Mi blog sobre Economía

domingo, 23 de marzo de 2014

COOPERATIVAS NO AGROPECUARIAS Del camino y sus piedras


Las primeras 126 cooperativas de nuevo tipo en Cuba fueron aprobadas por el Consejo de Ministros en abril del pasado año, y a esas se han ido sumando otras 372. Un 46.7 por ciento del total ya funciona, aunque con algunos vientos en contra. Predominan las de comercio, gastronomía y servicios, todavía con escasez de aseguramiento mayorista e insuficiente monitoreo y apoyo de algunos gobiernos e instituciones territoriales. Experiencias en construcción, transporte, recuperación de materias primas, y otros sectores, confirman la pertinencia de la gestión económica no estatal

Por: CARIDAD CARROBELLO y HERIBERTO ROSABAL (nacionales@bohemia.co.cu )
(Foto: AIXA LÓPEZ)

Dentro de una nube de arena, cemento y recebo, se abre paso Laismy Tena Ballagas. Casi a gachas, esquiva una empalizada que como red salvadora protege a los socios de la cooperativa de la construcción Tiempos Nuevos, en Camagüey.

Por su juventud, nadie diría que es capaz de dirigir a más de una veintena de albañiles, carpinteros, electricistas y otros especialistas, encargados de rescatar al vetusto edificio de dos plantas en una esquina de la manzana 327 del centro histórico agramontino.

De la calidad de la obra se ocupa un cooperativista que siempre cuida los pasos de Laismy: su padre. El viejo, como le dicen, es un diestro ejecutor de obras y experto en organización del trabajo.

El segundo en la dirección de la cooperativa, Yosvani Miranda San Román, explica que este trabajo responde a un llamado del gobierno para salvar el edificio de estilo ecléctico, que años atrás tuvo una farmacia y una ferretería en la planta baja, así como dos viviendas arriba. La reconstrucción respetará la arquitectura original.

Aunque la labor aporta al bolsillo de los socios de la entidad, cuyo anticipo ha sido de hasta mil 600 pesos al mes, para ellos también es importante el fin social: embellecer la ciudad y preservar sus valores patrimoniales.

Al respecto, el doctor en Ciencias Avelino Fernández, de la Universidad de Cienfuegos y autor del texto La cooperativa. Bases para su legislación en Cuba, opina que pensar así significa proyectarse hacia el universo de satisfacciones materiales y espirituales de la comunidad. Vaticina el experto que de este modo la gestión colectiva puede irse convirtiendo en escuela de solidaridad y democracia dentro de nuestra sociedad.

Fomentar el sentido colectivo
Este tipo de cooperativa, presente en todas las provincias
cubanas, cuenta con el apoyo de la Sociedad Ornitológica
de Cuba. (Foto: AIXA LÓPEZ)

Afirma Laismy que entre todos cuidan los recursos disponibles y “no se pierde ni un clavo”. El trabajo es duro, “de campana a campana, hasta las seis o las siete de la noche, incluidos sábados y domingos; pero nadie se queja ni se sienta mientras otros laboran”.

La presidenta de Tiempos Nuevos asegura tener el apoyo técnico de la Unidad Provincial Inversionista de la Vivienda (UPIV), de los proyectistas, y atenciones del gobierno provincial. “No es fácil empezar, pero atesoramos una gran fortaleza: entre nosotros hay un sentido colectivo muy grande, somos un equipo de verdad”.

Con viento a favor también bogan los miembros de una singular experiencia en Camagüey. José Morell García, en sustitución temporal del presidente, declaró a BOHEMIA que son apoyados por la Sociedad Ornitológica, encargada de algunos aseguramientos y la exportación de las aves. “La cooperativa -dice- es una importante fuente de empleo para los criadores, da ingresos para nosotros y para el país”.

Menos afortunados se declaran los de la cooperativa de peluquería La Elegancia, en Ciego de Ávila: “Nos falta pensamiento colectivo”, lamenta Ana Gloria García, mientras atiende a una clienta.
La integración y unidad de los miembros de una cooperativa
son elementos indispensables para avanzar.
(Foto: AIXA LÓPEZ)

Arelys Belkis Verano, al frente de la entidad, reconoce: “Necesitamos un criterio único, en las reuniones no nos ponemos de acuerdo porque estamos divididos en grupos”. Para ella la desunión radica en no disfrutar aún de la remuneración esperada: “Tenemos pocos clientes. Es que hay muchos peluqueros particulares en la zona”, sostiene.

Tampoco parece haber buena química entre los miembros de la cooperativa gastronómica avileña El Asiento, ubicada en la carretera de Punta Alegre, muy en el norte de la provincia. Es un sitio prácticamente abandonado.

Dany López, su presidente, tiene dificultades para acceder a los abastecimientos; a la par se siente desatendido por los organismos rectores de su actividad y los gobiernos provincial y municipal.

“Así no se va a ninguna parte. El pueblo es quien sale perdiendo porque hay menos ofertas. También, como salida, se subió el precio al ron, la cerveza, el refresco, los panes. La gente entra y dice ‘Ñó, esto aquí está pela’o, da grima’. Son tantos los percances que quedamos tres socios; dos pidieron la baja”, se lamenta.
Aunque algunas de las gastronómicas dan pasos seguros, otras
como El Asiento, en la provincia Ciego de Ávila, no resultan
exitosas. (Foto: AIXA LÓPEZ)

Durante la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre de 2013, Marino Murillo Jorge, jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, informó que de las cooperativas no agropecuarias aprobadas hasta aquella fecha la mayoría estaban dedicadas al comercio y la gastronomía; aunque no todas recibieran un suministro mayorista se trabajaba para que parte recibieran alrededor de 70 por ciento mediante esa forma de abasto.

Pero parece que la cooperativa El Asiento no está en el grupo de las afortunadas. Quizás el error inicial fue haber autorizado su creación en un sito tan distante.

“El municipio no posee almacén mayorista, tendríamos que alquilar un camión hasta Ciego de Ávila, a 80 kilómetros, y comprar en diferentes empresas, si logramos ponerlas de acuerdo para vendernos cuando tengamos el transporte”, añade Dany.

Primero, formar cooperativistas

La Elegancia nació de un instituto de belleza de la Empresa Provincial de Servicios. Previo acuerdo con el colectivo pasó a otro sistema de gestión, pero sin la maduración necesaria. Por eso allí se repiten esquemas de dirección y conceptos de la entidad estatal.
Irena (izquierda) y Adriana, en la escuela taller, donde todavía
aguardan por el local y por el establecimiento definitivo de su
cooperativa, creada en septiembre de 2013. (Foto: CORTESÍA)

La cooperativa nació con deudas: “La empresa nos vendió los recursos en almacén (tintes, champús, peróxido, acondicionador, etcétera) y los medios básicos (sillones, tijeras, secadoras); todo eso lo estamos pagando por cuotas. Además, arrendamos el local por más de cuatro mil pesos y pagamos agua, luz, teléfono. Aunque estuvimos exentos de pago a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) los tres primeros meses, ya tenemos obligaciones con el fisco”, detalla Arelys.

El Asiento era originalmente un círculo social que atendía la Empresa de Gastronomía, pero según Dany: “Debieron darnos asesoría y apoyo de expertos. Si quieren que salga bien el experimento de traspaso de un grupo de entidades gastronómicas estatales a nuevas formas de gestión, no pueden soltarnos a que resolvamos todo por nuestra cuenta porque las condiciones son difíciles”.

Es notable que ninguna de las dos entidades avileñas nació con aliento propio; ambas fueron inducidas al cambio, producto de las circunstancias. A juicio de la doctora Grizel María Donéstevez Sánchez, profesora titular de Teoría Económica, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, y del doctor en Ciencias Económicas Juan Luis Alfonso Alemán, subdirector del Centro de Estudios sobre Desarrollo Cooperativo y Comunitario, de la Universidad de Pinar del Río, las cooperativas deben partir de la asociación consciente y voluntaria de los miembros que la constituyen. O sea, disponer primero de verdaderos cooperativistas.

Violentar ese principio puede traer malas consecuencias: desunión interna de sus miembros, insuficientes conocimientos para administrar el patrimonio colectivo y hasta la falta de habilidades para adquirir recursos mediante iniciativa propia. No se puede olvidar que durante años los administradores estatales, quienes en buena medida hoy presiden cooperativas no agropecuarias, recibieron suministros de manera centralizada, y ahora tienen que adaptarse al cambio, a no depender de orientaciones y recursos “de arriba”.
“Desde el principio el gasto ha sido más que el ingreso”, dice
Héctor Alonso, tercer presidente de la cooperativa Sueño Azul
en menos de un año. (Foto: MARTA VECINO)

Alfonso Alemán insiste en la importancia de establecer la educación cooperativa, tanto para las entidades implicadas como para los organismos que se relacionen con ellas. Ello se logra con procesos de educación de carácter sistémico, integral, y corrigiendo a tiempo lo que no ande bien; “como se ha dicho siempre, aquí radica la regla de oro del desarrollo del cooperativismo”.

Cristales rotos

Irena Martínez, Adriana de la Nuez y Amalia Rojas deben ser de las más jóvenes cooperativistas no agropecuarias. Nominalmente al menos, pues cooperativistas en rigor, todavía no son, pese a su empeño. Vitria, la empresa que decidieron formar para hacer vitrales, fue registrada ante notario como establece la ley a finales de septiembre de 2013, en un elegante salón de un edificio patrimonial de La Habana Vieja, con la presencia del director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, entre otros invitados.

De entonces a hoy han estado de trámite en trámite, sin fabricar un vitral ni percibir ingresos “porque para formar la cooperativa tuvimos que dejar el vínculo laboral con la escuela taller de la Oficina, donde Adriana y yo éramos profesoras, mientras Amalia trabajaba en un spa”, cuenta Irena, presidenta de la cooperativa.

La inscripción posterior en el Registro Mercantil no demoró una semana, como pensaron, sino tres meses, por burocracia y otras razones, según aducen. Luego hubo que hacer trámites en la Oficina Nacional de Información y Estadística, y en la ONAT, donde, para evitar la multa por inscribirse con atraso, tuvieron que probar, papeleo mediante, que no era su culpa. Al cierre de estas líneas esperaban respuesta del banco sobre la cuenta corriente de la cooperativa.
Lois López, chofer de uno de los semi ómnibus de San José:
“Dijeron cooperativa y para acá, sin mucha explicación”.
(Foto: MARTA VECINO)

Allá por 2010, refiere Irena, buscaban un local donde hacer vitrales. “Lo pedimos a la Oficina del Historiador, donde acogieron bien la idea y nos pidieron esperar. Después fue que surgió esto de la cooperativa. Tenemos hasta horno, donado por una ONG extranjera, pero no el local”.

Provisionalmente radican en la escuela taller, que las atiende en nombre de la Oficina del Historiador. “Pero no hay condiciones. Nos han ubicado en otro local, que compartiríamos con una cooperativa de herrería, otra de ebanistería y otra de maquetas, lo que implicará ruidos, calor, emanaciones tóxicas, en ambiente cerrado y de poca ventilación. Lo hemos planteado, pero nos dicen que es el lugar que hay y donde debemos trabajar...”.

¿Sueño o pesadilla?

Lejos del centro histórico de La Habana, en San José de las Lajas, Mayabeque, anda también con tropiezos Sueño Azul, cooperativa de transporte público intermunicipal. Más bien, no anda. Fue constituida el 1º de agosto de 2013 con 72 socios y 31 vehículos JMC, chinos, convertidos en semiómnibus, cada uno con capacidad para 28 personas. Muchos tenían más de 150 mil kilómetros recorridos cuando los recibieron.

Bárbara Bravo, secretaria de la asamblea de socios y del sindicato, recuerda: “De buenas a primeras dijeron: ‘Los carritos pasan a cooperativa’. Trajeron de presidente a uno de la calle, que vino con siete más, contratados. Y así empezamos, sin oficinas, ni techos, como ve…”.
Todos los carritos estaban sin prestar servicio, en el momento en que
BOHEMIA visitó la cooperativa. (Foto: MARTA VECINO)

“Dijeron cooperativa y para acá, sin mucha explicación. Nos soltaron como en un potrero, sin agua, ni almuerzo, ni techos. Si me quedaba allá -dice Lois López, señalando al otro lado de la cerca que dividió la terminal en centro estatal y cooperativa- no podía seguir como chofer”.

Héctor Alonso es el tercer presidente de Sueño azul en siete meses. Afirma que el “mal manejo de dirección, procedimientos contrarios a la organización y la indisciplina”, son causas de la situación actual. “Estamos en quiebra -agrega-. El gasto siempre ha sido más que los ingresos. Tratamos de aumentar la recaudación por ruta, cambiando más de una vez la modelación de viajes y recorridos, pero no resulta”.

Abundando en el punto, señala: “La falla está, primero, en nosotros, que no logramos interiorizar qué es una cooperativa y pensar como cooperativistas. No tuvimos preparación. Queremos dar servicio, trabajar, salir adelante, pero no lo conseguimos.
Cola para vender desechos recuperados ante el antiguo
establecimiento estatal, hoy cooperativa de reciclaje, en
Mayabeque. (Foto: MARTA VECINO)

“Se hizo un diseño muy soñador, que no resulta”. Con el precio de los pasajes -explica-, de uno a tres pesos como máximo, según la ruta; el límite de 28 pasajeros y el litro de petróleo a 12 pesos, el ingreso no da para cubrir gastos, pagar impuestos, liquidar al banco la deuda por un crédito inicial de 150 mil pesos y dar anticipo a los socios, que hace dos meses no cobran, pues no hay utilidades”.

Renys Labrada, económica; Luis Bello, chofer; Gilberto García, técnico contratado, igual que Bárbara y Lois, también subrayan la disposición de trabajar y expresan malestar ante la falta de ingresos, las críticas por el mal servicio y las dudas de quienes por lo bajo preguntan: ¿si la cooperativa no gana, cómo viven?

Tesoro entre desechos

No todo lo que brilla es oro y viceversa. Que lo digan, si no, los 10 socios -antes trabajadores del establecimiento de Materias Primas- de la cooperativa de reciclaje de desechos del propio San José de las Lajas, creada el 1º de julio de 2013 para recuperar, procesar y comercializar objetos reciclables.

Eida Pérez Hernández -ayer administradora del establecimiento, hoy presidenta de la nueva formación, elegida por sus compañeros- dice que al principio tuvieron miedo, por la inexperiencia y por no saber a cambio de qué iban a dejar el salario y la estimulación en divisas que tenían garantizados en el centro estatal.
Necesitamos más conocimientos sobre cooperativas,
saber hasta dónde podemos llegar, plantea Eida Pérez.
(Foto: MARTA VECINO)

La Unión de Materias Primas (UMP) les propuso pasar a cooperativa, prometió apoyarlos y cumplió viabilizándoles trámites y prestándoles, por un año y sin intereses, 330 mil pesos para la compra de desechos. Eida expresa, con convicción, que les va bien hasta ahora, entre otros motivos “porque somos un equipo muy unido; sin unidad no hay cooperativa”, sentencia. “Ni sin control”.

Tienen el mismo establecimiento de antes y un camión con grúa, un tractor y una moto de carga, arrendados; contratos con más de 50 empresas y otras entidades estatales del municipio; relación con más de 70 cuentapropistas que recuperan y les venden desechos, y con la población en general, que también tributa. Pagan la electricidad, el agua y el combustible que utilizan, así como los impuestos y contribuciones.

Devolvieron en cuatro meses el préstamo a la UMP (los 330 mil pesos), gracias al resultado económico y la solvencia que lograron. Hoy tienen medio millón de pesos de fondo y reserva suficiente en el banco. “Somos rentables y tenemos liquidez”, dice la presidenta.

Ello es resultado del incremento en la recuperación de desechos, que a seis meses de creada la cooperativa permitió aumentar el encargo estatal, que contratan con la Unidad Básica de Materias Primas de Mayabeque.
Pesando una carga de aluminio, al que los socios de
la cooperativa de reciclaje decidieron aumentarle el
precio de compra para recuperar más.
(Foto: MARTA VECINO)

Las compras y ventas de lo recuperado crecen, y atendiendo a la oferta y la demanda la asamblea de socios decidió aumentar los precios de compra del aluminio y el bronce. La gestión, con la cooperativa, es más dinámica, productiva; nunca falta efectivo para pagar a quienes van a venderles desechos, incluso desde muy lejos, porque pesan bien, descargan rápido y pagan ahí mismo, no con cheques, lo que ahorra ir al banco.

El anticipo a cada socio es de dos mil 500 pesos, superior al ingreso total que tenían antes (salario, dinero para almuerzo y estimulación en divisa), como trabajadores estatales de la misma actividad. Con sus propios fondos van comprando medios y recursos para mejorar las condiciones de trabajo.

Todo se decide con conocimiento de los socios y por acuerdo de la asamblea, afirma Eida y confirman Elio González, operador del tractor, y Yanaisi Milián y Melba Díaz, compradoras.
Más producción ha traído más ingresos y el cobro de
anticipos de dos mil 500 pesos para cada socio.
(Foto: MARTA VECINO)

Melba, con 20 años en el giro, observa, que “antes si se hacía más no ganábamos tanto, había un tope, y ahora, según el ingreso por lo que compramos y vendemos, o sea, por lo que recuperamos, es lo que ganamos; muchos problemas teníamos que esperar nos los resolvieran la unidad básica o la empresa y ahora los solucionamos nosotros. Nos reunimos, discutimos y tomamos acuerdos. Y todo se registra en acta, en un libro”, apunta. A la pregunta de qué mejorar, Eida Pérez responde: “Necesitamos más conocimientos sobre cooperativas, de cómo funcionan en el mundo; saber hasta dónde podemos llegar, porque a veces tenemos temor, nos preguntamos si algo que hacemos está bien o mal. Cambiar de mentalidad…”

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