad del chasquido de los dedos. Hay personas que alegan que incluso los malos momentos en la vida definen la personalidad de cada uno. O sea, muestro yo actual es producto de las buenas y malas experiencias vividas.
Sin embargo, resulta muy atractiva la posibilidad de eliminar lo no deseado, sobre todo si se trata de recuerdos traumáticos vinculados, por ejemplo, con guerras o accidentes.
Sobre el tema, investigadores de diferentes partes del orbe han propuesto en los últimos meses una serie de estudios que buscan hacer realidad esta idea.
Una de los más recientes es el dado a conocer hace pocos días por la revista especializada Cell. En el artículo un grupo de expertos afirma que los fármacos denominados inhibidores de la histona deacetilasa (HDACis) mejoran la capacidad del cerebro para reemplazar recuerdos traumáticos por otros nuevos.
Los científicos llegaron a esta conclusión tras una investigación preclínica con ratones realizada en el Instituto para el Aprendizaje y la Memoria del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Estados Unidos.
Varios analistas han coincidido en que este estudio abre nuevas vías para tratar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros problemas de ansiedad.
En la actualidad se emplea la psicoterapia para tratar estos problemas, sin embargo no siempre funciona, sobre todo si los acontecimientos traumáticos ocurrieron muchos años antes del tratamiento.
Por otro lado, recientemente la revista científica Nature publicó que existe una manera de eliminar los recuerdos dolorosos o no deseados a través de una intervención médica con el uso de descargas eléctricas.
Este tipo de terapia estimula las convulsiones y hace pasar una corriente eléctrica a través del cerebro por medio de electrodos colocados en el cuero cabelludo.
A pesar de sugerencias como estas, muchos expertos consideran que la clave de eliminar memorias desagradables debe ser el proceso de sustitución de los viejos recuerdos con otros nuevos.
De hecho, un equipo de científicos descubrió el gen denominado Tet 1, responsable del borrado de los recuerdos en el cerebro, según la publicación especializada Neuron.
Durante un estudio, los investigadores compararon el comportamiento de los ratones que tenían el Tet1 con el actuar de ratones a los que se les había extraído este gen.
El experimento consistía en colocar a dos conjuntos en una jaula donde los animales recibían una suave descarga eléctrica y de esta forma, ambos grupos se acostumbraron a asociar la jaula con el dolor.
Cuando los científicos volvieron a colocar a los ratones en la misma jaula, pero sin la descarga eléctrica, se vio que los que tenían el gen Tet1 no demostraban miedo, mientras que el otro grupo se ponía nervioso.
Expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Estados Unidos, consideran que una terapia con este gen en el futuro podría ayudar también a los adictos a las drogas y al alcohol.
Pero si narcodependientes se trata, hace cinco meses atrás científicos del Scripps Research Institute, en Estados Unidos, anunciaron que lograron por primera vez quitar del cerebro de roedores recuerdos no deseados relacionados con los efectos de las drogas.
El experimento estaba asociado a la metanfetamina, neurotransmisor que se involucra en las zonas cerebrales de recompensa y placer, así como en la capacidad de modificar las células nerviosas ligadas a la formación de los recuerdos.
Otros estudios publicados en Nature sostienen que para eliminar un recuerdo, en teoría, basta con silenciar aquella neurona que atesora la huella que ha dejado en el cerebro un mal momento.
Aunque la ciencia avanza en este campo del conocimiento, sus tesis aún son muy jóvenes y la realidad de un ensayo como este en personas no se encuentra próxima.
La psicoterapia todavía parece ser el mejor camino para enfrentar los malos recuerdos, pero cuando llegue la otra opción, habría que ver cuánto estamos dispuestos a sacrificar de nuestra personalidad al eliminar una mala experiencia.
*La autora es periodista de Prensa Latina
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