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lunes, 4 de mayo de 2015

Gobierno de EEUU por fin admite que el fracking provoca sismos


A
lfredo Jalife-Rahme, La Jornada

Un reciente reporte del Monitoreo Geológico de EEUU (USGS, por sus siglas en inglés) de su gobierno identificó ocho estados en la región central y oriental, donde las operaciones de fracking han derivado a incrementos dramáticos de terremotos debido primordialmente a la inyección del agua de desecho en las operaciones de excavación en los pozos subterráneos al activar placas tectónicas que en algunos casos eran desconocidas (http://goo.gl/MCMd2h). Se trata del mismo hallazgo de Oklahoma extrapolado a siete estados adicionales.

El letal fracking (fracturación hidráulica) perfora rocas en profundidad para extraer petróleo/gas shale (esquisto) mediante la inyección de grandes cantidades de agua y sustancias químicas desconocidas.

William Ellsworth, geofísico del USGS, sentencia que se trata de añejas placas tectónicas que no sabemos siempre donde se encuentran. Ahora resulta que se desconocen las placas tectónicas afectadas y las misteriosas sustancias químicas inyectadas. La sismicidad consustancial al fracking ya había sido expuesta por The New York Times, específicamente en Oklahoma (http://goo.gl/jE74fl).

Lo relevante del alarmante reporte es que proviene del mismo gobierno de EU y su agencia científica USGS (http://goo.gl/YrBAZY), con funciones de investigación de hallazgo de hechos carente de responsabilidad regulatoria (léase: sin dientes) con sede en Reston (Virginia) y más de 9 mil funcionarios.

La gráfica del USGS, de 1973 a 2014, es impactante por el número acumulado de terremotos que se dispararon en forma exponencial a partir de 2009.

EcoWatch reproduce el perturbador reporte (http://goo.gl/CO3bqO) y fustiga a los negadores de los terremotos de la omnipotente industria del petróleo/gas, como el multimillonario Harold Hamm, pionero del fracking, quien ha presionado a los funcionarios de Oklahoma a ocultar los hallazgos científicos de la correlación del fracking con los sismos (http://goo.gl/evlL0U).

Entre 1973 y 2008 existió un promedio de 21 terremotos de una magnitud menor a tres grados, pero a partir de 2009 –¡el año funesto del fracking!– hasta 2013, la región analizada experimentó 99 sismos por año superiores a tres grados. Sólo en Oklahoma se escenificaron 585 sismos en 2014, mucho más que en los pasados 35 años combinados.

Son por lo menos ocho estados los afectados por el incremento exponencial de la sismicidad en regiones donde los terremotos eran raros: Oklahoma, Texas, Ohio, Alabama, Arkansas, Colorado, Kansas y Nuevo México.

Sólo Oklahoma, Texas y Ohio han acaparado la atención, mientras Texas y Nuevo México comparten frontera con México, donde el gobierno neoliberal itamita y su disfuncional Congreso –a quienes importa un bledo el ambiente y la vida de los ciudadanos– han adoptado la cómoda política del avestruz para no importunar los intereses petroleros/gaseros de BlackRock y las trasnacionales anglosajonas (http://goo.gl/bucD6J).

USGS identificó 17 zonas dentro de los ocho estados que se encuentran en peligro particular debido al número creciente de los sismos inducidos. El riesgo es mayúsculo para los habitantes que viven cerca. El modelo del USGS exhibe la “intensidad de un potencial terremoto inducido en el periodo de un año, a diferencia de sus previos estudios que operaban en un lapso mayor a 50 años (el promedio de vida de un edificio, usado para propósitos de seguros, códigos de construcción y planes de respuesta de emergencia).

EcoWatch expone que el “Escalofriante incremento de sismos por fracking obliga a Kansas a tomar medidas (http://goo.gl/ttgED0)”. Las ondas concéntricas de choque desde el epicentro de Kansas alcanzan la frontera de México, cuyo gobierno misántropo no ha tomado ninguna medida preventiva al respecto.

Según el USGS, el incremento de la sismicidad coincide con la inyección de agua de desperdicio en los yacimientos profundos de desecho en varias localidades y gran parte del agua de desperdicio, subproducto de la extracción de petróleo y gas, es utilizada en forma rutinaria por la inyección a los yacimientos.

Ante la contundencia de la evidencia científica del reporte del USGS, al día siguiente el Monitoreo Geológico de Oklahoma –agencia estatal lubricada por los intereses pecuniarios de la industria del petróleo/gas, representado por el poderoso Instituto de Petróleo Estadunidense (http://goo.gl/5WIWPF)– fue orillado a aceptar que es “muy probable que la mayoría de los recientes sismos, en particular en la parte central y norcentral de Oklahoma, es desencadenada por la inyección del agua producida en los yacimientos de desecho (http://goo.gl/hoYfuI)”.

El gobierno de Oklahoma, que preside la fundamentalista (literal) Mary Fallin, del Partido Republicano y anterior vendedora de bienes raíces, se ha fracturado como reflejo del mismo fracking, ya que las dos ramas del gobierno han optado por medidas diametralmente opuestas: el Ejecutivo admite la causal de los sismos por fracking, mientras los anticientíficos legisladores, marionetas de la omnipotente industria del petróleo/gas, han llegado, mediante dos enmiendas, a castrar y frustrar la protesta de los ciudadanos sobre su destino sísmico.

¡Cómo se parecen las dos enmiendas de los corruptos legisladores de Oklahoma a la anticientífica ley Korenfeld para privatizar el agua en México (http://goo.gl/dN8Cya)!

Heather Smith, del rotativo británico The Guardian, después de exponer que finalmente el “gobierno de EEUU acepta que el fracking provoca sismos”, pregunta por qué tardaron tanto en reconocerlo (http://goo.gl/O9wPyU). Comenta que en comparación a sus previas declaraciones, el reporte del USGS es una abrupta voltereta de sus posturas previas y considera que todavía es un documento relativamente suave, ya que aconseja mayor investigación, en lugar de tomar acciones específicas.

Hasta donde sé las universidades públicas de México y sus institutos/departamentos de geología/geofísica –UNAM (http://goo.gl/LhvTA4), IPN (http://goo.gl/pIaTjQ ) y BUAP (http://goo.gl/vYdt8c)– no se han pronunciado sobre los efectos deletéreos del fracking en la transfrontera, lo cual no se le puede exigir al ITAM: centro teológico neoliberal anticientífico que carece de un departamento de geología que confunde con el medieval financierismo antihumano.

El clan itamita de Baillères, que promueve el zoocidio de la salvaje tauromaquia, es uno de los principales beneficiados de la reforma neoliberal energética y su fracking (http://goo.gl/tCZx1L).

Lo más grave es que el gobierno neoliberal mexicano y su falsificado Pacto por México pretenden ahora itamizar a las universidades públicas –en particular a la UNAM– mediante la incrustación en sus es­tructuras estratégicas pedagógicas de topos proselitistas del ITAM, cuya terminal tarea desinformativa consistirá en desviar la atención ciudadana y científica de los sismos provocados por el fracking en la sensible zona estresada por carencia de agua del noreste mexicano.

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