Por Iván Morales Morales
Los habitantes de la isla estamos acostumbrados, en cierto modo, al sobresalto. Haber nacido bajo la política de plaza sitiada ya de por sí es garante fundamental para ello. No obstante, hay una condición a la cual puedo asegurar que definitivamente no podremos adaptarnos.
Amanecer contrariados se ha hecho recurrente por estos tiempos de actualización. En parte, porque nuevas regulaciones se abren camino en la sociedad removiendo asentadas concepciones. Hay, incluso, entidades vanguardistas por la periodicidad con que aparecen y el impacto que causan.
Recientemente, los cubanos despertamos en un entorno cambiado, diferente. No porque haya llegado el día cero y de golpe y porrazo se acabó la dualidad monetaria y cambiaria actual. Ni siquiera debido a los intensos y extenuantes calores nocturnos.
La publicación en la Gaceta Oficial de Cuba –en su edición ordinaria #30– de las nuevas disposiciones legales de la Aduana General de la República dio el campanazo madrugador y propició un terremoto popular, cuyas magnitudes se hicieron sentir incluso entre nuestros coterráneos que residen en el exterior.
Como se ha anunciado, a partir del primero de septiembre se restringe el límite de las importaciones hechas hacia el país. En otras palabras, se modifican las cantidades a entrar de ciertos artículos y sus valores. La medida incide, además, en el peso y cobro de las misceláneas contenidas en envíos postales, aéreos y marítimos.
La noticia recorrió las redes –externas e internas– al instante y trajo consigo numerosas opiniones, en su mayoría nada positivas. Si bien es cierto que la regulación de marras busca evitar la llegada al archipiélago de productos ilícitos, no se puede menospreciar el impacto que tendrá en quienes utilizaban esta vía para adquirir mercancías considerablemente más baratas y de mejor calidad en el extranjero.
¿POR QUÉ IMPORTAN?
Los precios actuales en las tiendas del país, la inexistencia de sitios donde comprar al por mayor y tener al menos la posibilidad de regatear la cuantía final, son apenas aristas de un problema que nos toca a todos por igual.
Sin duda, esos y otros fenómenos han sido el motor impulsor de un mercado paralelo que se fortalece cada vez más con el incremento de su clientela. Variedad y cantidad de ofertas e importes hacen de esta alternativa una opción ventajosa.
La importación es la vía utilizada por esos ingeniosos comerciantes para mantener sus “vitrinas” copadas todo el tiempo. A través de terceros o por ellos mismos obtienen en el exterior sus artículos, los cuales expenden con un impuesto sobre el valor original, pero siempre más baratos que en los establecimientos oficiales.
Una muestra de ello se pudo apreciar tras la ampliación de las modalidades del trabajo por cuenta propia en el año 2011. En las conocidas mesitas se exponían productos de ferretería y más en una suerte de mezcla entre nacionales y traídos de “afuera”. La diferencia, sin margen de error, estaba en la imagen y eficacia tras su uso en el hogar.
Se puede hablar, incluso, de un antes y después luego de la eliminación del contexto no estatal cubano de esos puntos de venta. Sí, porque en lo adelante se erigió un único mercado dividido en varias cadenas, pero con las mismas deficiencias de antaño.
BENEFICIOS Y AFECTACIONES
La normativa de reciente aprobación se sustenta en el interés de la Aduana en eliminar la entrada a la isla de personas poseedoras de grandes cantidades de bienes que indican su uso con fines comerciales y evitar así el posible mercadeo en el territorio nacional.
Asimismo, se persigue impedir que otros viajeros, al aceptar encomiendas –con sus respectivos pagos por ello–, introduzcan contenidos ilícitos que puedan alterar la tranquilidad ciudadana. Aspectos necesarios.
Mas, ¿su puesta en marcha a partir del mes de septiembre cambiará en realidad la dinámica existente hoy en Cuba para la compra y venta de enseres? ¿Son los vendedores los más afectados?
Esta medida atañe a todos por igual. O sea, se rige por ella tanto el que viaja con intenciones de traer para revender como quien lo introduce en el país en pos del beneficio propio.
En ese grupo se incluyen los que están de visita familiar o por cuestiones de trabajo en el extranjero. De estos últimos, son bien conocidos los esfuerzos sobrehumanos que realizan para reunir un dinerito y adquirir los efectos deseados. Para ellos, sobre todo, será significativo el impacto tras la reducción del peso total de las cargas y el incremento del valor en los derechos de aduana.
Otro aspecto a considerar es el tema de las indisciplinas y la incorrecta gestión laboral entre algunos de los miembros de este órgano de control. Determinados incentivos –negativos en la mayoría de los casos– se erigen como caldo de cultivo para que proliferen situaciones comprometedoras. De esas que, precisamente, limitan las normas aduanales.
¿CÓMO QUEDO YO?
La solución a los problemas actuales del mercado interno no estriba en asumir regulaciones globales que incidan en todos por igual. Quizá una posible –y utópica– salida podría ser la generación de bienes con mayor calidad, capaces de hacerle frente a la competencia. O buscar mecanismos para distinguir las importaciones con carácter comercial de las que no lo son.
Toca a la Aduana General de la República replantearse los objetivos propuestos con las legislaciones aprobadas, dada la incidencia social que desde ya tienen. Mientras tanto, aún quedan varias semanas para apreciar cómo evoluciona el tema y ver qué cauce toman las aguas.
¿Revuelto o calmado? De eso ya hablaremos. - See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/aduana-de-nuevo#sthash.bSLKGu1K.dpuf
Los habitantes de la isla estamos acostumbrados, en cierto modo, al sobresalto. Haber nacido bajo la política de plaza sitiada ya de por sí es garante fundamental para ello. No obstante, hay una condición a la cual puedo asegurar que definitivamente no podremos adaptarnos.
Amanecer contrariados se ha hecho recurrente por estos tiempos de actualización. En parte, porque nuevas regulaciones se abren camino en la sociedad removiendo asentadas concepciones. Hay, incluso, entidades vanguardistas por la periodicidad con que aparecen y el impacto que causan.
Recientemente, los cubanos despertamos en un entorno cambiado, diferente. No porque haya llegado el día cero y de golpe y porrazo se acabó la dualidad monetaria y cambiaria actual. Ni siquiera debido a los intensos y extenuantes calores nocturnos.
La publicación en la Gaceta Oficial de Cuba –en su edición ordinaria #30– de las nuevas disposiciones legales de la Aduana General de la República dio el campanazo madrugador y propició un terremoto popular, cuyas magnitudes se hicieron sentir incluso entre nuestros coterráneos que residen en el exterior.
Como se ha anunciado, a partir del primero de septiembre se restringe el límite de las importaciones hechas hacia el país. En otras palabras, se modifican las cantidades a entrar de ciertos artículos y sus valores. La medida incide, además, en el peso y cobro de las misceláneas contenidas en envíos postales, aéreos y marítimos.
La noticia recorrió las redes –externas e internas– al instante y trajo consigo numerosas opiniones, en su mayoría nada positivas. Si bien es cierto que la regulación de marras busca evitar la llegada al archipiélago de productos ilícitos, no se puede menospreciar el impacto que tendrá en quienes utilizaban esta vía para adquirir mercancías considerablemente más baratas y de mejor calidad en el extranjero.
¿POR QUÉ IMPORTAN?
Los precios actuales en las tiendas del país, la inexistencia de sitios donde comprar al por mayor y tener al menos la posibilidad de regatear la cuantía final, son apenas aristas de un problema que nos toca a todos por igual.
Sin duda, esos y otros fenómenos han sido el motor impulsor de un mercado paralelo que se fortalece cada vez más con el incremento de su clientela. Variedad y cantidad de ofertas e importes hacen de esta alternativa una opción ventajosa.
La importación es la vía utilizada por esos ingeniosos comerciantes para mantener sus “vitrinas” copadas todo el tiempo. A través de terceros o por ellos mismos obtienen en el exterior sus artículos, los cuales expenden con un impuesto sobre el valor original, pero siempre más baratos que en los establecimientos oficiales.
Una muestra de ello se pudo apreciar tras la ampliación de las modalidades del trabajo por cuenta propia en el año 2011. En las conocidas mesitas se exponían productos de ferretería y más en una suerte de mezcla entre nacionales y traídos de “afuera”. La diferencia, sin margen de error, estaba en la imagen y eficacia tras su uso en el hogar.
Se puede hablar, incluso, de un antes y después luego de la eliminación del contexto no estatal cubano de esos puntos de venta. Sí, porque en lo adelante se erigió un único mercado dividido en varias cadenas, pero con las mismas deficiencias de antaño.
BENEFICIOS Y AFECTACIONES
La normativa de reciente aprobación se sustenta en el interés de la Aduana en eliminar la entrada a la isla de personas poseedoras de grandes cantidades de bienes que indican su uso con fines comerciales y evitar así el posible mercadeo en el territorio nacional.
Asimismo, se persigue impedir que otros viajeros, al aceptar encomiendas –con sus respectivos pagos por ello–, introduzcan contenidos ilícitos que puedan alterar la tranquilidad ciudadana. Aspectos necesarios.
Mas, ¿su puesta en marcha a partir del mes de septiembre cambiará en realidad la dinámica existente hoy en Cuba para la compra y venta de enseres? ¿Son los vendedores los más afectados?
Esta medida atañe a todos por igual. O sea, se rige por ella tanto el que viaja con intenciones de traer para revender como quien lo introduce en el país en pos del beneficio propio.
En ese grupo se incluyen los que están de visita familiar o por cuestiones de trabajo en el extranjero. De estos últimos, son bien conocidos los esfuerzos sobrehumanos que realizan para reunir un dinerito y adquirir los efectos deseados. Para ellos, sobre todo, será significativo el impacto tras la reducción del peso total de las cargas y el incremento del valor en los derechos de aduana.
Otro aspecto a considerar es el tema de las indisciplinas y la incorrecta gestión laboral entre algunos de los miembros de este órgano de control. Determinados incentivos –negativos en la mayoría de los casos– se erigen como caldo de cultivo para que proliferen situaciones comprometedoras. De esas que, precisamente, limitan las normas aduanales.
¿CÓMO QUEDO YO?
La solución a los problemas actuales del mercado interno no estriba en asumir regulaciones globales que incidan en todos por igual. Quizá una posible –y utópica– salida podría ser la generación de bienes con mayor calidad, capaces de hacerle frente a la competencia. O buscar mecanismos para distinguir las importaciones con carácter comercial de las que no lo son.
Toca a la Aduana General de la República replantearse los objetivos propuestos con las legislaciones aprobadas, dada la incidencia social que desde ya tienen. Mientras tanto, aún quedan varias semanas para apreciar cómo evoluciona el tema y ver qué cauce toman las aguas.
¿Revuelto o calmado? De eso ya hablaremos. - See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/aduana-de-nuevo#sthash.bSLKGu1K.dpuf
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