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jueves, 5 de noviembre de 2015

Congresista Republicano ataca al Che en Miami

Edmundo García


Marcelo Claure, presidente y jefe de operaciones ejecutivas de la compañía Sprint, que ha firmado un reciente acuerdo con ETECSA, estuvo de visita en La Habana. Como es común entre los visitantes que llegan a Cuba, sean amigos o no, Claure fue a la Plaza de la Revolución e hizo una foto de la imagen del Che que luego colgó en su twitter. Ese sencillo gesto fue el pretexto para que esta semana en Miami se desatara sobre el empresario una campaña de acoso, en la que participaron hasta congresistas federales encabezados por el Republicano Carlos Curbelo, actual titular del Distrito 26 de la Florida, que abarca los cayos (condado Monroe) y el sur del condado Miami Dade.

Curbelo, que es de origen cubano, utilizó su ataque a Claure para lanzar una andanada de ofensas al Che, una figura que le queda demasiado grande. Este artículo, como respuesta, va dirigido a ese congresista de Miami:

Mira Curbelo… Tú no conoces al Che; tú no sabes quién es el Che. Tu familia parece que no ha tenido capacidad mental para entender al Che y enseñártelo en su verdad; y tú es obvio que no la tienes para haberlo entendido por tu cuenta.

Tus descendientes no van a entender al Che. O a lo mejor sí. Ojalá que sí. El Che era una persona con una capacidad de valor como pocas la han tenido; y con unas convicciones en consecuencia con ese valor.

El Che era argentino, era de toda América Latina y de todo el universo. El Che fue un hombre que desde su juventud formó parte de los movimientos guerrilleros más importantes de su época.

El Che fue un revolucionario en varios contenientes. Recorrió Nuestra América y conoció de primera mano los problemas de la gente. Era un médico y un revolucionario y en esa doble condición se puso al servicio de los más necesitados. Luchó en Guatemala, donde se opuso al golpe preparado por los halcones de la CIA contra Velazco Alvarado; luchó en Cuba, en el Congo, en Bolivia. Donde quiera que hiciera falta, en cualquier lugar que conoció una injusticia allí estuvo el Che.

Como debieras saber Curbelo, el Che fue asesinado vilmente en Bolivia por un personaje que vive actualmente en Miami; o con la complicidad de ese personaje, llamado Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, a quien apodan “el gato”. No importa que haya disparado otro, “el gato” estaba allí para asegurarse de que lo masacraran cobardemente. No te creas ninguna otra leyenda, ninguna otra mentira.

Seguramente tú conoces a ese asesino, porque es de las personas que tú tratas de ganarte con difamaciones como las que recientemente has proferido, para que voten por tu reelección. Se te olvidó muy pronto lo que una vez dijiste de la honestidad y el respeto a la verdad cuando eras miembro de la junta escolar de Miami. Pero a ti el magisterio no te pega, no te gusta. Donde tú te sientes bien es en ese tipo de política que se vuelve corrupta y se alimenta de lo inmoral.

Porque tú no haces política buena para los ciudadanos Curbelo, tú haces política contra Cuba, te alimentas de los ataques al país de tus padres.

En Che era una persona que nunca aceptó un privilegio. ¡Qué no hubiera podido tener el Che! ¡Qué no se habría ganado ya el Che con su valor y su ejemplaridad! Yo estoy seguro que ese carguito que tú tienes como congresista federal tú lo defiendes hasta con las uñas, hasta con las cutículas; si tienes que clavar las uñas para mantenerte en el puesto las clavas; y si tienes que pintártelas, te las pintas Curbelo. Las de las manos y las de los pies.

Para hablar de una figura como el Che tienes que aprender muchas cosas primero. No hablar desde la ignorancia; porque es desde la ignorancia que tú lo has atacado con mucho odio. Porque cuando uno ni siquiera conoce a quien ataca es muestra de que lo hace por odio inculcado o porque se presta para transmitir pensamientos o sentimientos de otros. En tu caso seguramente que de Ileana Ros-Lehtinen y de Mario Díaz-Balart, que llevan más tiempo que tú en el congreso. O de David Rivera, a quien seguramente seguirás con tus pasos.

Mira Curbelo, cuando al Che le rozaban las balas seguía adelante sin importarle el peligro; con quince hombres bajo su mando el Che ponía en jaque a una columna de cientos de enemigos. Lo hacía de frente. Y además los rendía, por táctica y estrategia. En la guerra abierta y en la guerrilla el Che era capaz de resistir días enteros sin comer, y atendía a sus hombres cuando enfermaban o eran heridos, antes que a sí mismo. El Che sufrió varias heridas y jamás se quejó.

Yo estoy convencido congresista Curbelo, que si usted ve una escopeta de “perles”, de copita, que si usted escucha el ligero silbido de una “balita U”, yo estoy seguro que usted sale volando. Quiero decir corriendo… No, volando: usted sale volando del miedo y habrá que seguirlo por la huella de lo que vaya soltando por el camino. Sea el producto que sea el que se desprenda del cuerpecito suyo.

Usted es incapaz de enfrentar la vida como la enfrentó el Che Guevara. Desde el punto de vista icónico, sin que con esto quiera comparar sus vidas, el Che es hoy una figura comparable a las grandes leyendas del siglo XX y que acompañan nuestro tiempo; pienso, por ejemplo, en John Lennon.

Yo no sé si usted entiende esto Curbelo; pero limpie su tren de aterrizaje cuando use la boca para hablar del Che. Usted es víctima de todas esas leyendas y mentiras que andan por Miami. Déjeme aclararle que el Che jamás abatió a una persona indefensa. El Che enfrentó enemigos, eso sí; a mercenarios pagados por potencias extranjeras para que atentaran contra su pueblo.

Ya quisieras encontrarte tú en el lugar que el Che se perdiera. El Che era guapo Curbelo; pregúntales a tus padres lo que es ser guapo. Si tú hubieras estado en uno de los escuadrones de los esbirros que tú admiras, el Che solo Curbelo, con el Capitán San Luis y El Vaquerito al lado, déjame decirte, que te caminaba pa’rriba, pa’rriba Curbelo y los rendían a pura letra “C”.

Mira Curbelo, del Che hablan muchos; pero hablar ofensivamente, en lo personal, como tú has hecho, requiere otras cosas. Para que lo sepas.

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