Mi blog sobre Economía

miércoles, 25 de febrero de 2015

Giro al capitalismo abre brecha de desigualdad en Cuba

New York Times ,Por RANDAL C. ARCHIBOLD
LA HABANA — El río en el que pesca Jonás Echevarría atraviesa barrios que rebosan con restaurantes finos, centros deportivos y nuevas boutiques, y todo ha surgido en medio de los pasos que Cuba ha tomado para promover la empresa privada.

Las viejas mansiones y los departamentos de lujo hablan de una riqueza nueva y antigua. Un buen número de restaurantes privados, llamados “paladares”, sirven solomillo de puerco, filete mignon y pato a la naranja.

Son cosas que Echevarría, en cuya alacena hay unos cuantos huevos, algunos plátanos y un puñado de pan, no tendría para cenar.

En su barrio, una zona llamada El Fanguito, al borde del río Almendares y al margen de la sociedad, poca gente tiene parientes que le envíen dinero del exterior. Las raciones de alimentos apenas alcanzan para cubrir el mes y las casas, de lámina corrugada, trozos de madera sobrante y concreto desmoronándose, no logran contener las aguas en las inundaciones.
Aquí nadie va a los paladares y mucho menos tiene dinero para abrir uno.
Photo
 

Los economistas cubanos afirman que los blancos tienen 2,5 veces más posibilidades de recibir remesas que los negros. CreditEliana Aponte para The New York Times

“Nunca”, afirma Echevarría, cuya sobrevivencia depende de lo que pesque ese día. “Creo que no podría pagar ni el agua.”

Ahora que Cuba está abriendo las puertas a la empresa privada, la brecha entre los que tienen y los que no tienen, que la revolución trató de cerrar, se está haciendo más evidente.

Y es de esperarse que esa división crezca más ahora que Estados Unidos aumentó la cantidad de dinero que los cubano-americanos pueden enviar a la isla: de $2.000 a $8.000 anuales, como parte del histórico acercamiento del Presidente Obama con Cuba.

Las remesas, que se calculan entre 1.000 y casi 3.000 millones de dólares anuales, ya constituyen una importante fuente de capital para los nuevos negocios, los indicadores más visible del cambio en la isla. La inyección de dinero del extranjero fue uno de los principales motores de la economía cubana en años recientes, rivalizando a los ingresos por turismo y por la exportación de minerales, farmacéuticos y azúcar.

El gobierno de Obama sostiene que elevar el límite de las remesas, junto con autorizar a más estadounidenses para visitar y otras medidas hacia la normalización de las relaciones diplomáticas, ayudará a “apoyar al pueblo de Cuba”.

Pero algunos disfrutan de ese apoyo más que otros. Los economistas cubanos afirman que los blancos tienen 2,5 veces más posibilidades de recibir remesas que los negros, lo que deja a muchos que viven en los barrios destartalados, como El Fanguito, prácticamente invisibles ante el auge del comercio, especialmente los restaurantes y las pensiones que los turistas suelen favorecer.

“Las remesas han producido nuevas formas de desigualdad, particularmente de desigualdad racial”, señala Alejandro de la Fuente, director del Instituto de Estudios Afro-Latinoamericanos de la Universidad de Harvard. “Ahora las remesas están sirviendo para financiar y establecer compañías privadas; es decir, no solo para financiar el consumo, como era antes.”

El gobierno cubano sostiene que el desplazamiento hacia la empresa privada, un pilar de la estrategia para impulsar a la flácida economía, le permitirá enfocarse en programas sociales para los más necesitados. Como proclama un cartel en una concurrida avenida en La Habana, “Los cambios en Cuba son para tener más socialismo”.

Pero muchos cubanos pobres están frustrados por lo que consideran el deterioro del estado asistencial y las ventajas que tienen los cubanos que reciben dinero del extranjero en la nueva economía.

“A medida que Cuba se ha vuelto más capitalista en los últimos 20 años, también se ha vuelto más desigual”, afirma Ted Henken, profesor del Baruch College que estudia la economía cubana. “Esas barriadas se encuentran por toda América Latina y el intento de la revolución cubana de resolver esa desigualdad dio resultados hasta cierto punto por un tiempo. Pero a medida que crece el capitalismo, hay personas en mejor posición que otras de sacar ventaja.”

La disparidad es evidente en barrios pobres como El Fanguito, donde muchos dicen sentirse extranjeros en su propia ciudad, viendo la economía emerger sin tener los medios para participar en ella.

Señalan el dominio de los cubanos blancos en las nuevas empresas, pero abordan el tema con cuidado, observando los beneficios que llevó la revolución cubana a los afrocubanos en materia de educación y salud, pero también los tiempos difíciles que siguen viviendo los cubanos de piel más oscura.

“Yo miro en esos lugares y no veo a nadie como yo”, afirma Marylyn Ramírez, que trabaja en un hotel del Vedado y que pasa frente a restaurantes camino a su trabajo.Photo



Ibelsi Rodríguez en su casa en El Fanguito. CreditEliana Aponte para The New York Times

Cuando se le pregunta si recibe ayuda financiera de parientes en el extranjero, sonríe burlona y extendiende los brazos en su pequeña sala, que se inunda con las lluvias. “¿Si los tuviera, cree usted que viviría aquí?”

Después del llamado periodo especial de los años 90, cuando el colapso de la Unión Soviética hundió a Cuba en una crisis económica, miles de personas desesperadas se fueron a vivir del campo a La Habana sin permiso, con la esperanza de encontrar trabajo.

Muchas de ellas siguen viviendo como refugiados en su propio país, en barriadas como El Fanguito, sin la posibilidad de registrarse para recibir servicios del gobierno, como la libreta de racionamiento, ya que los obstáculos burocráticos hacen prácticamente imposible cambiar de domicilio sin autorización previa.

“La erosión de la pobreza siempre ha sido una preocupación, pero si no pudieron eliminar ese tipo de barriadas en los mejores años del estado asistencial cubano, es mucho menos probable que lo puedan hacer ahora”, aseguró De la Fuente.

Muchos residentes mencionan la educación y la atención médica gratuitas que el gobierno proporciona, pero lamentan que en los dos renglones las cosas eran mejor en años pasados, con colas de espera más cortas y mejores profesores. Se sabe que los pocos residentes pobres que reciben remesas pagan tutores privados para asegurar que sus hijos avancen en la escuela, según dijeron varias personas del barrio.Un residente dio el ejemplo de un programa gubernamental que ofrece refrigeradores a quienes no lo tengan por un precio de unos $300. Pero los pagos mensuales, hechos con salarios del gobierno que rara vez son de más de $20 al mes, pueden durar años, “más tiempo de lo que dura el refrigerador”, aseguró.

La doble divisa de Cuba pone a los residentes en mayor desventaja. Una divisa, el peso convertible usado para el turismo y el comercio exterior, está alineada con el valor del dólar. Pero a la mayoría de los cubanos se les paga en pesos cubanos, que valen una fracción de los otros. Muchos bienes de consumo y otros artículos del extranjero se pagan en pesos convertibles, lo que pone tales lujos fuera del alcance de muchos.

El estancamiento de los salarios públicos también ha mantenido a muchos fuera del mercado de los bienes raíces desde que el año pasado el gobierno cambió la ley para permitir la compra y venta de casas, señala Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, que estudia la economía cubana.

“Las reformas como la autorización de vender casas benefician a quienes tienen las mejores casas, ya que pueden venderlas y comprar una más pequeña, pero no a aquellos con viviendas en mal estado”, explicó.

Pese a todos los problemas, poca gente habla abiertamente de abandonar el país por no tener parientes en el extranjero o dinero para la solicitud de visa y el boleto de avión. La alternativa es emprender el viaje en botes destartalados o embarcaciones improvisadas, aventura que puede terminar en la muerte o en la detención y represalias por parte de las autoridades cubanas.

“Los detienen, los mandan a la cárcel y después no los dejan pescar”, precisa Echevarría.

Eugenio Azcaly, de 61 años, es cocinero en un restaurante del estado y cree que tiene la habilidad y la experiencia para manejar su propio paladar. Pero no tiene capital ni apoyo de parientes en el extranjero. El estado, afirma, lo ha tratado bien y le dio la oportunidad de viajar al extranjero en su juventud, a Alemania Oriental. Pero ha notado que se abren restaurantes y ha estado pensando en su retiro.

“Tendré que seguir trabajando, pero no sé dónde”, dice. Tocándose la piel, agrega: “No sé si los nuevos negocios me aceptarían.”

Echevarría dice que tiene un ingreso promedio de $15 al mes, por debajo del promedio de $20 de los trabajadores cubanos.

“Nunca alcanza, pero tengo que tratar de seguir sobreviviendo”, concluyó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar