Por Adalys Pilar Mireles
Pinar del Río, Cuba, 29 abr (PL) Atraídos por los paisajes de Viñales, viajeros europeos y de otros continentes recorren hoy los nuevos senderos ecoturísticos de esa localidad cubana, cuyo valle y poblado poseen la categoría de Paisaje Cultural de la Humanidad.Entre las rutas preferidas por los visitantes sobresale Entre valles y montañas, un periplo por la región donde abundan los mogotes y rocas de tiempos jurásicos, comentó a Prensa Latina Yamira Valdés, especialista principal del Parque Nacional radicado en ese paraje.
Igualmente llamativas -dijo- resultan las ofertas para apreciar tradiciones campesinas del lugar, tanto agrarias como artísticas, y el itinerario por vegas de la occidental demarcación, distante 160 kilómetros de La Habana.
Las opciones del turismo de naturaleza incluyen, además, un paseo Del infierno al paraíso, el cual permite observar la diversidad de la flora local y la abundancia de aves, agregó.
Ese itinerario abarca parte del área ocupada antiguamente por los Acuáticos, llamados así por su culto al agua.
Un total de 16 senderos comercializa actualmente el Parque Nacional Viñales, entre las propuestas destaca la caminata por el sistema Palmarito, clasificado entre los mayores de América Latina y que se suma a la tradicional escalada para escrutar uno de los niveles de la gran caverna Santo Tomás, confirmó Yoel Martínez, director de esa institución científica.
El safari en jeep o vuelta completa por ese sitio a modo de expedición contemplativa es otra de las novedades del turismo en la zona, patrimonio mundial.
Tanto el valle de Viñales como el pueblo que lo circunda fueron declarados Paisaje Cultural de la Humanidad en 1999 por el concierto hombre-entorno y la conservación de prácticas asociadas al cultivo del tabaco y a viejas celebraciones como los guateques o fiestas campestres.
Casi 11 mil visitantes, en su mayoría extranjeros, optaron en 2013 por el turismo de naturaleza en el municipio pinareño, distinguido también como capital del carso insular debido a sus numerosas grutas.
Compuesto por casonas de estilo colonial y acogedores restaurantes, el poblado principal data de inicios del siglo XIX y resalta por la preservación de su arquitectura vernácula.
Viviendas techadas con tejas criollas -hechas de barro cocido-, patios interiores y amplias verjas caracterizan al pintoresco asentamiento, al que se llega por una única y zigzagueante vía entre lomas.
Tres hoteles acogen a los recién llegados, además de decenas de casas cuyos propietarios alquilan una o varias habitaciones.
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