Mi blog sobre Economía

lunes, 6 de abril de 2015

El cíclico atolladero del tomate

Katia Siberia García

Este reportaje podría plagiar anteriores indagaciones sobre el tema que, de muchas maneras, se le parecen. Podría reescribirse, incluso, cambiando cifras, nombres y algunas causas del suceso que cada año azota al tomate. Y, sin embargo, es una nueva investigación, aunque, invariablemente, se apunte a la misma moraleja

La cámara no captó en total dimensión la retahíla de carretas que se aglomeraban a las puertas de la industria majagüense: la cola picaba y se extendía

Sin atenerse a los presagios de la fábrica, cansada de delinear sus límites, Yosvel se postra a sus puertas en lastimoso déjà vu, queriendo que la molienda triture las dilaciones que convierten el trasiego del tomate en cíclico atolladero.

Durante cinco días la misma sensación lo ha acompañado: tal vez..., pero "tal vez" pertenece al reino de los humanos y un tomate no. Un tomate no lo entiende, y menos si está maduro y debajo de 1 000 tomates maduros por tantas horas... Obviamente, a Yosvel Reina Estrada se le podría su carga cuando Invasor Digital llegó hasta su carreta, en las inmediaciones de una cola que amenazaba con obstruir el paso a la Fábrica de Conservas, de Majagua.

El fango de jugo olía diferente, la semana pasada era manifiesto. Entonces, la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Simón Reyes, a la que pertenece Yosvel, había cumplido sus compromisos de marzo con la industria y él esperaba en la hilera de los fallos o en la de los excesos, que en Majagua siempre han hecho más de lo que han podido.

Hace dos años, esta reportera contaba historias parecidas de campesinos que, enclavados en el mismísimo Mamonal (tierra de superlativos) eran poseídos por una trágica ambivalencia. Decía en el 2013: "si obtienen altos rendimientos, la acidez de sus frutos puede amargarles el dulce regocijo de ver sus campos enrojecidos de tomate".

Y ahora Yosvel viene a sugerir que la solución es no sembrar, o dejar pudrir, porque "así se acaba el problema". "O resignarse", añade Marcelo Peláez, un guajiro de la CCS Orlando Expósito. Cinco minutos bastan para que más de 20 tomateros se junten en torno a la grabadora caldeando sus ánimos.

¿Por qué pasa? —se pregunta uno que cree tirar al ruedo lo evidente— "porque es mucho tomate y la fábrica no tiene capacidad," vocean en coro desordenado. Sin embargo, más de un eslabón obstruye con su nudo la cadena que argolla el surco a la lata, en esta versión de 2015.

GÉNESIS DE LA RETÓRICA

Como en la retórica, todos en Majagua dominan al dedillo la retahíla de obstáculos, tan cíclicos que no sorprenden. No queda nadie sin saber que, en enero, el río se las da de arroyo y por raquíticas sus aguas, se siembra en octubre. Todos lo saben y lo hacen, o casi todos, de ahí que el escalonamiento de las cosechas parta, en teoría, de una lógica elemental (no embutir la fábrica), pero en la práctica...

Cada año, la realidad desata los picos de cosecha, y, a menos que los agricultores no tengan que mirar al cielo para depender de la lluvia, o de una fábrica que impone cuotas insuficientes, volverán los picos, que sí ascienden escalonados porque el tomate, ya se ha demostrado, es un buen negocio.


Los parles vuelven a ser insuficientes, a estar en malísimas condiciones, a hacerse de madera verde...

El veterano en la industria Gilfredo Boán Pina no recuerda en los últimos 15 años una situación diferente.

"En marzo siempre pasa esto", confiesa. Y la prueba convincente la ofrece Yordán Pina Vera, controlador de la producción: "en enero la fábrica no procesó ni la mitad de lo que debía, de 1 708 toneladas planificadas, se recibieron 745. En febrero casi faltaron 1 000 para llegar a lo que debíamos y marzo deja a la gente allá afuera."

"Muchas veces se sobrepasa la capacidad y procesan más de 115 toneladas diarias, aunque sigue siendo poco para frenar la avalancha. Ahora nos dijeron que, al fin, se aprobó una inversión, veremos cuándo se hace efectiva (...)", dice escéptico Jorge Calvo Fariñas, director de la Fábrica de Conservas, adscrita al Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL).

La semana pasada eso fue solo una buena noticia que no disipó la montaña de tomates que constantemente retaba al único montacargas de la industria. "Nos prestaron otro, pero es prestado y no constante", sostiene Calvo, convencido de que el trabajo se acumula y el fanguero en el patio hace patinar las gomas que, además, no están buenas.

El montacargas era el iceberg que descongelaba la premura de los fabriles, apenas uno en el rosario de calamidades que pasan por la insuficiente cantidad de tanques (otra vez los envases) y el mal estado de las cajas, que acentúa el tiempo y el ácido. "También por eso se rompen los parles, el jugo los pudre, la madera de los nuevos, para colmo, está verde, y los que hay no alcanzan, te pasas tres días pa' entrar a la fábrica, tres pa' recoger los parles... y el tomate pudriéndose en el campo", apunta Mibon Saavedra, quien "entre una cosa y otra", da un viaje a la semana.

Sin embargo, no todos son "culpables" del atascadero. Es cierto que las lluvias de octubre pudrieron semilleros, como afirmara Yusvany Cárdenas Benítez, subdelegado de Cultivos Varios en el territorio, y los soles de febrero y marzo aceleraron la maduración, prevista para abril.

Dentro de la industria se conduelen por los campesinos que aguardan, y en las afueras por "la gente allá dentro que no paran ni tienen la culpa de esto". Una relación controvertida, solo cuando se habla del mejor modo de organizar el atolladero de camiones y carretas.

Unos prefieren entrar por orden de llegada, criterio que beneficiaría, obviamente, a los que mejores condiciones de transporte tengan para dar más viajes, a los de mayor solvencia para alquilar más carretas, a los que siembran en las cercanías, a los que más siembran... "a los más poderosos", resume Ángel Prieto Goenaga, jefe de producción en la fábrica.


Otros, aclara, abogaron por la idea de despachar la carga teniendo en cuenta el plan de cada entidad, pues todas tendrían fijado su día y no se plantarían afuera en larga estadía.

Un grupo de transportistas y campesinos, a las puertas de Ceballos, discute, hasta el cansancio, las causas
de la demora

En la actualidad, así se recibe la materia prima, aunque tal cotejo no siempre obedece al tomate que apremia y varios agricultores deciden recoger a tiempo y aventurarse.

Carlos Rodríguez Falcón, presidente de la segunda mayor productora de tomate en Ciego de Ávila, la CCS Orlando Expósito, deja bien claro la moraleja: "Falta industria, y eso lo demuestra el hecho de que casi todos los productores tienen contratos en los dos lugares, Majagua y Ceballos."

No obstante, Nelson Plasencia Ceballos "reniega" de su segundo apellido, "allí fui dos veces y aquello está peor que aquí, ponga ahí que mis parles estuvieron congelados más de una semana en las cámaras".

EL GIGANTE SE QUEDÓ CHIQUITO

En los inicios de la zafra roja en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Industrial Ceballos, parecían no darse ni por enterados. Hubo días de recepcionar solo seis toneladas, otros de nueve, de 11... Literalmente, al conglomerado, con una capacidad de 350 toneladas diarias, le quedaba grande su línea de tomate; y no fue hasta las 69 acumuladas que arrancaron, cuatro días después, y sin haber llegado a las 100 que, en teoría, se necesitaban para justificar la molienda sin renunciar a patrones de eficiencia.

"Puede que, al comienzo, se hayan retenido algunos parles, pero la mayor lentitud se debe a los montacargas", explica Vilma Ojeda César, quien se ha pasado los últimos 34 años de su vida en la línea que tritura el fruto. Lo dice de manera natural, como si natural fuera que se ampliara una industria a tales magnitudes, destinara un único montacargas al descargue de parles y 10 hombres para estibar las cajas. "Nos harían falta otros dos", reconoce.

"Cada entidad tenía su cuota, pero la aparición de una enfermedad hizo suponer una mala cosecha y abrimos la brecha. Si pusiéramos de nuevo las cuotas esto no estuviera así", enfatiza Vilma.

A los efectos de la economía, sin embargo, da igual que las pérdidas sean al costado de la UEB o en lo intrincado del campo. Cuando el tomate se madura solo hay dos opciones: aprovecharlo o desecharlo. Y los campesinos, dueños de su negocio, dejan la decisión en las puertas de Ceballos, icono de la agricultura avileña.

Hace una semana, contados uno a uno, había más de 60 camiones abarrotados e igual cantidad de choferes descontentos. INVASOR no encontró a ninguno que evaluara de positivo el trasiego del fruto: "Quédese aquí, saque cuentas y verá que un carro se pasa allá dentro tres horas", pedía Yadier Ramos Rivero, de la CCS Capitán San Luis, de Venezuela.

Como él muchos sacaban sus cálculos y a nadie le daba menos de dos días llegar, descargar y salir. "Y mira que decían que en la provincia con la súper inversión de Ceballos no se daría más un pico, y en la actualidad es cuando está malo de verdad", dice Vidal Vargas Rodríguez, con casi 30 años de trabajo en la megaindustria de la que ahora, en virtud de camionero, se queja.


Para Carlos Gil Valdés, jefe de turno en la UEB, "esta es, sin dudarlo, la cosecha más organizada que hemos tenido, pero, también, la mayor".

Pese a los muchos tropiezos de la Industria avileña, esta provincia exhibe los mejores indicadores del tomate

Al margen de dichas contraposiciones, la mayoría de los agricultores y transportistas allí presentes solo querían saber el porqué de la demora. A falta de elementos, especulaban y nadie rebatía o confirmaba los supuestos.

"Por delante de uno pasan los jefes y no se detienen a explicarte nada", lamentaba Osmar Acosta, de la CCS Manuel Piti Fajardo, en Baraguá.

Confesaron al semanario que, en Jicotea, hasta las vacas han comido tomate este año y que mientras esas cosas sucedan, Ceballos no puede seguir jactándose de que triplicó sus capacidades.

"Si alguien cree que en Ciego se acabó el rollo del tomate, que venga pa' acá", convocaba Pedro Pablo Concepción, después de dos noches frente a los frutos que cultivó en la CCS Reynaldo Manen, enclavada en Majagua, el municipio mayor productor del país.

INCONCLUSIONES

Aunque, en Ciego de Ávila, los dos líderes del procesamiento (Fábrica de Conservas, Majagua, del MINAL, y UEB Industrial Ceballos, del Ministerio de la Agricultura) asumen el grueso de la producción, unas 20 miniindustrias y otras tres pequeñas fábricas procesan el fruto que este jueves superaba las 23 000 toneladas acopiadas y se calcula que, al término de la cosecha, superen las 30 000 según los rendimientos estándares.

Como promedio, cinco toneladas de tomate, representan una de pasta o puré, si bien nadie computa cuántas dejamos de hacer, cada año, a causa de las grietas que desvían el surco de las latas de pasta o puré; un producto altamente codiciado y cotizado (lo segundo más que lo primero).

Hablar de cifras, cuotas y ordenamiento, además de planificación, supone un freno a la agricultura de la que suele demandarse mayor producción. Por ello, cuando se produce sin el respaldo de inversiones completas, sin la certeza de recursos esenciales o con sistemas de pago que no impulsan a un estibador a vaciar cajas, a algunos no les queda claro en qué consiste el llamado a "sustituir importaciones".

Aun así, esta provincia muele la mitad del tomate que se procesa en el país, dispara cada año sus volúmenes, la eficiencia y calidad, a gran escala, y sortea tropiezos. Esa verdad, como el atolladero de marzo, también, se ha vuelto cíclica. Esperemos el 2016.

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