IPS Para reducir la vulnerabilidad de su economía, el gobierno cubano se propone, a la par, la renegociación de deudas con varios países y la diversificación de un comercio externo todavía demasiado concentrado en términos de oferta y de socios.
El gobierno de Raúl Castro se ha propuesto de manera explícita reordenar sus relaciones comerciales y financieras externas, para evitar la repetición de dos traumas de difícil olvido en Cuba. Con apenas tres décadas de diferencia, el país sufrió profundas crisis económicas por similar causa: la pérdida abrupta de un socio comercial y financiero prácticamente único.
A inicios de los años 60 quedaron truncados en pocos meses los vínculos con Estados Unidos, sostén monopólico del comercio y las finanzas de Cuba. Los nexos se apagaron y derivaron a un franco enfrentamiento político después de retirar Washington de sus compras la cuota azucarera del vecino caribeño, en represalia al tono socialista de la Revolución Cubana.
En 1990 ocurrió lo mismo, al desaparecer la Unión Soviética. Pese a esfuerzos previos de industrialización y desarrollo agropecuario, la nación antillana mantenía en ese momento una economía básicamente monoproductora y monoexportadora. Sin la URSS, Cuba perdió de golpe al comprador del azúcar –también del níquel y otras exportaciones- y al suministrador de petróleo.
Desde entonces, han variado algunos rasgos de la economía. De productora de materias primas fundamentalmente, ha evolucionado a economía de servicios. Pero todavía mantiene una concentración de alternativas y mercados. El turismo y la exportación de servicios profesionales aportan alrededor de tres cuartas partes de los ingresos externos del país; solo los servicios médicos, con 8.200 millones de dólares previstos este año, tributan más de la mitad de todos los ingresos cubanos en moneda dura.
Entretanto, Venezuela y China concentran alrededor del 53 por ciento de su intercambio con el exterior.
Tal dependencia preocupa a las autoridades, como han manifestado en más de una ocasión. El programa económico aprobado en 2011 bajo el nombre de Lineamientos de la Política Económica y Social, prioriza la diversificación de exportaciones y mercados.La renegociación de la deuda de Cuba con Rusia constituye un éxito importante en la política del gobierno de Raúl Castro para ganar credibilidad financiera externa.
Otros rasgos estructurales observa en el comercio externo cubano, Jorge Mario Sánchez Egozcue, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC). Desde una fuerte dependencia de acuerdos intergubernamentales o mecanismos de intercambio especiales, hasta “una propensión crónica a la sobre-reacción importadora”, que achaca a rigideces, insuficiencias domésticas, distorsiones del empleo, de los precios y de la eficiencia.
La actividad económica interna mantiene una dependencia notoria de insumos importados. La expresión más negativa es que la importación de bienes tiende a crecer de manera más acentuada que el producto interno bruto (PIB).
Esos rasgos conducen a otro viejo mal de la economía cubana: “una tendencia insostenible hacia la acumulación de deuda comercial”, dijo Sánchez Egozcue en un reciente Seminario Internacional del CEEC. Como evidencia, citó un dato que definió como inercia estructural: por cada un 1 por ciento de crecimiento del producto interno bruto (PIB), la deuda creció casi un 2 por ciento, en el período trascurrido de 2008 a 2012.
La “predisposición crónica hacia una desproporcionada acumulación de deuda”, comenta este economista, genera una situación de vulnerabilidad en la economía cubana agravada en años recientes.
De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, edición del 2013, la deuda externa activa del país había trepado sostenidamente hasta 13.575 millones de dólares al cierre del año 2010 (último reporte del Banco Central), desde 8.908 millones en 2007. En solo tres años aumentaron un 65 por ciento las obligaciones entendidas como deuda activa –se deriva solo de operaciones y créditos bancarios y comerciales de más reciente factura y no tiene en cuenta deudas congeladas de décadas atrás o anteriores al año 90.
Después de reprogramar en el año 2000 sus deudas con Alemania y Japón, a fin de recuperar esos mercados, la política de negociaciones de Cuba se había estancado. Pero ante el agravamiento de la situación, el país reemprendió maniobras con éxitos sucesivos: en 2010, La Habana logró reestructurar una deuda de casi 6.000 millones de dólares con China, en 2012 Japón le condonó a Cuba el 80 por ciento de una deuda de unos 1.400 millones de dólares y en 2013 México aceptó condonarle el 70 por ciento de la deuda y dejó a pagar solo 146 millones de dólares, en más de 10 años.
Sin dudas, el triunfo mayor, en términos políticos además de financieros, lo consiguió Cuba con el acuerdo pactado el año pasado con Rusia. Moscú la eximió del pago del 90 por ciento de una deuda arrastrada desde tiempos de la Unión Soviética, estimada en más de 35.000 millones de dólares, la más voluminosa de las obligaciones impagadas.
El gobierno de Raúl Castro orientó, a la par, una política de austeridad y disciplina financiera en aras de ganar credibilidad internacional. Aunque incluyó una política para restringir el gasto en importaciones, polémica a los ojos de economistas que temen consecuencias negativas para el crecimiento económico, ha logrado algunos de los objetivos propuestos.
La agencia internacional de análisis de riesgos Moody's reconoció en abril pasado la política cubana para recuperar credibilidad financiera, pero bajó la calificación del país de Caa1 a Caa2. Adoptó esa decisión tras considerar la existencia en Venezuela de un clima de insostenibilidad macroeconómica, que deja ante un futuro incierto su acuerdo comercial con Cuba. El peligro de un ajuste de precios en la importación de petróleo, pone a la mayor de las Antillas en una situación vulnerable.
En contraste, Moody's observó perspectivas de estabilidad crediticia para Cuba, por la posibilidad de un reinicio de negociaciones con el Club de París. Esta alternativa ha vuelto con fuerzas a los corrillos financieros internacionales. El convenio con Rusia, que era el principal acreedor de La Habana entre los gobiernos integrantes del Club, dividió y debilitó a ese grupo. Según el analista Richard Feinberg, del Brookings Institution, con sede en Washington, "Cuba estará en una posición de negociación más fuerte para la reestructuración de sus restantes deudas con los países occidentales del Club de París". (2014)
El gobierno de Raúl Castro se ha propuesto de manera explícita reordenar sus relaciones comerciales y financieras externas, para evitar la repetición de dos traumas de difícil olvido en Cuba. Con apenas tres décadas de diferencia, el país sufrió profundas crisis económicas por similar causa: la pérdida abrupta de un socio comercial y financiero prácticamente único.
A inicios de los años 60 quedaron truncados en pocos meses los vínculos con Estados Unidos, sostén monopólico del comercio y las finanzas de Cuba. Los nexos se apagaron y derivaron a un franco enfrentamiento político después de retirar Washington de sus compras la cuota azucarera del vecino caribeño, en represalia al tono socialista de la Revolución Cubana.
En 1990 ocurrió lo mismo, al desaparecer la Unión Soviética. Pese a esfuerzos previos de industrialización y desarrollo agropecuario, la nación antillana mantenía en ese momento una economía básicamente monoproductora y monoexportadora. Sin la URSS, Cuba perdió de golpe al comprador del azúcar –también del níquel y otras exportaciones- y al suministrador de petróleo.
Desde entonces, han variado algunos rasgos de la economía. De productora de materias primas fundamentalmente, ha evolucionado a economía de servicios. Pero todavía mantiene una concentración de alternativas y mercados. El turismo y la exportación de servicios profesionales aportan alrededor de tres cuartas partes de los ingresos externos del país; solo los servicios médicos, con 8.200 millones de dólares previstos este año, tributan más de la mitad de todos los ingresos cubanos en moneda dura.
Entretanto, Venezuela y China concentran alrededor del 53 por ciento de su intercambio con el exterior.
Tal dependencia preocupa a las autoridades, como han manifestado en más de una ocasión. El programa económico aprobado en 2011 bajo el nombre de Lineamientos de la Política Económica y Social, prioriza la diversificación de exportaciones y mercados.La renegociación de la deuda de Cuba con Rusia constituye un éxito importante en la política del gobierno de Raúl Castro para ganar credibilidad financiera externa.
Otros rasgos estructurales observa en el comercio externo cubano, Jorge Mario Sánchez Egozcue, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC). Desde una fuerte dependencia de acuerdos intergubernamentales o mecanismos de intercambio especiales, hasta “una propensión crónica a la sobre-reacción importadora”, que achaca a rigideces, insuficiencias domésticas, distorsiones del empleo, de los precios y de la eficiencia.
La actividad económica interna mantiene una dependencia notoria de insumos importados. La expresión más negativa es que la importación de bienes tiende a crecer de manera más acentuada que el producto interno bruto (PIB).
Esos rasgos conducen a otro viejo mal de la economía cubana: “una tendencia insostenible hacia la acumulación de deuda comercial”, dijo Sánchez Egozcue en un reciente Seminario Internacional del CEEC. Como evidencia, citó un dato que definió como inercia estructural: por cada un 1 por ciento de crecimiento del producto interno bruto (PIB), la deuda creció casi un 2 por ciento, en el período trascurrido de 2008 a 2012.
La “predisposición crónica hacia una desproporcionada acumulación de deuda”, comenta este economista, genera una situación de vulnerabilidad en la economía cubana agravada en años recientes.
De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, edición del 2013, la deuda externa activa del país había trepado sostenidamente hasta 13.575 millones de dólares al cierre del año 2010 (último reporte del Banco Central), desde 8.908 millones en 2007. En solo tres años aumentaron un 65 por ciento las obligaciones entendidas como deuda activa –se deriva solo de operaciones y créditos bancarios y comerciales de más reciente factura y no tiene en cuenta deudas congeladas de décadas atrás o anteriores al año 90.
Una observación de Sánchez Egozcue confirma el deterioro del endeudamiento en ese período. En proporción con el PIB, la deuda externa total mantuvo un promedio de un 41 por ciento en la década del 2000, pero a partir del 2007 “se aprecia una aceleración aguda” hasta alcanzar el 49 por ciento en el año 2009. Paralelamente, explica, el coeficiente de importaciones en relación con el PIB pasó del 16 por ciento al 23 por ciento a partir del 2006. “La respuesta no podía ser otra que asumir una profunda reestructuración”, concluye.
La agencia de calificación de riesgos Moody’s redujo este año a Caaa2 la evaluación de alto riesgo de Cuba.
Después de reprogramar en el año 2000 sus deudas con Alemania y Japón, a fin de recuperar esos mercados, la política de negociaciones de Cuba se había estancado. Pero ante el agravamiento de la situación, el país reemprendió maniobras con éxitos sucesivos: en 2010, La Habana logró reestructurar una deuda de casi 6.000 millones de dólares con China, en 2012 Japón le condonó a Cuba el 80 por ciento de una deuda de unos 1.400 millones de dólares y en 2013 México aceptó condonarle el 70 por ciento de la deuda y dejó a pagar solo 146 millones de dólares, en más de 10 años.
Sin dudas, el triunfo mayor, en términos políticos además de financieros, lo consiguió Cuba con el acuerdo pactado el año pasado con Rusia. Moscú la eximió del pago del 90 por ciento de una deuda arrastrada desde tiempos de la Unión Soviética, estimada en más de 35.000 millones de dólares, la más voluminosa de las obligaciones impagadas.
El gobierno de Raúl Castro orientó, a la par, una política de austeridad y disciplina financiera en aras de ganar credibilidad internacional. Aunque incluyó una política para restringir el gasto en importaciones, polémica a los ojos de economistas que temen consecuencias negativas para el crecimiento económico, ha logrado algunos de los objetivos propuestos.
La agencia internacional de análisis de riesgos Moody's reconoció en abril pasado la política cubana para recuperar credibilidad financiera, pero bajó la calificación del país de Caa1 a Caa2. Adoptó esa decisión tras considerar la existencia en Venezuela de un clima de insostenibilidad macroeconómica, que deja ante un futuro incierto su acuerdo comercial con Cuba. El peligro de un ajuste de precios en la importación de petróleo, pone a la mayor de las Antillas en una situación vulnerable.
En contraste, Moody's observó perspectivas de estabilidad crediticia para Cuba, por la posibilidad de un reinicio de negociaciones con el Club de París. Esta alternativa ha vuelto con fuerzas a los corrillos financieros internacionales. El convenio con Rusia, que era el principal acreedor de La Habana entre los gobiernos integrantes del Club, dividió y debilitó a ese grupo. Según el analista Richard Feinberg, del Brookings Institution, con sede en Washington, "Cuba estará en una posición de negociación más fuerte para la reestructuración de sus restantes deudas con los países occidentales del Club de París". (2014)
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