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martes, 12 de agosto de 2014

La reforma inmigratoria y la Ley de Ajuste Cubano

Keith Bolender / Progreso Semanal

Mientras que niños desesperados provenientes de países centroamericanos cruzan la frontera norteamericana, los líderes en Estados Unidos continúan demostrando que ningún asunto, no importa cuán cargado de emoción o moralmente claro, está más allá de la política. Y hay un grupo que es particularmente adepto a la duplicidad cuando se trata de determinar cuáles inmigrantes merecen ser tratados  mejor que otros.

La crisis ha traído a primer plano a un grupo de congresistas que creen que los niños enviados por sus padres a Estados Unidos desde Honduras, Guatemala y El Salvador, con la esperanza de una  mejor vida, tienen que ser obligados inequívocamente a regresar, no vaya a ser que estos desafortunados se salgan con la suya de burlarse de la ley y aprovecharse de la generosidad norteamericana –la cual, aparentemente, no merecen.

Políticos, en gran medida pertenecientes al Partido Republicano, han dejado claro que estos niños no deben recibir una consideración especial, independientemente del peligro físico o las privaciones económicas que dejaron en sus países de origen. Dos políticos del Partido Republicano han sido particularmente vociferantes en su determinación de dejar la puerta de la inmigración cerrada para ciertos latinos. Los senadores Ted Cruz, de Texas, y Marco Rubio, de la Florida, representan a los más duros oponentes a la indulgencia hacia estos refugiados. Con una gran influencia, a pesar de la confusión del año pasado cuando Rubio presentó y luego rechazó su propia legislación más moderada acerca del asunto, la pareja ha sido particularmente eficaz en bloquear cualquier intento por solucionar la crisis o demostrar preocupación por los niños que cruzan la frontera. Cruz encabezó a otros conservadores en el Senado en pedir el rechazo de un reciente paquete de seguridad fronterizo presentado en la Cámara de Representantes basándose en su irritación porque excluía un lenguaje prohibiendo la expansión de la Acción Diferida contra Llegadas de Niños, del presidente Obama, un cambio administrativo que el presidente hizo en 2012 para detener la deportación de algunos jóvenes inmigrantes.

Lo que es más desconcertante de la posición de Cruz y de Rubio es que ambos tienen antecedentes inmigratorios –especialmente de un país a los que estos inmigrantes se les da una consideración especial: Cuba. Cruz nació en Canadá de un padre cubano que experimentó la tortura y las palizas durante la dictadura batistiana y huyó de la isla caribeña en 1957. Rubio, que es hijo de padres cubanoamericanos, en un momento se enredó un poco con la historia de su propia familia cuando aseguró que sus padres habían huido para escapar de la tiranía de Castro, cuando en realidad emigraron legalmente a Estados Unidos en 1956, tres años antes del triunfo de la revolución.

La pareja constantemente habla contra la revolución de Castro y apoya totalmente el trato especial que reciben los de su misma ascendencia en lo que concierne a la inmigración. Los cubanos que logran llegar a Estados Unidos no solo son bienvenidos, sino aceptados con brazos abiertos plenos de beneficios económicos y políticos, independientemente  de su edad, condición o razón para marcharse  de la isla. Esto es posible bajo la Ley de Ajuste Cubano, implementada en 1966 como parte del armamento político de EE.UU. contra la revolución. La ley fue diseñada para alentar a los cubanos a marcharse de la Isla, brindando incentivos tales como el status de residencia permanente después de solo un año. Los cubanos solo tienen que presentarse en cualquier puesto fronterizo norteamericano, y se les permite sin condiciones la entrada después de un examen superficial. De inmediato pueden solicitar programas de ayuda social, reclamar varios beneficios financieros y que se les brinden consideraciones tales como lecciones gratuitas de inglés.

La ley alienta a los cubanos a que soliciten el status de refugiados políticos y la persona solo tiene que asegurar que ha recibido algún maltrato a manos del gobierno revolucionario para garantizar que no habrá complicaciones en cuanto a su entrada. Ayudó a establecerse a la comunidad exiliada para construir su base en Miami y convertirse en la voz de la contrarrevolución y la energía tras bambalinas para mantener incólume el embargo norteamericano contra Cuba. Los críticos de la ley declaran que alienta a los cubanos a abandonar la Isla en balsas endebles, con lo que arriesgan su vida a fin de obtener beneficios que ningún otro inmigrante puede obtener. De manera consistente, el gobierno norteamericano ha utilizado la ley para anotarse puntos políticos, señalando que las llegadas demuestran cuán desesperados están los cubanos por salir de su país –sin mencionar la ley o las ventajas inmediatas que les brinda. Desde la caída de la Unión Soviética en 1989 y las constantes dificultades de la economía cubana, hasta EE.UU. admite que la ley tiene ahora poco que ver con la política y sencillamente es una forma para los cubanos de escapar de sus dificultades económicas. La misma razón que citan los inmigrantes centroamericanos.

En realidad, Cuba brinda muchos más programas sociales y seguridad personal que la mayoría de los países centroamericanos, a pesar del período especial de la economía que ha sufrido durante los últimos 25 años. Pero es el inmigrante cubano el que obtiene todos los beneficios, mientras que otros son demonizados y enviados de vuelta.

Tanto Cruz como Rubio han declarado públicamente la necesidad de mantener la ley, con la única duda por parte de Rubio, quien expresó preocupaciones menores de que los cubanos recién llegados socavan la justificación de la ley al viajar constantemente a la Isla para vacaciones familiares y viajes de negocios, lo que dificulta mantener la aseveración de que eran exiliados que huyen de un régimen opresivo.

“Cada vez se hace más difícil justificarla ante mis colegas”, dijo Rubio.

En particular, cuando encuestas como la del Instituto para Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami demuestran que el costo de los beneficios públicos brindados a los inmigrantes cubanos fue de $322 millones en 2008. O cuando el Departamento de Estado señaló en 2009 que “Abrumadoramente, los solicitantes parecen estar motivados a dejar Cuba debido a razones económicas y familiares”.

Cada vez más, la tendencia es de que cubanos de la tercera edad que han pasado toda su vida apoyando al gobierno revolucionario deciden retirarse en Estados Unidos a fin de disfrutar los beneficios que brinda esa ley –incluyendo pagos mensuales de asistencia social. Esto se está volviendo más común gracias a la flexibilidad de que disfrutan cada vez más los cubanos para viajar al exterior. Hasta una exestrella del béisbol como Antonio Pacheco, recientemente se convirtió en uno de los “refugiados” provenientes de Cuba al llegar a la Florida bajo los beneficios de la ley, a pesar del estilo de vida por encima del promedio del que disfrutaba en Cuba.

La Ley de Ajuste Cubano es un anacronismo desarrollado para crear propaganda política contra el gobierno revolucionario, por medio de incentivos inmigratorios. Ahora es meramente un método para brindar una ventaja desigual a los inmigrantes cubanos en comparación con sus contrapartes en los países latinoamericanos que enfrentan verdaderos peligros por parte de sus gobiernos o de las sociedades violentas en que viven. Sigue siendo aún otra hipocresía en la agresión norteamericana de décadas contra el régimen de Castro cuando políticos de ascendencia cubana como Cruz y Rubio muestran poca humanidad por los niños sin compañía que vienen de Centroamérica a entrar a Estados Unidos, mientras apoyan firmemente la capacidad de la Ley de Ajuste Cubano de mantener las puertas abiertas a la inmigración desde Cuba por razones puramente económicas. Y todo el tiempo mantienen la falacia de utilizar la ley para continuar avergonzando al gobierno cubano.

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