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domingo, 6 de julio de 2014

Google Glass aspira a revolucionar el turismo

Por Sara Clemence
July 6, 2014 12:15 p.m. ET

Fotoilustración por Sean McCabe; F. Martin Ramin/The Wall Street Journal, Peinado y maquillaje por Birgitte Phillipides, Modelo: Amy Weller/CESD; iStock (10)

¿Cuál es la forma más placentera de transitar por una ciudad? ¿Utilizar una guía de viajes, aprovechar el idioma extranjero que aprendió en el colegio para comunicarse con los transeúntes o hablar con sus anteojos?

No es una pregunta jocosa, al menos no en la era de los anteojos inteligentes GoogleGOOGL +0.39% Glass. La tecnología ha cambiado casi todo respecto a la forma en que viajamos, y Google espera que Glass sea una de las mayores innovaciones.

Para quienes aún no conocen Google Glass, se trata básicamente de un teléfono inteligente que se usa sobre el rostro, ya sea con una banda alrededor de la cabeza o integrado a unos anteojos.

La pantalla es un cubo pequeño y claro que se ubica frente a un lente. Un parlante transmite el sonido directamente a su cabeza. El Glass ha estado disponible al público esporádicamente y ahora se puede comprar de Google o Net-A-Porter, pero todavía faltan varios meses para el lanzamiento oficial.

El Glass actualmente funciona con varias decenas de aplicaciones (conocidas como Glassware). Google anunció en mayo que había incorporado los servicios de Foursquare, TripIt y Open Table, lo que incrementó la utilidad del aparato para los viajeros. Con Google Glass, puede hacer una reservación en un restaurante, averiguar si su vuelo está retrasado o traducir palabras de idiomas extranjeros, todo sin levantar un dedo.

Decidí salir de viaje tres días, no para probar Google Glass sino para explorar las ventajas y desventajas que ofrecen distintas formas de viajar por el mundo.

Fui acompañada de mi esposo Drew y nuestro hijo Jack, que está por cumplir dos años, con el plan de pasar un día de paseo con la ayuda de Google Glass, otro día siguiendo los consejos de un libro de viajes y el tercero aprovechando las sugerencias de los residentes del lugar.

Mis metas para cada día eran sencillas, pero no necesariamente fáciles de conquistar: encontrar una actividad cultural divertida, un muy buen lugar para comer y una tienda para comprar algo interesante y de buen gusto.

La autora usando Google Glass en el Castillo de San Cristóbal, en San Juan. José Jiménez-Tirado para The Wall Street Journal

Google Glass

La primera mañana, salimos del departamento que alquilamos en la ciudad vieja de San Juan, Puerto Rico, un vecindario de siglos de antigüedad sobre la costa del Océano Atlántico.

Toqué el Glass para ponerlo en funcionamiento. "OK, Glass", le dije titubeando. "Explora lugares cercanos".

La aplicación Field Trip de Google comenzó a mostrar atracciones en una galería de "tarjetas" que podía ver al tocar el costado del aparato. Sugería un bosque a una hora de viaje en automóvil.

"¿Y si vamos a este?", preguntó Drew, apuntando al Castillo San Cristóbal, al otro lado de la calle. Le pedí a Glass detalles del lugar. Demoró unos minutos, debido a mi falta de experiencia y un poco de dudas de Google Glass.

Finalmente leí en voz alta algo sobre su historia: "La construcción... terminó en 1790, aunque se hicieron renovaciones hasta avanzado...".

"El siglo XVIII", interrumpió Drew. "¿Cómo lo sabes?", pregunté. "Lo dice en la placa allí. Humanos 1, Glass 0", afirmó.

La vista era hermosa. Le pedí a Glass que tomara una foto. Luego de una pausa y un tono, tenía una foto del Atlántico a través de la pequeña ventana de una torre. Increíble.

La foto estaba un poco torcida y era más ancha de lo que esperaba. En realidad, sin forma de tener una vista previa los resultados con Google Glass siempre eran una sorpresa. De todos modos, la posibilidad de sacar una foto o tomar un video en un instante fue emocionante. No hay necesidad de ir a buscar la cámara ni perderse el momento.

Luego, salí a explorar por mí cuenta. La aplicación Field Trip propuso Casa Mar, una casa contemporánea a 15 minutos a pie. Hacía mucho calor. "OK, Glass. Dime cómo encontrar helado". Inexplicablemente, Google Glass me mostró el camino al Hotel Casablanca.

Encontré una tienda de yogur helado en una esquina y me dirigí hacia Casa Mar, mientras Glass me daba indicaciones de audio, sin necesidad de consultar un libro o teléfono.

El aparato me llevó a la Avenida Ponce de León, repleta de atracciones turísticas, pero Casa Mar seguía sin aparecer. Después concluí que Field Trip me había dado una dirección al azar por defecto. El lado positivo es que encontré una pequeña playa agradable caminando por ahí.

Lo siguiente: un lugar para cenar. "Haz una reservación cerca", le indiqué a mis anteojos. La aplicación Open Table ofrecía una serie de tarjetas con los datos esenciales: foto, nombre, calificación. No podía saber ni qué tipo de comida servía el lugar. Google Glass fue diseñado para brindar información en cantidades pequeñas, así que es más útil para cumplir con metas acotadas. Por ejemplo, hacer una reservación en un restaurante que ya conoce. Glass es igual de bueno que sus aplicaciones, que seguramente mejorarán, lo mismo que la duración de su batería y su confiabilidad.

Consultando una guía. José Jiménez-Tirado para The Wall Street Journal

Con el libro de viaje

Las guías de viaje incluyen mucha información útil en un envase pequeño. Puede obtener información sobre historia, hoteles, actividades al aire libre y más sin visitar una decena de sitios web. Además, una guía no flaquea si se cae el Wi-Fi.

Usé la "San Juan, Vieques y Culebra", de Moon Handbooks. La segunda mañana, leí un poco de historia y cultura local. Para el desayuno, Moon recomendó un lugar llamado Caficultura, en la Plaza Colón. Era agradable y ofrecía comida familiar para una estadounidense como yo. A las 9 de la mañana de un sábado estaba lleno, un recordatorio de que las guías de viaje no son la manera de encontrar lugares poco conocidos.

Luego, quise ir de compras. Usar los mapas del libro para ubicarme fue satisfactorio; era rápido, claro y los sitios importantes estaban marcados. Pero las tiendas que quisimos visitar estaban cerradas.

El problema de la confiabilidad volvió a aparecer varias veces.

Esa noche, usé Moon para encontrar un lugar para cenar y me dio una dirección equivocada para Bodega Chic. Cuando finalmente lo encontré, me enteré de que los domingos sólo abre al mediodía. Intenté con Baru, pero no lo pude encontrar. Me fijé en mi teléfono y había cerrado.

Comí en un restaurante bueno aunque no excelente que aparecía en la guía. Durante el día el libro me había dado mejores sugerencias para comer.

La autora le pide consejos a un residente. José Jiménez-Tirado for The Wall Street Journal

El toque humano

Comencé a pedir consejos de personas antes de llegar a San Juan.

El dueño del departamento que alquilamos, Jorge, me envió una lista de recomendaciones, incluido el Café El Punto, un restaurante simple que no hubiéramos encontrado por nuestra cuenta, ya que está en la parte trasera de una tienda. Allí comimos auténtica comida puertorriqueña.

Sospeché que nuestra camarera sería una buena fuente de información, y así fue. Estudiante de arte que ama la comida, nos dio una lista de más de 10 lugares.

Unas tiendas que recomendó quedaban a más de 40 minutos en auto. Pero estaba decidida a visitar esos lugares y el Museo de Arte Contemporáneo, que también elogió. La pregunta era cómo llegar.

Intenté obtener información sobre autobuses al preguntarle a un comerciante local. No sabía. Pero me dijo dónde comprar un buen sombrero, en una tienda a la vuelta.

Finalmente, fui hasta Santurce con un fotógrafo local asignado para sacar fotos para este artículo, quien me advirtió que no debía caminar sola por esas calles.

Resultó ser buen consejo: aunque Santurce queda a menos de 10 minutos, el museo está cerrado los lunes, y también el restaurante. Mi premio de consuelo fue su tour personal del dinámico arte callejero de la zona.

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