Julio A. Díaz Vázquez es un veterano investigador de los sistemas socialistas históricos, así como de la economía de China, de Vietnam y de otros países asiáticos. Hablamos sobre similitudes y diferencias entre estas experiencias y las del propio modelo socialista de Cuba en transformación.
Texto publicado en el nº 27 de Cubainformación papel - Invierno 2014
Ver la entrevista íntegra en vídeo
- Titulabas unos de tus trabajos recientes “¿Es aplicable el modelo chino o vietnamita en Cuba?” ¿Qué nos podrías comentar sobre esto?
- Ha habido una corriente, tanto en nuestro país como en el exterior, que ve en el intento de Cuba de actualizar su modelo económico, similitudes con los modelos chino o vietnamita.
Esto no es objetivo, por muchas razones. El modelo chino parte de la especificidad de China. Nosotros somos tropicales, con una mezcla de andaluces, gallegos, africanos, canarios... Creo que Cuba, como China, Vietnam u otros países que intenten superar la sociedad burguesa, tiene que crear su propio modelo.
Y digo modelo y no sistema, algo que es una confusión muy común aquí en Cuba. El capitalismo tiene distintos modelos, y eso se reconoce: el modelo japonés no se parece al modelo anglosajón. Por ello, más que hablar de derrumbe de un sistema hay que hablar de derrumbe de un modelo.
Hay que hablar del socialismo en el siglo XXI, socialismo no del siglo XXI. Y este socialismo en el siglo XXI tiene que recoger sin duda la experiencia del siglo XX.
En ese contexto, traté de dejar claro que Cuba tenía que buscar las formas propias en que se resuelven sus propios problemas. El pueblo chino está en ese proceso, para lograr mejorar su nivel de vida, y el vietnamita está en ese mismo proceso.
El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) planteó que la planificación tiene que darle entrada al mercado, pero no a la economía de mercado. En ese contexto, es bueno estudiar las experiencias vietnamita y china: lo positivo que les ha aportado el mercado, y lo negativo también, para no repetir sus errores.
Vamos pasando de un modelo centralizado a uno descentralizado. Hay toda una acumulación cultural, en la que el mercado era un demonio. De pronto entras en ese mercado, pero no tienes basamento jurídico, económico y financiero. Ni tampoco psicológico, porque es fundamental liberar las mentes. Más de dos generaciones en Cuba se han educado fuera del mercado.
Está también un factor importante: cierto rompimiento de una sociedad que se desarrolló cerrada en términos de mercado y de pronto se abre, y en la que hay una parte importante de esa población que ve venirse al suelo sus valores y se sienten desorientados.
Hablamos mucho en Cuba de eliminar el secretismo, hay que reconocer que el modelo por el que hemos transitado más de 50 años tiene una forma de unificar el pensamiento económico, político y social de la sociedad. Tenemos que reconocer que la sociedad se ha hecho algo más compleja, con nuevas contradicciones, pero que no tienen que ser antagónicas.
- Afirmas que el mercado, por naturaleza, no es ni capitalista ni socialista.
- Eso es cierto, ese es otro mensaje que proviene del capitalismo, que permanentemente nos está diciendo que el mercado es capitalista. En la etapa en que existía la URSS y los países del llamado “mundo socialista”, para diferenciarlos del capitalismo se introdujeron los términos antagónicos “economía de libre mercado” y “economía planificada”. Ahí ya hay un mensaje claro: estamos identificando el mercado con el capitalismo.
Pero ¿cuándo apareció el mercado en la Historia? Cuando se encontraban dos tribus, había excedentes y los intercambiaban. No podemos analizar el capitalismo fuera del mercado, pero podemos analizar el mercado fuera del capitalismo. En ese sentido hago la distinción de que no se trata de introducir una economía de mercado, sino de incorporar el mercado como un instrumento para ayudar a regular las relaciones económicas.
Hablo de sustituir al capitalismo, no de destruirlo. Marx no planteaba que había que destruir el capitalismo, al contrario, a partir del capitalismo, superarlo. Y esa superación en mi criterio tiene que tener dos condiciones.
Primera, ser más eficiente. Esto plantea el desarrollo de la productividad del trabajo, cómo planteó Lenin. Lo decisivo para que una forma de sociedad se imponga es que desarrolle una productividad del trabajo mayor. Y el capitalismo desarrolló una productividad mayor que el feudalismo.
Segundo, lo otro que tiene que aportar esa sociedad que supere al capitalismo es más democracia, ser un modelo más democrático. Nosotros estamos en el debate de cómo hacer una sociedad más democrática. Como decía Engels, en esa sociedad se deben intercambiar muchos criterios, muchos intereses, para al final prevalecer algo nuevo que tendrá de todos y no será de ninguno.
En el casos de China, reforma y apertura comenzaron por los líderes históricos. Creo que son estos líderes históricos los que tienen que trazar las líneas generales de por dónde vamos a encarrilar nuestro perfeccionamiento, nuestra actualización del modelo económico, político y social.
Esto debe de hacerse sin olvidar a quienes tenemos enfrente. Porque, evidentemente, EEUU, en su política con respecto a Cuba y América Latina tiene una constante: no puede existir un proyecto de desarrollo social que no sea santificado por ellos.
La estructura de poder de EEUU, cualquiera que sea, republicana o demócrata, va a tratar siempre de subvertir el proceso que iniciamos en 1959. Hace años un ministro de Relaciones Exteriores de China planteaba que China reconocía potencias hegemónicas, pero afirmaba que China rechazaba las posturas hegemónicas. Me sigue pareciendo muy sensato ese enfoque. Y cualquier rumbo que tome EEUU tendrá que contar con la sociedad china, puesto que China marcha a la vanguardia con respecto al desarrollo científico–técnico. Porque, por grande y poderosa que sea una sociedad, no puede monopolizar este proceso científico–técnico.
- Las reformas en China y en Vietnam comienzan con la transformación del modelo agrícola. ¿Eso sí podría ser una similitud con el caso cubano?
- La Revolución Industrial en Inglaterra comenzó también por cambios en la agricultura. Sin aumentar la productividad del trabajo en la agricultura, no puede plantearse un esquema de desarrollo social. En el caso nuestro, los intentos que hicimos, bajo el modelo anterior, de transformar la agricultura y convertirla, mediante un modelo industrializado y de amplias extensiones, en algo avanzado, no dieron los resultados esperados. Hoy, las investigaciones demuestran que tienen mayor eficiencia los productores individuales, después las cooperativas y después las empresas estatales.
En el caso de China no fue así, ya que partían de una situación de déficit agrario. Al empezar por reformar, modernizar y potenciar la agricultura, entre 1979 y 1984 se dio la posibilidad de que la masa mayor de habitantes de China aumentara su nivel de vida.
Cuba era un país agrario, pero no un país campesino: ahí está la diferencia con China. La sociedad cubana, en 1959, no tenía núcleos humanos al margen de la relación monetaria mercantil. No es el caso de China ni de Vietnam, ese es otro factor a subrayar. Aunque, insisto, en Cuba hay que dar el salto en la agricultura.
- ¿Cuál es el papel del Partido Comunista en el proceso de reformas en China y en la transformación cubana?
- Las experiencias china y vietnamita demuestran que reformar o actualizar el modelo requiere de una unidad política, encarnada por el Partido. No se puede perder de vista la sentencia de Marx que decía: “que cuando el ser humano transforma la naturaleza, se transforma a sí mismo”. Y si la política del Partido lleva a transformar las relaciones económicas, políticas y sociales, al final tendrá que también enfrentar el problema de las transformaciones políticas.
Evidentemente, no se puede dirigir una sociedad de forma centralizada. Planteamos en Cuba que vamos a conjugar planificación y mercado. Esto va a traer como consecuencia que aparecerán en la sociedad distintos intereses, no antagónicos, a los que hay que darles su espacio. El Partido tendrá que transformar sus métodos para relacionarse con esto. Cuando algunos compañeros me plantean si las transformaciones en China van a llevar a que aparezca al multipartidismo, yo respondo que puede existir un solo partido, lo que no puede ese partido es proyectarse hacia la sociedad con el antiguo modelo soviético.
Los vietnamitas, por razones muy específicas, han avanzado mucho más que los chinos; pero los chinos están reconociendo que tienen que introducir nuevos enfoques, nuevas formas de relacionarse con la sociedad.
¿Por dónde empezar en el caso nuestro? Siempre será por la política, y así lo estamos haciendo. Pero esa política debe estar encaminada, primero que todo, a dar un vuelco en el plano económico. Empezamos por las transformaciones en el campo, y después aparecerán otras formas. Correos y Telégrafos de Cuba, por ejemplo, va a seguir un modelo de empresa estatal muy similar al que se está aplicando en la industria azucarera. Estará presente el Estado, pero será sobre otras bases de mayor autonomía y flexibilidad.
Por eso defiendo que hay que desarrollar los 313 lineamientos que se aprobaron en el congreso del Partido Comunista de Cuba, que no a todos nos va a satisfacer, porque hay limitaciones. Tenemos que encaminarnos paulatinamente, tal como siguieron los modelos chino y vietnamita, paso a paso, hacia una sociedad “normal”. Cuando digo sociedad “normal”, retomo a Marx, que planteó que las sociedades se desarrollan de forma histórica natural.
¿Qué se puede hacer para perfeccionarla? Crear nuevos valores, a través de los medios de comunicación, de la enseñanza... Por eso me cuestiono, como estudioso del socialismo, la experiencia soviética que hablaba de la “construcción del socialismo”. Una sociedad no puede construirse ladrillo a ladrillo, es algo mucho más complejo. Y por eso le rindo pleitesía al Che, él defendía la importancia de estudiar la experiencia soviética, tratando de separar lo que era apología de lo que era ciencia. Separar qué es realmente científico. Soy defensor de que la academia, tiene que incorporarse a ese perfeccionamiento de la sociedad, pero para estar por delante de la sociedad, para prever, abrir nuevos caminos, no como en el modelo soviético, donde una cúpula tomaba la decisión y después la ciencia le daba forma.
Nosotros necesitamos teorizar o darle fundamento. Los chinos lo hicieron diciendo que están en la etapa primaria del socialismo. Nosotros tendremos que investigar y dar fundamento teórico a nuestra propia experiencia. Es uno de los retos que tienen las Ciencias Sociales cubanas y en particular la Economía.
Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción/redacción: Majela ZAYAS
Texto publicado en el nº 27 de Cubainformación papel - Invierno 2014
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- Titulabas unos de tus trabajos recientes “¿Es aplicable el modelo chino o vietnamita en Cuba?” ¿Qué nos podrías comentar sobre esto?
- Ha habido una corriente, tanto en nuestro país como en el exterior, que ve en el intento de Cuba de actualizar su modelo económico, similitudes con los modelos chino o vietnamita.
Esto no es objetivo, por muchas razones. El modelo chino parte de la especificidad de China. Nosotros somos tropicales, con una mezcla de andaluces, gallegos, africanos, canarios... Creo que Cuba, como China, Vietnam u otros países que intenten superar la sociedad burguesa, tiene que crear su propio modelo.
Y digo modelo y no sistema, algo que es una confusión muy común aquí en Cuba. El capitalismo tiene distintos modelos, y eso se reconoce: el modelo japonés no se parece al modelo anglosajón. Por ello, más que hablar de derrumbe de un sistema hay que hablar de derrumbe de un modelo.
Hay que hablar del socialismo en el siglo XXI, socialismo no del siglo XXI. Y este socialismo en el siglo XXI tiene que recoger sin duda la experiencia del siglo XX.
En ese contexto, traté de dejar claro que Cuba tenía que buscar las formas propias en que se resuelven sus propios problemas. El pueblo chino está en ese proceso, para lograr mejorar su nivel de vida, y el vietnamita está en ese mismo proceso.
El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) planteó que la planificación tiene que darle entrada al mercado, pero no a la economía de mercado. En ese contexto, es bueno estudiar las experiencias vietnamita y china: lo positivo que les ha aportado el mercado, y lo negativo también, para no repetir sus errores.
Vamos pasando de un modelo centralizado a uno descentralizado. Hay toda una acumulación cultural, en la que el mercado era un demonio. De pronto entras en ese mercado, pero no tienes basamento jurídico, económico y financiero. Ni tampoco psicológico, porque es fundamental liberar las mentes. Más de dos generaciones en Cuba se han educado fuera del mercado.
Está también un factor importante: cierto rompimiento de una sociedad que se desarrolló cerrada en términos de mercado y de pronto se abre, y en la que hay una parte importante de esa población que ve venirse al suelo sus valores y se sienten desorientados.
Hablamos mucho en Cuba de eliminar el secretismo, hay que reconocer que el modelo por el que hemos transitado más de 50 años tiene una forma de unificar el pensamiento económico, político y social de la sociedad. Tenemos que reconocer que la sociedad se ha hecho algo más compleja, con nuevas contradicciones, pero que no tienen que ser antagónicas.
- Afirmas que el mercado, por naturaleza, no es ni capitalista ni socialista.
- Eso es cierto, ese es otro mensaje que proviene del capitalismo, que permanentemente nos está diciendo que el mercado es capitalista. En la etapa en que existía la URSS y los países del llamado “mundo socialista”, para diferenciarlos del capitalismo se introdujeron los términos antagónicos “economía de libre mercado” y “economía planificada”. Ahí ya hay un mensaje claro: estamos identificando el mercado con el capitalismo.
Pero ¿cuándo apareció el mercado en la Historia? Cuando se encontraban dos tribus, había excedentes y los intercambiaban. No podemos analizar el capitalismo fuera del mercado, pero podemos analizar el mercado fuera del capitalismo. En ese sentido hago la distinción de que no se trata de introducir una economía de mercado, sino de incorporar el mercado como un instrumento para ayudar a regular las relaciones económicas.
Hablo de sustituir al capitalismo, no de destruirlo. Marx no planteaba que había que destruir el capitalismo, al contrario, a partir del capitalismo, superarlo. Y esa superación en mi criterio tiene que tener dos condiciones.
Primera, ser más eficiente. Esto plantea el desarrollo de la productividad del trabajo, cómo planteó Lenin. Lo decisivo para que una forma de sociedad se imponga es que desarrolle una productividad del trabajo mayor. Y el capitalismo desarrolló una productividad mayor que el feudalismo.
Segundo, lo otro que tiene que aportar esa sociedad que supere al capitalismo es más democracia, ser un modelo más democrático. Nosotros estamos en el debate de cómo hacer una sociedad más democrática. Como decía Engels, en esa sociedad se deben intercambiar muchos criterios, muchos intereses, para al final prevalecer algo nuevo que tendrá de todos y no será de ninguno.
En el casos de China, reforma y apertura comenzaron por los líderes históricos. Creo que son estos líderes históricos los que tienen que trazar las líneas generales de por dónde vamos a encarrilar nuestro perfeccionamiento, nuestra actualización del modelo económico, político y social.
Esto debe de hacerse sin olvidar a quienes tenemos enfrente. Porque, evidentemente, EEUU, en su política con respecto a Cuba y América Latina tiene una constante: no puede existir un proyecto de desarrollo social que no sea santificado por ellos.
La estructura de poder de EEUU, cualquiera que sea, republicana o demócrata, va a tratar siempre de subvertir el proceso que iniciamos en 1959. Hace años un ministro de Relaciones Exteriores de China planteaba que China reconocía potencias hegemónicas, pero afirmaba que China rechazaba las posturas hegemónicas. Me sigue pareciendo muy sensato ese enfoque. Y cualquier rumbo que tome EEUU tendrá que contar con la sociedad china, puesto que China marcha a la vanguardia con respecto al desarrollo científico–técnico. Porque, por grande y poderosa que sea una sociedad, no puede monopolizar este proceso científico–técnico.
- Las reformas en China y en Vietnam comienzan con la transformación del modelo agrícola. ¿Eso sí podría ser una similitud con el caso cubano?
- La Revolución Industrial en Inglaterra comenzó también por cambios en la agricultura. Sin aumentar la productividad del trabajo en la agricultura, no puede plantearse un esquema de desarrollo social. En el caso nuestro, los intentos que hicimos, bajo el modelo anterior, de transformar la agricultura y convertirla, mediante un modelo industrializado y de amplias extensiones, en algo avanzado, no dieron los resultados esperados. Hoy, las investigaciones demuestran que tienen mayor eficiencia los productores individuales, después las cooperativas y después las empresas estatales.
En el caso de China no fue así, ya que partían de una situación de déficit agrario. Al empezar por reformar, modernizar y potenciar la agricultura, entre 1979 y 1984 se dio la posibilidad de que la masa mayor de habitantes de China aumentara su nivel de vida.
Cuba era un país agrario, pero no un país campesino: ahí está la diferencia con China. La sociedad cubana, en 1959, no tenía núcleos humanos al margen de la relación monetaria mercantil. No es el caso de China ni de Vietnam, ese es otro factor a subrayar. Aunque, insisto, en Cuba hay que dar el salto en la agricultura.
- ¿Cuál es el papel del Partido Comunista en el proceso de reformas en China y en la transformación cubana?
- Las experiencias china y vietnamita demuestran que reformar o actualizar el modelo requiere de una unidad política, encarnada por el Partido. No se puede perder de vista la sentencia de Marx que decía: “que cuando el ser humano transforma la naturaleza, se transforma a sí mismo”. Y si la política del Partido lleva a transformar las relaciones económicas, políticas y sociales, al final tendrá que también enfrentar el problema de las transformaciones políticas.
Evidentemente, no se puede dirigir una sociedad de forma centralizada. Planteamos en Cuba que vamos a conjugar planificación y mercado. Esto va a traer como consecuencia que aparecerán en la sociedad distintos intereses, no antagónicos, a los que hay que darles su espacio. El Partido tendrá que transformar sus métodos para relacionarse con esto. Cuando algunos compañeros me plantean si las transformaciones en China van a llevar a que aparezca al multipartidismo, yo respondo que puede existir un solo partido, lo que no puede ese partido es proyectarse hacia la sociedad con el antiguo modelo soviético.
Los vietnamitas, por razones muy específicas, han avanzado mucho más que los chinos; pero los chinos están reconociendo que tienen que introducir nuevos enfoques, nuevas formas de relacionarse con la sociedad.
¿Por dónde empezar en el caso nuestro? Siempre será por la política, y así lo estamos haciendo. Pero esa política debe estar encaminada, primero que todo, a dar un vuelco en el plano económico. Empezamos por las transformaciones en el campo, y después aparecerán otras formas. Correos y Telégrafos de Cuba, por ejemplo, va a seguir un modelo de empresa estatal muy similar al que se está aplicando en la industria azucarera. Estará presente el Estado, pero será sobre otras bases de mayor autonomía y flexibilidad.
Por eso defiendo que hay que desarrollar los 313 lineamientos que se aprobaron en el congreso del Partido Comunista de Cuba, que no a todos nos va a satisfacer, porque hay limitaciones. Tenemos que encaminarnos paulatinamente, tal como siguieron los modelos chino y vietnamita, paso a paso, hacia una sociedad “normal”. Cuando digo sociedad “normal”, retomo a Marx, que planteó que las sociedades se desarrollan de forma histórica natural.
¿Qué se puede hacer para perfeccionarla? Crear nuevos valores, a través de los medios de comunicación, de la enseñanza... Por eso me cuestiono, como estudioso del socialismo, la experiencia soviética que hablaba de la “construcción del socialismo”. Una sociedad no puede construirse ladrillo a ladrillo, es algo mucho más complejo. Y por eso le rindo pleitesía al Che, él defendía la importancia de estudiar la experiencia soviética, tratando de separar lo que era apología de lo que era ciencia. Separar qué es realmente científico. Soy defensor de que la academia, tiene que incorporarse a ese perfeccionamiento de la sociedad, pero para estar por delante de la sociedad, para prever, abrir nuevos caminos, no como en el modelo soviético, donde una cúpula tomaba la decisión y después la ciencia le daba forma.
Nosotros necesitamos teorizar o darle fundamento. Los chinos lo hicieron diciendo que están en la etapa primaria del socialismo. Nosotros tendremos que investigar y dar fundamento teórico a nuestra propia experiencia. Es uno de los retos que tienen las Ciencias Sociales cubanas y en particular la Economía.
Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción/redacción: Majela ZAYAS
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