A lo largo de la historia, entre las tantísimas razones que han unido a los hombres, entre el cúmulo de acciones y tareas que han juntado corazones en un solo empeño, por un mismo objetivo, sobresale la imagen per se, el mito, la figura que inspira y arrastra. De ahí que no exista fórmula más efectiva que la evocación. Pongamos un nombre, un buen nombre para una buena causa, y el resto será puro trámite. Pregúntenles a Mandela, a Lennon, a Martin Luther King. Reparemos en todo lo que hoy se gesta a través de sus legados y no habrá dudas.
De ahí el éxito del Memorial Capablanca de ajedrez, de ahí su gloria, su impronta. Supongamos que el torneo en cuestión tuviese otro nombre. ¡Por supuesto, que no sería lo mismo! Ni tampoco hubiese asistido semejante cantidad de sesudos y campeones mundiales en estos 52 años de certamen.
Inicio de una historia
La justa que rinde homenaje a nuestro José Raúl Capablanca es la más importante de Latinoamérica y comenzó a batir ideas a finales de 1961. Como sabemos, en Cuba no había entonces tradición ajedrecística, por lo que el correcorre fue tremendo.
Para seleccionar a los representantes del patio en el evento hubo que organizar un torneo, del que salieron los otros cuatro hombres que acompañaron al titular nacional de ese año, Eleazar Jiménez.
Claro, entre los invitados al primer Memorial, que comenzó en abril de 1962, en los salones del Hotel Habana Libre, descollaron dos figuras internacionales de alcurnia. Me refiero a los campeones universales soviéticos: Vassily Smislov, monarca en 1957, y Boris Spassky, quien firmaría en el reino de Caissa allá por 1969, después de vencer a un tal Mijaíl Tal.
Por la Mayor de las Antillas se unieron a Jiménez: Eldis Cobo, Gilberto García, Juan González, Rogelio Ortega y Marcelino Sieiro.
Sobraba músculo neuronal en este gimnasio de los trebejos —sobre todo por los monstruos de «afuera»—, pero el balde de agua fría cayó cuando el reloj marcaba el epílogo y ninguno de los tres representantes soviéticos —incluyendo a Lev Polugaevsky— soportó la pegada del polaco nacionalizado argentino Miguel Najdorf.
Fue una final electrizante, pues Najdorf necesitaba un triunfo para gobernar, así que le «exprimió» el encéfalo al cubano Cobo hasta propinarle el jaque mate que le dio la corona. Así, el legendario jugador entró sin pedir permiso en las páginas del Capablanca, gracias a 16,5 puntos de 21 posibles, y superó por solo media unidad a los favoritos Polugaevsky y Spassky.
Esta primera cita resultó todo un éxito y cimentó el camino para que en 1966 Cuba recibiera la sede de la Olimpiada Mundial de ajedrez, el evento más importante del juego ciencia que se ha desarrollado en el país.
Fischer y el boom del Capablanca
Igual que en la literatura —cuando el trabajo de un grupo de escritores latinoamericanos, entre los que sobresalen Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, marcó una pauta en la historia de la narrativa— la década del 60 tuvo el cuño de prodigiosa en los recuentos del Capablanca. Resulta que, en las diferentes versiones del Memorial, siempre participó al menos un exponente de la élite. Por ejemplo, en 1963 arribó a La Habana ese tal Tal, el inolvidable Genio de Riga, aunque tampoco pudo imponerse, pues la gloria recayó en los hombros de Viktor Korchnoi, un joven que luego disputaría en dos ocasiones consecutivas el título del orbe.
Sin embargo, la suerte de los astros soviéticos cambió en 1965, cuando Vassily Smyslov dominó la cuarta versión del certamen. Pero vayamos a un «chismecito» del genial y controversial Bobby Fischer, para no perder la costumbre. En esa ocasión, el norteamericano participó por teletipo desde el corazón de Nueva York. ¡Hay que tener ganas!
En resumen, se enfrentó a 21 rivales, y los cotejos duraron entre cinco y siete horas, por lo que la paciencia fue el ingrediente esencial en cada enfrentamiento. Bobby totalizó 15 unidades, gracias a 12 éxitos, seis tablas y tres traspiés, y culminó en el cuarto lugar de acuerdo con el sistema de desempate.
¿Cuestión de esteroides?
Ya es un hecho, el grupo Élite del Memorial Capablanca de 2014 tendrá un Elo promedio récord: 2723,5 (categoría XIX), aunque la cifra pudiera quedarse en 2721, según insignificantes variaciones que pudieran producirse en el coeficiente de algunos de los seis inscritos.
La competición, a celebrarse del 7 al 18 de mayo en La Habana, muestra al anfitrión Leinier Domínguez (2757 puntos Elo) como el ajedrecista más potente, a sabiendas de que el mes entrante exhibirá 2768 unidades.
El ucraniano Vassily Ivanchuk (2753) es otro que asusta, sobre todo por sus seis reinados y vasta experiencia. Destacan, además, el filipino Wesley So (2738, aunque debe bajar hasta 2731), el húngaro Zoltan Almasi (2707 y campeón defensor, verá mayo con 2693), el español Francisco Vallejo (2697, subirá a 2700) y el local Lázaro Bruzón (2678, agregará cuatro puntos).
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