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sábado, 7 de marzo de 2015

Jóvenes de CAFÉ y de dos orillas

Mientras muchos de su generación huyen del compromiso político tanto en Estados Unidos como en Cuba, varios jóvenes cubanoamericanos derrumban estereotipos y promueven cambios en los dos países que los definen. 
Jhon Cores y Luis Carlos Battista tienen en común haber nacido en La Habana a fines de la década de 1980, pero han construido su identidad de modos diferentes: al primero sus padres lo llevaron con 6 años a la Florida y el segundo emigró tras licenciarse en Derecho en la Universidad de su ciudad natal.
Adquirir conciencia tras varias décadas de entablada la confrontación entre los gobiernos vecinos permite a Cores y Battista apostar sin prejuicios por el diálogo como la solución de los conflictos y tomar partido en la promoción de aquello que sienten más beneficioso para sus compatriotas de ambos lados.
“No quise seguir hablando sin hacer nada” confiesa Jhon. “Yo crecí hablando con mis padres, sentados en la mesa a la hora de comer, sobre los problemas de Cuba y su relación con los Estados Unidos.”
Por eso, y por lo hipócrita que considera contribuir al deterioro económico del archipiélago caribeño apoyando la política de Bloqueo/Embargo del gobierno estadounidense, entró en contacto con Cuban American For Engagement (CAFÉ) una organización de emigrados, descendientes de cubanos y ciudadanos estadounidenses que aboga de manera activa por la normalización de relaciones.
“Quiero que cuando el americano piense en Cuba, piense en más que en el tabaco, el ron y las playas. Quiero que cuando el cubano piense en EEUU, piense en más que en el bloqueo, el capitalismo y Hollywood”, argumenta Jhon.
Luis Carlos, por su parte, conserva abuelos y otros familiares en la capital cubana, pero además escribe frecuentemente sobre la política exterior de la Isla: razones de peso para que nada sobre su país le sea ajeno.

“Vivir acá me ha permitido conocer que hay más cosas que nos unen de las que nos separan. Curiosamente, ambos países no son tan perfectos como muchos plantean, pero tampoco son la casa del Diablo que otros pretenden hacer ver”, reflexiona.

“Los jóvenes emigrados tenemos el beneficio de que aun en una realidad distinta a la de los jóvenes en la Isla, mantenemos frescas las vivencias y nuestra identidad nacional. Eso nos permite comparar diferentes sociedades y versiones de la historia, al mismo tiempo que mantenemos una posición desprejuiciada hacia nuestro país”, confirma.
“Problem solvers, not finger pointers”

Solucionadores de problemas y no “echadores de culpa” es lo que precisa la relación entre las dos naciones, según la tesis que defiende Jhon en sus presentaciones por universidades de los EE.UU.. La idea es completamente consecuente con el pragmatismo que define las posturas de estos jóvenes agotados de “la retórica venenosa de quienes quieren mantener el status quo”.

“Los emigrados de menos edad, aunque no estén de acuerdo con la situación política o económica en Cuba, no tienden a apoyar el uso de sanciones hacia su pueblo. Muchos jóvenes sentimos que los líderes de Cuba se han afirmado en los triunfos iniciales de la Revolución y se han conformado con ese legado. Por eso decimos que el cubano no puede esperar que algún líder tome la iniciativa".

"El cubano es el que debe emprender, hacer y enfrentar su destino. No es que queramos derrotar a nadie, es que queremos resolver nuestros problemas y mejorar nuestra condición de vida, con o sin la ayuda de los líderes”, expone Cores.

“Mantener una participación política siempre ha implicado exponerse a críticas y polémicas”, confirma de otro lado Luis Carlos. “En lo personal me ha costado un par de familiares pertenecer a CAFÉ, pero afortunadamente aparte de ese caso, en mi familia (que como cualquiera no estamos exentos a algo tan natural como la diversidad de opiniones) entendemos que la unidad, el amor y el respeto son lo más importante para lograr una convivencia armónica, algo que también aplica para la sociedad como conjunto”, asegura.
“Conecto bien con las personas que acaban de emigrar, aunque a veces no me siento muy cubano cuando tengo conversaciones con recién emigrados”, confiesa de otra parte Cores. “¡Es que hay frases y expresiones que son ajenas a mí, toda una cultura nacional que no conozco porque no la viví! A veces siento nostalgia por lo desconocido. Me identifico como Cubano-Americano, con mayúscula en las dos, y con respeto y orgullo por ambas identidades”.
“Pienso que muchos tienen razón cuando dicen que se es más apasionado cuando se es joven”, comenta a su vez Battista. “Nuestra propia historia ha dado excelentes ejemplos de jóvenes comprometidos. Pero tenemos la suficiente madurez como para evitar un diálogo de suma cero, o sea, que uno tiene que perder para que el otro gane”.
Esa voluntad resume el carácter de esta nueva tendencia generacional: la aceptación del desacuerdo permite llegar después a los acuerdos. Es también un valor que tienen para mostrarle a sus mayores los jóvenes cubanoamericanos.Jóvenes miembros de Cuban American for Engagement
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