Más allá de las indisciplinas sociales es preciso detener el deterioro de las pasarelas, para garantizar la seguridad de los vacacionistas
Autor: Orfilio Peláez | orfilio@granma.cu
La mala calidad de la madera empleada ha contribuido al rápido deterioro de las pasarelas levantadas en la zona frente al hotel Tropicoco, en Santa María del Mar. Foto: Silvia Diéguez
Localizadas en la ensenada de Sibarimar, en el tramo costero comprendido entre Tarará y Punta Rincón de Guanabo, las Playas del Este figuran dentro de las opciones recreativas preferidas por la población capitalina durante el verano.
Pero diferentes estudios desarrollados en las últimas cuatro décadas por especialistas del Instituto de Oceanología, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en colaboración con la delegación provincial de ese organismo y otras entidades, pusieron de manifiesto la existencia de un apreciable proceso de erosión y retroceso de la línea costera en Guanabo y la Veneciana, y de carácter moderado en el área de El Mégano, Santa María del Mar y Boca Ciega.
Como causas principales del fenómeno fueron identificadas la existencia de un déficit en los aportes naturales de arena, la incorrecta permanencia de diferentes instalaciones sobre la zona costera, pertenecientes a personas naturales y entidades estatales, y las extracciones ilegales de arena con fines diversos.
Igualmente influyen la insuficiente presencia de una adecuada vegetación costera que estabilice la duna, y la acumulación de desechos sólidos (latas, pomos plásticos, bolsas de nailon), dejados por los bañistas.
Es conveniente reiterar que la erosión en las playas cubanas tiene un carácter generalizado, con un ritmo estimado de retroceso de la línea costera de 1,2 metros por año.
De forma general, ello obedece en buena medida al aumento del nivel del mar que tiene lugar en nuestro archipiélago (de 1996 al 2009 ascendió a una velocidad promedio de 1,43 milímetros por año), en combinación con el oleaje extremo provocado por el embate de sistemas meteorológicos de notable magnitud, y el déficit en los aportes de fuentes naturales productoras de arena.
A lo anterior se añade la ejecución en etapas históricas pasadas de obras construidas encima de las dunas, haber sacado grandes volúmenes de arena del mar y el incorrecto diseño y ubicación de espigones de entrada de canales y dársenas.
Según informó a este diario el doctor en Ciencias Geográficas José Luis Juanes, jefe del departamento de Procesos Costeros del Instituto de Oceanología, en marzo del presente año el inventario nacional de playas mostraba la existencia de un total de 424. De las 257 evaluadas técnicamente, el 86 % mostró indicios de erosión.
EVITAR RETROCESOS
Desde el 2011 y bajo la guía de esa institución empezó a prepararse el Proyecto Rehabilitación funcional de las dunas en un sector de Playas del Este.
La primera etapa de la investigación consistió en evaluar el estado general de estas en las diferentes zonas contempladas en el estudio y diseñar las alternativas viables para recuperarlas, indicó la especialista Magaly Sosa Fernández, al frente del programa.
Manifestó que el tramo inicial escogido abarcó una longitud de costa de alrededor de 300 metros, justo delante del hotel Tropicoco, una de las áreas más concurridas de Santa María del Mar.
Allí se eliminaron todas las estructuras levantadas, incluida una antigua casamata y el viejo sendero peatonal, muy transitado por la población en la época cuando predominaban las casuarinas, es decir durante los años 60 y 70 del pasado siglo. Fueron reubicados asimismo los quioscos de la gastronomía.
En opinión de la investigadora, la pérdida de la duna reportada en gran parte de las Playas del Este responde al efecto del viento, ya que al carecer de la cobertura de vegetación requerida, la arena es transportada hacia tierra adentro, propiciando la erosión.
“Ya en el verano del 2013 y con el apoyo de inversiones Gamma y la empresa Arentur, comenzaron las labores encaminadas a reconstruir la duna, al remover y colocar en su lugar original más de diez mil metros cúbicos de arena, además de sembrar gramíneas y boniato de playa, con la finalidad de estabilizar y evitar las pérdidas de los volúmenes depositados”.
Es justo señalar la participación de especialistas del Instituto de Ecología y Sistemática en la creación de un vivero de especies en sustrato arenoso.
Una medida de particular importancia consistió en la construcción de tres pasarelas de madera en forma de puente, con la finalidad de que las personas en camino hacia la playa se muevan sobre ellas y no atraviesen la duna, ni pisen la vegetación plantada.
Los trabajos para la recuperación de las dunas continuaron aplicándose luego a lo largo de varios cientos de metros en el inicio de Boca Ciega, lugar donde fueron levantadas otras cinco pasarelas.
Lamentablemente y cómo pudo apreciar hace unos días este reportero, las pasarelas de la zona frente al hotel Tropicoco muestran un marcado deterioro que pone en riesgo el desenlace final de tan loable proyecto ambiental.
Fuentes relacionadas con el proyecto y personas que habitualmente trabajan en el área, expesaron a Granma que más allá de los hechos de indisciplina social registrados, en particular los referidos al arranque de los pasamanos y tablas en varios puntos, la mala calidad de la madera empleada en su confección ha contribuido a la rápida afectación de esas estructuras en apenas dos años.
Incluso, el no tener en algunas partes de donde sujetarse y los huecos presentes en la base de las pasarelas (llegan a tener hasta un metro de diámetro), aumentan el riesgo de sufrir lamentables accidentes, sobre todo en niños y personas de la tercera edad, con dificultades para caminar.
Urge entonces repararlas lo más pronto posible. Los favorables resultados observados en la restauración de las dunas y en el mantenimiento de la vegetación sembrada sobre ella, unido a garantizar la seguridad de los vacacionistas, bien lo ameritan.
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