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viernes, 20 de junio de 2014

Más allá de la leyenda

A 120 kilómetros de Nueva Gerona, capital de la Isla de la Juventud, está el Parque Nacional Marino Punta Francés, que debe su nombre al corsario galo François Leclerc, quien eligió esta zona como base de operaciones en el Caribe. 

En la ribera de esa área protegida se localiza la cueva -hoy semisumergida- donde se refugiaba de sus enemigos este primer Pata de Palo en la historia de la piratería en el mundo. 

Justo en el extremo suroeste del ultramarino territorio, en la península de Carapacibey, se han encontrado cañones y sus balas, pistolas, cadenas de barcos y galeones hundidos, evidencias que confirman la presencia de esos marinas fuera de la ley. 

Más allá de la leyenda tejida sobre Leclerc y los tesoros arrebatados a naves españolas procedentes de sus colonias en América, el sitio se distingue por la exuberante naturaleza que conserva allí la Empresa de Flora y Fauna. 

El agreste paisaje contrasta con la blancura de su fina duna-siempre fría a pesar del sol- y el mar verdeazul, cuya gama de matices parece escapada de un pincel. 

Los visitantes encontrarán un bosque sobre diente de perro y arena, donde crecen mangles, júcaro, bagá, la yana negra y un uveral, sobre cuyas raíces -cuando llueve- aparece el cantharellus cinnabarinus, seta comestible de color naranja. 

La posibilidad de un safari sobre las 1 562 hectáreas sería una opción inapreciable para fotografiar al zunzuncito o pájaro mosca, la cartacuba, el tocororo, el cocodrilo americano (acutus), cangrejos y cobos, entre otros. 

Si se estimulara el senderismo, los visitantes alojados en la Isla de la Juventud y en Cayo Largo, pudieran acceder vía marítima al entorno, suerte que disfrutan solo quienes arriban a bordo de catamaranes y cruceros a tal paraje -uno de los puntos más importantes al sur de Cuba para esa última modalidad- . (AIN)

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