CADA AÑO, EN EL DISCURSO
DEL ESTADO DE LA UNIÓN, EL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE EXPLICA SUS
PRIORIDADES ANTE EL CONGRESO. FOTO: EFE
El Discurso del Estado de la Unión, que prometía ser sobre la desigualdad, se convirtió en una especie de advertencia a los congresistas
DALIA GONZÁLEZ DELGADO
Justo el día en que los líderes de América Latina y el Caribe discutían en La Habana cómo combatir el hambre, la pobreza y las desigualdades en la región, el presidente norteamericano, Barack Obama, prometía un discurso sobre las diferencias sociales en su país. Pero a diferencia de lo ocurrido en la II Cumbre de la CELAC, la realidad en Washington no superó las expectativas.
Para el "Discurso del Estado de la Unión", el 28 de enero pasado, la Casa Blanca había adelantado que el tema central sería la desigualdad, lo cual ha vuelto a formar parte de la agenda política de los dos principales partidos, con la vista puesta en las elecciones legislativas de noviembre. Finalmente, en una intervención de casi una hora, Obama solo utilizó la palabra "desigualdad" tres veces.
Esos discursos son siempre muy esperados, pues se supone que en ellos el mandatario establece una agenda de prioridades para el año. Pero con una lista de promesas sin cumplir, hubo pocas novedades. Pareciera que el propio Obama ha bajado su confianza en lo que pudiera constituir "su legado".
Evitando hablar de desigualdad, prefirió centrarse en las "oportunidades para la clase media". Así, su disertación excluyó de facto a los casi 50 millones de estadounidenses que viven en la pobreza.
"Después de cuatro años de crecimiento económico, las ganancias corporativas y los precios bursátiles casi nunca han estado tan altos y aquellos en la cima nunca han tenido más éxito —afirmó—. Pero los salarios promedio casi no se han movido".
"La desigualdad se ha acentuado", manifestó, y ahí acabó ese tema. No especificó que entre el 2009 y el 2012, los ingresos del 1 % más rico crecieron un 31,4 %, según un reciente estudio de la Universidad de Berkeley, California. Mientras, los ingresos del otro 99 % solo crecieron un 0,4 %. En el 2012, el 10 % más adinerado se llevó cerca de la mitad de los ingresos totales del país.
Este, como otros discursos de Obama, fue llover sobre mojado. Se refirió a la independencia energética, al cambio climático, a la reforma de salud; y aunque priorizó la agenda doméstica, no dejó de mencionar su compromiso con el gobierno de Israel, y su intención de lograr una solución negociada al conflicto con Irán.
El énfasis estuvo puesto no en alguna medida en particular, sino en el enfoque que dijo que seguirá para gobernar. "Estoy deseoso de trabajar con todos ustedes —señaló a los congresistas—. Sin embargo, Estados Unidos no se detendrá ni yo tampoco. Así que donde sea y cuando sea que pueda dar un paso sin legislación para ampliar las oportunidades para más familias que viven en Estados Unidos, eso es lo que voy a hacer".
Visiblemente cansado de un Congreso hostil, ya había anunciado a comienzos de enero que este sería "un año de acción". "Tengo un bolígrafo y un teléfono", aseveró en un encuentro con su gabinete, haciendo alusión a que firmará siempre que sea posible más órdenes ejecutivas.
"Tengo el propósito de seguir intentando ayudar a evitar que le ocurran más tragedias a gente inocente en cines, centros comerciales o escuelas como Sandy Hook. Y lo haré con o sin ayuda del Congreso", advirtió en el discurso la semana pasada.
Pero Obama, profesor de Derecho Constitucional, debe saber que aunque esos decretos ejecutivos son legalmente vinculantes, tienen un alcance limitado.
Por eso, cuando se refirió a la reforma migratoria sí pidió el apoyo del Congreso. "Es hora de responder al llamado de nuestros líderes empresariales, líderes laborales, líderes espirituales y de cumplimiento del orden público para arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona".
El proyecto de reforma fue aprobado en junio pasado en el Senado, pero está estancado en la Cámara de Representantes. En el 2012, previo a las elecciones presidenciales, Obama utilizó su poder para suspender las deportaciones de un grupo de jóvenes indocumentados y abrirles el camino para la solicitud de permisos de trabajo.
En otro momento de su alocución, el jefe de la Casa Blanca reiteró que ya es momento de cerrar la cárcel de la Base Naval de Guantánamo, pero también para eso necesitará del amparo de los legisladores. "Este es el año indicado para que el Congreso levante las restricciones remanentes para los traslados de prisioneros y para que cerremos la prisión", dijo.
Tanto el cierre de la cárcel ilegal como la reforma migratoria son promesas sin cumplir que Obama ha arrastrado desde que se lanzó como candidato en el 2008. Asuntos pendientes como esos han desgastado su capital político, y hacen que muchos se cuestionen su capacidad de gestión. Según encuestas recientes, solo cuenta con el 43 % de aprobación entre el electorado.
Así, después de un 2013 difícil, marcado por el escándalo de espionaje y la oposición del Congreso, este sexto año de mandato ha comenzado con muy bajas expectativas en comparación con el 2009, cuando el primer mandatario afroamericano arribó a la Casa Blanca en la cima de un movimiento que proclamaba el cambio como consigna. Ahora, luego de tropiezos y frustraciones, insiste apenas en completar o consolidar lo que fue pospuesto o ha quedado inconcluso.
DALIA GONZÁLEZ DELGADO
Justo el día en que los líderes de América Latina y el Caribe discutían en La Habana cómo combatir el hambre, la pobreza y las desigualdades en la región, el presidente norteamericano, Barack Obama, prometía un discurso sobre las diferencias sociales en su país. Pero a diferencia de lo ocurrido en la II Cumbre de la CELAC, la realidad en Washington no superó las expectativas.
Para el "Discurso del Estado de la Unión", el 28 de enero pasado, la Casa Blanca había adelantado que el tema central sería la desigualdad, lo cual ha vuelto a formar parte de la agenda política de los dos principales partidos, con la vista puesta en las elecciones legislativas de noviembre. Finalmente, en una intervención de casi una hora, Obama solo utilizó la palabra "desigualdad" tres veces.
Esos discursos son siempre muy esperados, pues se supone que en ellos el mandatario establece una agenda de prioridades para el año. Pero con una lista de promesas sin cumplir, hubo pocas novedades. Pareciera que el propio Obama ha bajado su confianza en lo que pudiera constituir "su legado".
Evitando hablar de desigualdad, prefirió centrarse en las "oportunidades para la clase media". Así, su disertación excluyó de facto a los casi 50 millones de estadounidenses que viven en la pobreza.
"Después de cuatro años de crecimiento económico, las ganancias corporativas y los precios bursátiles casi nunca han estado tan altos y aquellos en la cima nunca han tenido más éxito —afirmó—. Pero los salarios promedio casi no se han movido".
"La desigualdad se ha acentuado", manifestó, y ahí acabó ese tema. No especificó que entre el 2009 y el 2012, los ingresos del 1 % más rico crecieron un 31,4 %, según un reciente estudio de la Universidad de Berkeley, California. Mientras, los ingresos del otro 99 % solo crecieron un 0,4 %. En el 2012, el 10 % más adinerado se llevó cerca de la mitad de los ingresos totales del país.
Este, como otros discursos de Obama, fue llover sobre mojado. Se refirió a la independencia energética, al cambio climático, a la reforma de salud; y aunque priorizó la agenda doméstica, no dejó de mencionar su compromiso con el gobierno de Israel, y su intención de lograr una solución negociada al conflicto con Irán.
El énfasis estuvo puesto no en alguna medida en particular, sino en el enfoque que dijo que seguirá para gobernar. "Estoy deseoso de trabajar con todos ustedes —señaló a los congresistas—. Sin embargo, Estados Unidos no se detendrá ni yo tampoco. Así que donde sea y cuando sea que pueda dar un paso sin legislación para ampliar las oportunidades para más familias que viven en Estados Unidos, eso es lo que voy a hacer".
Visiblemente cansado de un Congreso hostil, ya había anunciado a comienzos de enero que este sería "un año de acción". "Tengo un bolígrafo y un teléfono", aseveró en un encuentro con su gabinete, haciendo alusión a que firmará siempre que sea posible más órdenes ejecutivas.
"Tengo el propósito de seguir intentando ayudar a evitar que le ocurran más tragedias a gente inocente en cines, centros comerciales o escuelas como Sandy Hook. Y lo haré con o sin ayuda del Congreso", advirtió en el discurso la semana pasada.
Pero Obama, profesor de Derecho Constitucional, debe saber que aunque esos decretos ejecutivos son legalmente vinculantes, tienen un alcance limitado.
Por eso, cuando se refirió a la reforma migratoria sí pidió el apoyo del Congreso. "Es hora de responder al llamado de nuestros líderes empresariales, líderes laborales, líderes espirituales y de cumplimiento del orden público para arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona".
El proyecto de reforma fue aprobado en junio pasado en el Senado, pero está estancado en la Cámara de Representantes. En el 2012, previo a las elecciones presidenciales, Obama utilizó su poder para suspender las deportaciones de un grupo de jóvenes indocumentados y abrirles el camino para la solicitud de permisos de trabajo.
En otro momento de su alocución, el jefe de la Casa Blanca reiteró que ya es momento de cerrar la cárcel de la Base Naval de Guantánamo, pero también para eso necesitará del amparo de los legisladores. "Este es el año indicado para que el Congreso levante las restricciones remanentes para los traslados de prisioneros y para que cerremos la prisión", dijo.
Tanto el cierre de la cárcel ilegal como la reforma migratoria son promesas sin cumplir que Obama ha arrastrado desde que se lanzó como candidato en el 2008. Asuntos pendientes como esos han desgastado su capital político, y hacen que muchos se cuestionen su capacidad de gestión. Según encuestas recientes, solo cuenta con el 43 % de aprobación entre el electorado.
Así, después de un 2013 difícil, marcado por el escándalo de espionaje y la oposición del Congreso, este sexto año de mandato ha comenzado con muy bajas expectativas en comparación con el 2009, cuando el primer mandatario afroamericano arribó a la Casa Blanca en la cima de un movimiento que proclamaba el cambio como consigna. Ahora, luego de tropiezos y frustraciones, insiste apenas en completar o consolidar lo que fue pospuesto o ha quedado inconcluso.
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