Mi blog sobre Economía

martes, 6 de mayo de 2014

Una carretera estadounidense a ninguna parte

Por Pual krugman Premio Nobel


Muchas carreteras estadounidenses están en bastante mal estado (puedo atestiguarlo tras haber conducido desde Nueva Jersey hasta Massachusetts, ida y vuelta, la semana pasada por asuntos familiares). Cuando se combina ese hecho con la situación macroeconómica subyacente (hablaré de esto en un minuto), parecen evidentes las razones para gastar sumas considerables en reparaciones.

Pero la reciente propuesta del presidente Obama de poner en marcha lo que en realidad es un pequeño plan de infraestructuras (302.000 millones de dólares durante cuatro años para reparar carreteras y mejorar el transporte) parece no ir a ninguna parte, por culpa de la lucha sobre el modo de costearlo.
Lo que me lleva de vuelta a algo que empecé a decir allá por 2008, y que sigue siendo cierto: cuando uno está en una trampa de liquidez, la virtud se convierte en vicio y la prudencia en locura. Preguntarse cómo pagaremos las infraestructuras puede parecer prudente, pero en realidad es una soberana estupidez.

Piensen en ello: ¿cuáles serían los verdaderos costes de reparar las carreteras? No habría que desviar fondos de otras inversiones (ese dinero no tiene adónde ir y los mercados están casi suplicando que el Gobierno federal tome capital prestado y lo invierta en algo).

Tampoco habría que desviar mano de obra de otras labores: el paro sigue siendo alto entre los trabajadores de la construcción.

Así que es tremendamente irresponsable no gastar ese dinero, y estúpido preocuparse por la financiación.

Está claro, sin embargo, que no hemos aprendido nada tras más de cinco años estudiando la economía de la depresión.

Un rompecabezas monetario
Vale, admito que estoy desconcertado. He visto a una serie de personas vendiéndonos un informe reciente del Banco de Inglaterra sobre cómo generan dinero los bancos (pueden leerlo aquí: bit.ly/1kLQqwS) como si presentase una especie de forma radicalmente nueva de contemplar la economía. Y es un buen artículo. Pero no parece estar en desacuerdo, en ningún aspecto importante, con lo que escribió el economista James Tobin hace 50 años (aquí: bit.ly/1iDEcVx); de hecho, el texto del Banco de Inglaterra cita mucho la obra de Tobin. Y yo siempre he pensado en el dinero en términos tobinescos, aun cuando a veces haya usado descripciones abreviadas que pueden malinterpretarse si se sacan de contexto; lo mismo podría decirse de muchos otros economistas.

Además, el principal hallazgo de Tobin —que encaja perfectamente con el análisis del Banco de Inglaterra— es que aunque los bancos son, en la práctica, entes mucho más complejos que esos prestamistas de depósitos de los que nos gusta hablar en las clases de economía básica, ello no significa que tengan una capacidad ilimitada para generar dinero ni que, de algún modo, escapen a las reglas normales de la economía.

No dejen que el realismo monetario se transmute en misticismo monetario.

Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar