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martes, 12 de mayo de 2015

Avanza la apertura hacia Cuba*

Las visitas del presidente cubano Raúl Castro al Vaticano –donde se entrevistó con el papa Francisco, quien hizo una excepción a su agenda para recibir al gobernante caribeño– y del jefe de Estado francés, François Hollande, a La Habana, horas más tarde, constituyen pasos importantes en la apertura de Occidente hacia Cuba y exhiben la rapidez con que avanza la superación de una fractura que por décadas ha tenido como elemento central la hostilidad de Washington hacia la isla.

Con respecto de lo primero, llama la atención el tono de simpatía y búsqueda de afinidades, incluso ideológicas, entre el pontífice argentino y el mandatario cubano, y resulta inevitable contrastar ese sello de cordialidad y distensión con el duro desafío diplomático que representó para el gobierno de La Habana recibir, en enero de 1998, al papa Juan Pablo II, un anticomunista beligerante que coincidía con Washington en las exigencias injerencistas contra Cuba y que actuó como aliado ideológico de la llamada revolución conservadora, cuyos exponentes más claros eran Augusto Pinochet, Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Si en aquellos momentos Fidel Castro hubo de concebir una vasta maniobra política para neutralizar la amenaza del Vaticano, su hermano menor encontró ayer en San Pedro a un pontífice respetuoso, comprensivo y ajeno a toda intención hostil que, por el contrario, ha prestado una valiosa ayuda en el proceso de normalización de las relaciones entre Washington y La Habana.

En cuanto a la visita de Hollande, es claro que éste ha decidido tomar la delantera entre sus colegas europeos a fin de aprovechar para Francia el primer turno del deshielo, especialmente en el ámbito económico, en el que se concretó ya un acuerdo para que la trasnacional francesa Total participe en la prospección petrolera marítima en aguas territoriales de Cuba en sociedad con la firma estatal local Cuba Petróleo (Cupet). A pesar de las figuras retóricas del huésped del Elíseo, quien dijo haber vivido “un momento histórico” en su encuentro con el ex presidente Fidel Castro, es claro que los motivos de su visita son principalmente de orden pragmático. De cualquier forma, Hollande moderó las demandas ideológicas tradicionales de París hacia La Habana y se limitó a pedir a las autoridades del país anfitrión una “flexibilización de las reglas”, a fin de facilitar los intercambios comerciales entre ambos países y las inversiones de empresas francesas en la isla.

Por las razones que sea, resulta reconfortante atestiguar que se ha puesto en movimiento un círculo virtuoso de cambio en las posturas tradicionales de Estados Unidos y de sus aliados hacia Cuba. En esta lógica, la visita de Hollande a la isla dio pie, ayer mismo, para que el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest, abriera la posibilidad de una eventual visita del presidente Barack Obama a la nación antillana, al afirmar que “no la descartaría”.

Sería injusto no recordar que el papa argentino ha desempeñado un papel crucial en la apertura y en el deshielo y ello se ha logrado sin que las autoridades de La Habana tuvieran que realizar concesiones fundamentales en materia de autodeterminación, lo cual lleva a una reflexión insoslayable: la lógica transformadora inducida por Bergoglio en el Vaticano no se limita a asuntos doctrinales y pastorales, sino que ha ganado proyección también en el ámbito de la política internacional.

Cabe esperar que esa dinámica se acelere y que muy pronto la sociedad cubana pueda recibir del conjunto de los países ricos aires de cooperación y respeto a su soberanía, y que terminen de despejarse los empeños hostiles e intervencionistas a los que ha debido hacer frente durante más de medio siglo.


*Artículo Editorial de La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/12/opinion/002a1edi

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