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martes, 3 de marzo de 2015

Cuba no tiene un banco ( en EE.UU) para tramitar sus servicios consulares; ni siquiera tiene manera de pagar la luz.......

Nuestro Director Jorge de Armas concedió esta entrevista a el diario El País de Colombia. En líneas generales la posición de CAFE está en sus palabras. Algunas palabras fueron sacadas de contexto y el mismo título fue tergiversado pero es un acercamiento justo a lo que somos.

Esperamos la disfrute.

Un saludo

Equipo de Prensa de CAFE
La vehemencia con la que habla, en un potente acento cubano, evidencia su pasión por ayudar a dibujar un mejor futuro para los once millones de compatriotas que tiene a tres horas y media de vuelo sobre el Caribe y a 16 años de sus recuerdos.

Por eso mismo, lo que resulta poco creíble es que ni Jorge de Armas ni CAFE, la organización anti embargo a Cuba a la que pertenece, tengan aspiraciones políticas. Pero según él, es más interesante utilizar el valor del voto norteamericano para lograr los dos propósitos que mueven su vida y la de su grupo radicado en La Florida: que se levante el bloqueo a la isla y que los cubanos conformen una sola nación “donde quiera que estén”.

¿Usted ha sido enfático en asegurar que el suyo no es un grupo disidente, entonces qué es CAFE?

CAFE son las siglas de Cuban Americans for Engagement, que significa Cubanos Americanos por el Compromiso de intentar un acercamiento entre las dos naciones, lo más fructífero y directo posible. Además, somos una organización totalmente anti embargo, que trabaja porque los cubanos que viven en la isla y los del exilio tengan las mismas posibilidades y garantías. Está integrada por mucha gente a lo largo y ancho de la Unión Americana, tenemos seis directores y las decisiones se toman de manera colegiada.

¿Qué los diferencia de los grupos políticos anti embargo de EE.UU.?


Sobre todo en que nosotros tenemos una visión inclusiva que nos lleva a plantear nuestras inquietudes e ideas tanto a las autoridades norteamericanas, a través de los congresistas por los que votamos, como a las cubanas, en la sección de intereses que tiene Cuba en Washington.

¿Y dentro del espectro político del exilio cubano, cómo se identifican?

Vuelvo a la definición de CAFE: cada uno de nuestros miembros tiene una visión política, que puede ser diferente e incluso contradictoria, pero nuestra organización no se define por un color político, sino por una manera de hacer política. Así, es una renovación de las estructuras de hostilidad entre los dos países, en el entendimiento pleno de toda la nación, tanto la parte que reside en Cuba como la diáspora alrededor del mundo.

No tener una postura política resulta curioso hablando de cubanos, ¿en qué se fundamenta esa actitud?

En que precisamente esa politización que se le asocia tanto al cubano nos ha llevado a que estas estructuras de hostilidades existan todo el tiempo. O sea, el hecho de definir una postura política parece implicar la asunción de principios que siguen vigentes aunque cambien las circunstancias. Es el caso de los grupos radicales de Miami, que tienen una estructura casi militar y se definen por su anticomunismo visceral, mientras otros más socialdemócratas y unos más de tendencia de izquierda. Lo que hace CAFE es intentar que en esta organización prime Cuba, para llegar a puntos de consenso y de unión que nos permitan soluciones y mejoras más evidentes.


¿Por qué debe desmontarse el bloqueo que EE. UU. tiene sobre Cuba?

El embargo es un remanente de las políticas típicas de guerra fría. Es ilegal porque la mayoría de las organizaciones internacionales lo han decretado así, ya que ejerce presión no sobre un gobierno sino sobre un pueblo, pues le impide a terceros países comercializar con Cuba. El bloqueo se mantiene por dos razones: tiene una estructura legal difícil de remover, ya que fue elevado a Ley en 1995 y solo el Congreso lo puede remover, y porque históricamente la política de EE. UU. hacia Cuba ha sido secuestrada por los grupos más radicales de Miami, que detentan un poder económico y en su época fueron un voto definitorio para las administraciones federales.


¿Entonces están satisfechos con el cambio de actitud del presidente Obama frente al embargo?

Estamos muy, muy, satisfechos con el histórico gesto de iniciar el proceso de normalización de relaciones, porque el propio presidente Obama ha exprimido sus capacidades ejecutivas y ha abierto la posibilidad de que los cubanos importen maquinaria agrícola y material de construcción a la isla para el sector privado y ha reducido todas las licencias para los viajes de estadounidenses a Cuba. Hasta que el embargo no desaparezca, no podemos decir que el Gobierno norteamericano ha renunciado a las estructuras de hostilidad hacia la isla. También Cuba tiene que aportar a este nuevo camino otro tipo de medidas: debería abrir otros espacios de participación, aprovechar el influjo de la informatización y el internet y tener una relación muchísimo más diáfana con EE. UU.


¿CAFE hizo lobby para que él se decidiera a echar atrás el bloqueo?

En los últimos tres años hemos hecho cuatro visitas a Washington y hablamos con muchas agrupaciones que tienen que ver con la política latinoamericana del Departamento de Estado para decirles que el Presidente de EE. UU. puede restablecer las relaciones diplomáticas. No tengo la certeza de que nuestras palabras sean las que hayan influido, pero lo que pasó el 17 de diciembre CAFE lo llevó ante las autoridades, así como hace dos años hablamos con las autoridades cubanas de la reforma migratoria y esta se dio.


¿Y qué retos tiene su organización tras el anuncio del pasado 17 de diciembre?

Sí es un nuevo escenario que favorece varias cosas, pero ninguno de los dos principales objetivos de CAFE han sido resueltos, es decir, el embargo aún persiste, aunque ya es bastante débil, así que trabajaremos para remover los obstáculos que impiden desmontarlo. Y, lo segundo, seguir intentando que toda la nación confluya en el interés común, lograr que los cubanos americanos puedan invertir en la isla en el sector privado y no solo como personas jurídicas. Tenemos que trabajar en un diálogo entre las dos orillas del estrecho y ver de qué manera el emigrado puede participar en los procesos de representación y participación social del país. Trabajamos por un entendimiento y un proceso de reconciliación nacional. Hasta que eso no se dé plenamente, hay mucho por hacer.


¿Cuándo podrían recibir la buena noticia del desmonte total del bloqueo?

Es complicado. Tenemos una mayoría republicana que se opone a Obama radicalmente y al levantamiento del bloqueo. Hay que ver en 20 meses si las elecciones las gana un republicano o un demócrata, pero en ambos casos el bloqueo no podrá resistir mucho tiempo más. También Cuba ha anunciado que habrá una nueva ley electoral y que se implementarán políticas taxativas. Seguiremos viendo pasos, pero no creo que sea en un año o seis meses, el levantamiento total del embargo será en el mediano plazo, por la política y la forma en que está instrumentada su revocación.

¿Y qué tan pronto se dará la reapertura de las embajadas?

Esa apertura es el primer paso en el largo camino de la reconciliación, pero es una decisión política, porque ninguno de los dos países va a renunciar a sus principios, es decir, ni Cuba va a dejar de exigir que le devuelvan Guantánamo y que la reparen por los daños económicos que ha dejado el bloqueo, ni EE. UU. va a renunciar al objetivo de lograr un proceso de cambio en Cuba, a partir de los derechos humanos. Cada país ha puesto sus principios sobre la mesa y sobre esa base van a avanzar hacia posiciones comunes.

Hay quienes dicen que las conversaciones van muy lentas...

Para que Cuba pueda funcionar con una embajada, lo primero que tiene que pasar es que EE. UU. la saque de la lista de países que patrocinan el terrorismo. Por estar allí, Cuba no tiene un banco para tramitar sus servicios consulares; ni siquiera tiene manera de pagar la luz o la gasolina ni cómo acceder a una tarjeta de crédito o débito para pagar una factura. Entonces, la apertura de la embajada será tan ágil como tan ágil actué el Gobierno de EE. UU. Espero que sea lo más rápido posible, pero estamos hablando de que desde el 17 de diciembre han pasado apenas dos meses y en dos meses se ha logrado más que en 57 años, así que es bastante rápido.

¿Entonces le parece que el balance de la reunión del viernes es positivo?

En política no todo es lo que parece. A diferencia del primer encuentro realizado en La Habana, las declaraciones hoy son optimistas y positivas. Además, la inclusión del bloqueo en ella evidencia que para los dos gobiernos es prioritario remover los obstáculos que impiden una relación normal.

¿Cómo pedir que saquen a Cuba de la lista de países terroristas si desde allá se siguen oyendo denuncias por violaciones a los derechos humanos?


La lista de países que patrocinan el terrorismo no es una lista sobre los que violan los derechos humanos. Es una lista que, a criterio del Departamento de Estado de EE. UU. incluye a los que en los últimos 20 años hayan tenido evidente participación en atentados terroristas o ayudado a terroristas. No hay ninguna evidencia de que eso haya pasado con la isla. Si uno lee por qué Cuba fue incluida el año pasado, todos son argumentos para sacarla. Todos los organismos internacionales, el propio Departamento de Estado y senadores norteamericanos han dicho que la inclusión de Cuba en esa lista le quita prestigio al Gobierno de EE. UU. y le resta valor como instrumento de lucha contra el terrorismo. Así, sacar al país de allí, más que un acto de justicia, es un acto que va a legitimar la política antiterrorista de Estados Unidos.

También hay grupos que desde la isla han expresado su descontento por el diálogo con EE. UU., ¿por qué?


Es sencillo de explicar. La ley del embargo dispone que habrá dinero efectivo federal para promover la democracia y la libertad. Esos grupos viven de esos dineros, que rondan los 25 millones de dólares anuales. Es una oposición desorientada, que no tiene arraigo social y está a punto de perder esas subvenciones, su único modo de vida. De hecho, opositores que han sido históricamente anticomunistas y anticastristas están haciendo un llamado a la cordura y exigiéndoles que abandonen la postura de estar en contra de la normalización, porque si lo que piden es que los norteamericanos los ayuden, ¿qué mejor manera de que esa ideología llegue a la isla que con una avalancha de turistas?

¿Entonces no hay oposición legítima en la isla?

Nosotros apostamos a que haya una oposición leal, no al Gobierno cubano ni al Partido Comunista, sino una oposición leal a la patria, nacionalista, cubana, que se libre del estigma que supone recibir dinero de un país extranjero para luchar por la supuesta libertad de otro. Queremos una oposición activa, participativa, pero los grupos cubanos no tienen un proyecto de nación ni un proyecto de país, ahí está el problema. Nosotros abogamos por una oposición con proyectos que incluyan a todos y cada uno de los cubanos, donde quiera que estén.

Y el exilio también está polarizado...

Hace un año dijimos que cuando la maquinaria económica norteamericana eche a andar no habrá Congreso republicano ni demócrata que la pare. Ahora, lo que estamos viviendo es que, por primera vez, EE. UU. está haciendo política de Estado sin contar con los cubanos de Miami, porque el Gobierno se dio cuenta que el diálogo es entre él y el Gobierno de Cuba, no entre él y estos, que ya no tienen un voto importante, porque la mayoría de los cubanos ya no tienen 80 años sino entre 35 y 50 y es gente que nació después del triunfo revolucionario, que tiene una visión de su país no desde la guerra sino desde la construcción y que desde Miami trabaja por su familia y quiere estar cerca de ella. Este cubano recalcitrante, en contra de cualquier acercamiento a su país, cada vez es minoritario y la prueba es el triunfo mayoritario de Obama en La Florida, bastión republicano, siempre a favor de esos cubanos.

Dicen que el motor de todos estos cambios es el interés económico de ambos países, ¿qué responde?

Sí y no. De una parte, es evidente que el interés de las grandes corporaciones norteamericanas ha precipitado este fenómeno, pero también, como dijo Obama en el discurso del Estado de la Unión, es una política que lleva 50 años intentando algo, sin lograrlo.

EE. UU. se demoró dos años para reconocer a Vietnam, tras una guerra que mató a miles de norteamericanos, solo diez años para reconocer a la China comunista, y con Cuba, una isla de apenas once millones de habitantes, ha tardado 57 años. Algo, a todas luces, desproporcional.

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