Las políticas monetarias de la zona euro para hacer frente a la crisis financiera han sido un fracaso total, como ha reconocido el propio Mario Draghi en su discurso en Jackson Hole, el congreso donde se reúnen los principales banqueros centrales del mundo. El precio que la eurozona está pagando por estas políticas ha comenzado a socavar incluso la estabilidad de los países del norte trasladando una crisis que, según Ángela Merkel, era de los países del sur. Alemania está sufriendo un serio retroceso, Italia ha vuelto a entrar en recesión, y Francia puede ser el siguiente país en volver a la senda recesiva dado que su economía se encuentra en una situación desastrosa. Ayer renunció el primer ministro Manuel Valls asegurando que Francia no podrá cumplir los objetivos de déficit. El gobierno de Francois Hollande es uno de los más impopulares de todos los tiempos y el avance de la ultraderechista Marine Le Pen aterra a los conservadores franceses.
Marine Le Pen quiere que Francia salga del euro dado que culpa a Bruselas de los problemas galos. Se envidia la política monetaria laxa de la Reserva Federal en Estados Unidos, que ha permitido bajar el desempleo del 10% al 6,2 por ciento, aunque Janet Yellen confiesa que el resultado es mediocre dado que gran parte del empleo creado corresponde a trabajo precario y mal remunerado. Nadie parece tomar en consideración que la economía de las burbujas financieras desatadas en los años 90 han colapsado y que ahora todas esas burbujas se están derrumbando. El mundo de las altas finanzas elaborado en el período de la euforia ha tocado fondo y eso es lo que tiene a la economía mundial en un estancamiento de largo plazo. Japón se encuentra en su tercera década de crecimiento cero o negativo pese a las cuantiosas inyecciones de liquidez de sus gobiernos. China ha comenzado a verse inestable y su crecimiento se está desacelerando rápidamente mientras el gobierno debe lidiar con miles de millones de dólares de prestamos fraudulentos. Europa comienza a sufrir el efecto boomerang de la crisis de Ucrania y las sanciones a Rusia, aunque aún no se aclara la verdad del derribo del MH17 y el tema ha pasado completamente al olvido por los medios europeos.
Al borde del abismo
Mientras los banqueros centrales reunidos en Jackson Hole confirman que las políticas monetarias han fracasado, podemos afirmar que la economía mundial nunca había estado en tan mal pie pese a las inyecciones de miles de millones de dólares al sistema financiero. Esto es porque la política monetaria no crea empleo ni crecimiento económico: sólo riqueza para las élites financieras que no dejan de apostar en el gran casino de la renta variable y que tiene a lo mercados bursátiles en una enorme burbuja.
Todos aquellos que pensaban que la política monetaria era un instrumento de precisión y relojería como estigmatizó durante 17 años Alan Greenspan, pueden ver hoy la profundidad de sus errores. Ahora se necesita un nuevo paradigma de política monetaria y está claro que los banqueros centrales de hoy siguen apegados al viejo dogma, aunque Janet Yellen y Mario Draghi comienzan a ver la ineficacia de estas políticas.
El descontrol financiero que en sólo dos décadas elevó los pasivos a más de mil billones de dólares (700 billones de dólares reconocidos por el Banco de Pagos Internacionales el año 2011, esto es más de diez veces e producto bruto global) es lo que tiene a la economía mundial en el ditirambo. La lección de humildad que han dado Yellen y Draghi sobre la ineficacia de las políticas monetarias es sólo un primer paso. Falta reconocer que la política monetaria no sólo ha sido cómplice del hinchamiento de las burbujas, sino también de los enormes desequilibrios globales que tienen a la economía en estado de coma.
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