Mi blog sobre Economía

viernes, 6 de junio de 2014

Crecimiento demográfico

Paul Krugman Premio Nobel de Economía

Cuando el economista Alvin Hansen propuso por primera vez el concepto de estancamiento secular, puso el énfasis en la función que desempeña un crecimiento demográfico más lento en una demanda de inversión deprimente. (Sus advertencias quedaron en entredicho por la explosión demográfica de la posguerra).

Los debates modernos han vuelto a centrarse en ese énfasis: la reducción de la población japonesa en edad de trabajar parece ser una fuente importante de problemas para el país y la ralentización del crecimiento demográfico de Europa y Estados Unidos son indicadores importantes de que podríamos estar entrando en un régimen similar.

Pero cada vez que planteo estas cosas, la gente me pregunta por qué no considero que la ralentización del crecimiento demográfico es algo bueno. Después de todo, se traduce en menos presión sobre los recursos, menos daño medioambiental, etcétera.

Lo importante es darse cuenta de que un crecimiento demográfico más lento puede, y debe, ser de hecho algo bueno; pero que eso que se hace pasar por una política económica sensata es muy probable que convierta este hecho, en principio positivo, en un gran problema. ¿Por qué? Porque según las actuales reglas del juego, nuestras economías en cierto modo se parecen mucho a una bicicleta: a menos que se avancen lo bastante deprisa, tienden a caerse.

El argumento es bastante sencillo. Para alcanzar más o menos el pleno empleo, una economía necesita el gasto suficiente para aprovechar su potencial. Pero un componente importante del gasto, la inversión, está sujeto al efecto del acelerador: la demanda de nuevo capital depende de la tasa de crecimiento de la economía, más que del nivel de producción actual. De modo que, si el crecimiento se ralentiza a causa de una disminución del crecimiento demográfico, la demanda de inversión se reduce, y puede sumir la economía en una crisis semipermanente.

Ahora bien, se podría argumentar que esto es fácil de resolver; no hay más que reducir el tipo de interés lo suficiente para mantener la demanda de inversión, a pesar de la ralentización demográfica. El problema es que el tipo de interés real necesario de unos activos seguros puede acabar siendo negativo y, por tanto, solo es alcanzable si hay suficiente inflación (lo que entra en conflicto con el compromiso ideológico de la estabilidad de los precios).

Este es, en esencia, un problema técnico y, en un mundo mejor, lo resolveríamos sin dificultad y al mismo tiempo disfrutaríamos de las ventajas de tener un planeta menos poblado. Sin embargo, en este mundo los problemas técnicos pueden de hecho causar daños inmensos, ya que hay poquísima gente dispuesta a pensar con claridad acerca de su naturaleza. Y esa es la razón por la que nos preocupa la ralentización del crecimiento demográfico.

Esos creadores de empleo franceses

Últimamente, la gente la ha emprendido con los resultados económicos europeos, y con razón. Pero lo que vemos es, principalmente, una mala política macroeconómica derivada de la combinación de una unión monetaria prematura con la obsesión por la austeridad. Esta es una historia muy distinta de la anterior versión de los euroexcesos, que se centraba en la eurosclerosis (una tasa de empleo persistentemente baja supuestamente causada por unos estados del bienestar excesivos).

Ahora bien, gente como los economistas John Schmitt y Dean Baker señalaban hace mucho tiempo que esta historia se había quedado desfasada. Si uno se fijaba en Europa en general, y en Francia en particular, veía que sí, la gente se jubilaba antes de lo que se jubilaba en Estados Unidos y también que había menos jóvenes que trabajaban (en parte porque no tenían que trabajar para mantenerse mientras estaban en la universidad). Pero durante el periodo anterior a esta crisis económica, las tasas de empleo de los adultos en mejor edad de trabajar habían convergido.

Pues bien, yo llevaba algún tiempo sin fijarme en estos datos; y la situación en la que nos encontramos ahora llama bastante la atención. Desde finales de la década de 1990, la tendencia se ha invertido por completo: en Francia, los adultos en mejor edad de trabajar tienen muchas más posibilidades de tener trabajo que sus homólogos estadounidenses. Resulta extraño que, en medio de las críticas incesantes al comportamiento económico de Francia, nunca se mencione este hecho.

Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times

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