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domingo, 13 de julio de 2014

Diario de Cuba y una mentira sobre el terrorismo contra Cuba.


En un difamatorio y mal intencionado artículo publicado hoy por el sitio contrarrevolucionario Diario de Cuba, titulado “Entre explosivos y pacotilla”, un tal Pablo Pascual Méndez Piña, manipula acontecimientos históricos de los cuales se cumplen hoy 17 años y se refieren a una acción terrorista perpetrada contra los hoteles Capri y Nacional, por parte del terrorista Raúl Ernesto Cruz León.

Luego de leer detenidamente dicho trabajo –evidentemente alejado de los sucesos históricos vinculados al caso-, no me despierta la menor de las dudas sobre su carácter especulativo y tendencioso.

La primera de las fallas del autor del trabajo es usar a un supuesto ex funcionario aduanal cubano como testimoniante principal para brindar un panorama sobre esta acción terrorista.

Otra de las fallas es sembrar la duda entre los lectores, al lanzar la pregunta: ¿Cómo es posible que en un lapso de tiempo tan breve, las autoridades ya conocieran el modus operandi del terrorista salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León?

En mi carácter de agente de la seguridad cubana infiltrado dentro del ala terrorista de la FNCA, en Miami, y conociendo directamente a todos los autores intelectuales de las asonadas terroristas preparadas contra Cuba en esa década –entre los que se destacaron Luis Posada carriles, Arnaldo Monzón Plasencia, Luis Zúñiga Rey, Francisco José Hernández Calvo, Gaspar Jiménez Escobedo, Horacio Salvador García Cordero, entre otros-, puedo dar respuesta a sus preguntas apegado a la verdad y no a la insana especulación.

En primer lugar, las acciones del 12 de julio de 1997 no habían sido las primeras. Ya Francisco Chávez Abarca y el propio Cruz León habían hecho explotar artefactos explosivos con anterioridad y nuestros órganos de seguridad se encontraban investigando de manera pormenorizada el origen, la autoría y los canales empleados para introducir esos explosivos. Esta oleada se inició el se inició el 9 de abril de 1997, cuando Francisco Chávez Abarca arribó a Cuba por el aeropuerto internacional José Martí, empleando su pasaporte salvadoreño No 816604. La primera de las bombas la colocó este terrorista centroamericano en los baños de la discoteca Aché del hotel Meliá Cohiba y detonó, como un mal presagio, a las 3:53 de la madrugada del día 12 de abril. Contenía 600 gramos de C-4. La suerte ayudó esta vez a los cubanos, pues ninguno se encontraba en esos momentos en el local siniestrado.

En ocasión de otro de sus viajes, realizado 18 días después de la colocación de la primera bomba, el 30 mayo, Chávez Abarca colocó otro artefacto explosivo en una maceta ornamental del piso 15 de ese mismo hotel habanero. Contenía 401 gramos de C-4 que se activarían mediante un mecanismo de relojería acoplado a una calculadora marca Casio, modelo QA-100. También esta vez, descubierto a tiempo el artefacto de muerte, se pudo evitar la muerte y la destrucción.

Aún recuerdo que yo había sido la primera persona en haber introducido en Cuba 900 gramos de C4, por indicaciones de la FNCA, y luego de haber sido entrenado en Guatemala por Luis Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo. Previo a ello, ya se había neutralizado a Olfiris Pérez Cabrera y Manuel Inda Ramos, ciudadanos cubanos captados en Miami, durante sendas visitas a esa ciudad, a quienes se les dio misiones similares. Tuve el honor de participar en la neutralización de estos planes.

Mientras se iniciaba la oleada terrorista del 97, participé en el análisis de estos sucesos. Aún recuerdo cómo, al ser entrevistado en una oportunidad por el entonces coronel Rabeiro, Jefe de los Órganos de Instrucción, le confirmé mis sospechas de que esas bombas eran traídas por mercenarios centroamericanos, contratados por la FNCA y Posada Carriles, quienes usaban el mismo canal aéreo usado por mí: Guatemala-San José-Habana.

Es cierto que aún nuestra frontera no estaba cabalmente protegida con la tecnología adecuada para detectar ese tipo de explosivos, por cuanto carecíamos de muchos medios que –luego de haberse analizado dichos acontecimientos-, fueron adquiridos por nuestro país a un elevado costo. También es cierto que pudo haber fallado el factor humano como resultado de exceso de confianza y negligencia al cumplir las tareas de inspección de equipajes, así como la elaboración de perfiles sobre potenciales terroristas.

Como resultado de esos factores, es cierto que Cruz León burló los controles y pasó a la retaguardia, donde colocó exitosamente las bombas. Impune, se marchó del país. Luego de recibir 3.700 dólares, Raúl Ernesto Cruz León hizo alarde público de su reciente aventura, sin importarle las cuatro personas heridas durante el suceso terrorista. 

Dos meses después, el 2 de septiembre regresó Cruz León y logró nuevamente evadir los controles de frontera, transportando la carga explosiva dentro de un televisor. En esta oportunidad, fue el fatídico 4 de septiembre cuando el terrorista hizo detonar bombas en los hoteles Copacabana, Chateau-Miramar, el complejo Neptuno-Tritón y el restaurante La Bodeguita del Medio, hasta ser capturado horas después y previo a la explosión en el último de los objetivos antes mencionados. 

Todavía otro terrorista, Otto René Rodríguez Llerena, colocó otra bomba el 4 de agosto de 1997, en el vestíbulo del hotel Meliá Cohiba, entre las 7 y 8 de la mañana, causando varios daños materiales. La composición de la mezcla explosiva, según los peritos, contenía TNT y Exógeno.

Como resultado de los estudios realizados por nuestros órganos de la seguridad y enfrentamiento, se tomaron medidas más rigurosas que conllevaron a la posterior captura de todos aquellos terroristas que vinieron a Cuba para realizar sus acciones criminales, como fueron los casos del propio Cruz León, el 4 de septiembre. El salvadoreño provocó la muerte del turista italiano Fabio Di Celmo, así como daños físicos menores a otras personas.

Rodríguez Llerena sería capturado al entrar a Cuba, a la 2 de la tarde del 10 de junio de 1998, procedente de Guatemala. Su misión era abastecer con explosivos a un supuesto terrorista radicado en Cuba, de nombre Juan Francisco González Gómez, quien colocaría una bomba en el Mausoleo al Che Guevara en Santa Clara. El supuesto terrorista al que contactaría en Cuba era un experimentado agente de la seguridad cubana.

Para realizar tales acciones, Rodríguez Llerena transportó 1.519 kilogramos de explosivo plástico C-4, distribuidos y enmascarados en un pomo de champú, uno de pasta dental y otro de desodorante. Traía, además, dos relojes marca Casio y dos detonadores.

Otra bomba fue colocada el día 30 de octubre de 1997, en un depósito de basura aledaño a un quiosco, en un salón de la Terminal No 2 del aeropuerto internacional José Martí. Tanto esta bomba, como la encontrada unos días antes en un microbús, fueron colocadas por los guatemaltecos Marlon Antonio González Estrada y Jorge Venancio Ruíz. Ambos terroristas suplantaron las identidades de dos de sus compatriotas, a saber, nombrados Nery de Jesús Galicia Hernández y José Luis Castillo Manzo, para realizar su viaje en octubre de 1997.

Ya es conocido que ambos terroristas pertenecían a la célula terrorista guatemalteca de Luis Posada Carriles, integrada por José Burgos, Juan Jiménez, Mario Delamico y José Álvarez.

Los últimos terroristas centroamericanos fueron capturados unos meses después, el 4 de marzo de 1998. Fueron los guatemaltecos: Nader Kamal Musalam Barakat, María Elena González Meza Y Jazid Fernández. Existieron otras capturas en las que estuve involucrado, pero no vale la pena abundar sobre el tema. Quines fueron los detenidos, lo sabemos nosotros y la FNCA.

Otra de las infamias es fundamentar que el gobierno cubano usó oportunistamente la oleada de bombas y la muerte de Fabio Di Celmo como fenómeno mediático para eludir el clima de ataque ideológico promovido por EE UU a causa del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en febrero de 1996.

Lo cierto es que de las 31 bombas que intentaron poner los enviados terroristas de la FNCA, explotaron 11 solamente, causando una penosa muerte, varios heridos y cuantiosos daños materiales. Nuestros órganos de enfrentamiento tomaron las medidas adecuadas para que hechos como éste no vuelvan a repetirse. 

Cuba denunció los hechos, que nunca fueron aislados y durante décadas fueron parte de la política hostil de EE UU hacia nosotros.

Buscar la mea culpa

La manipulación mediática del tema por parte del autor se dirige a la búsqueda de culpables de estos hechos. Usa una dudosa fuente, quien dijo declarar: "Soy de la opinión de que la Aduana General de la República carga con la responsabilidad de que los explosivos utilizados por el terrorista Cruz León hayan sido introducidos en el país".

Otra mentira, como ya señalé anteriormente, es aludir a la existencia de condiciones tecnológicas y de seguridad apropiadas en esos momentos para enfrentar esa oleada terrorista en la frontera cubana. Su anónimo ex aduanero, dice al respecto: “Los detectores de bombas y la técnica canina para detectar explosivos estaban disponibles en el aeropuerto ―asevera― de ahí a que los oficiales encargados no las utilizaran como estaba establecido ya es otra cosa. Para nadie es un secreto que la corrupción y la sed de pacotilla de los aduaneros les hacían descuidar sus deberes".

Luego extiende su acusación a las FAR y al MININT, injustamente.

La puñalada manipuladora no deja de esconderse al tratar de impostar la siguiente matriz de opinión, por boca de un ex aduanero visiblemente resentido "La jefatura de la Aduana se hace de la vista gorda ante los actos de corrupción, su indiferencia estimula el hostigamiento contra los cubanoamericanos que arriban al país procedentes de EE UU, a quienes extorsionaban y despojaban de sus pertenencias".

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que no existe corruptela alguna en los jefes aduanales, ni se busca lucrar con los artículos decomisados.

No niego, sin embargo, que exista corrupción en muchos de nuestros puestos aduanales y que funcionarios indolentes traten de realizar favoritismos a cambio de una tajada de dinero, incluso dejando pasar paquetería no inspeccionada, lo que abre las puertas a males mayores como a la entrada impune de la droga y explosivos. Testigos hay de que en más de una oportunidad he denunciado pública y personalmente estas corruptelas. 

Todos estos hechos son parte de los males a los que nos enfrentamos a diario para librarnos de las lacras de la corrupción, la cual no es amparada por la dirección de la Revolución. Los jefes aduanales deben aumentar su exigencia, supervisión y control para acabar con estas cuestionadas actividades.

Reto al insidioso articulista y su falsaria fuente a que den respuesta a este trabajo, honesto y apegado a la verdad. No tenemos miedo a esconder nuestras debilidades, sino a mantenerlas. Hoy, puedo asegurarlo, no hay terrorista que entre impune a nuestra patria.

El infame hecho de vender los atentados terroristas contra Cuba, como autoagresiones es el más infame de los argumentos, que solo puede salir de las mentes de quienes pagaron y pagan hoy a esos terroristas.






Percy Francisco Alvarado Godoy.

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