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Una central termoeléctrica construida en 1915 y cerrada desde finales de los años sesenta ha vuelto a abrir sus puertas repleta de presentaciones multimedia y obras del escultor cubano Esterio Segura; las bóvedas del complejo histórico-militar Morro-Cabaña al otro lado de la bahía, frente a La Habana Vieja, resuenan con los comentarios de los espectadores que examinan detenidamente las obras de 250 artistas y colectivos, desde el arte conceptual de Reynier Leyva Novo e Iván Capote hasta las pinturas de Luis Camejo; un segmento del Malecón habanero —hace apenas dos semanas un simple pedazo de acera y muro— se ha visto convertido en una playa con arena, sombrillas con techo de guano, tumbonas de plástico, y cerveza fría.
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Pasar un día en La Cabaña, al otro lado de la bahía habanera, significa perderse las sorpresas irrepetibles que acechan en cualquier rincón de la ciudad: la performance de René Francisco Rodríguez, Premio Nacional de Artes Plásticas, quien paseó por la calle O’Reilly caracterizado como el presidente Barack Obama, hablando, incluso, en inglés, y confundió a muchos que de inmediato activaron sus celulares para retratar y comunicar el “notición”, o la de Michelangelo Pistoletto en la Plaza de la Catedral, un acto energizador y exultante. Pero vale la pena alejarse por unas horas del bullicio citadino, y en el apacible ambiente de la antigua fortaleza colonial, dejarse sorprender, también, por una megaexposición del arte cubano creado en los últimos cinco años.
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Salgo caminando por la Avenida del Puerto después de un largo día de trabajo. Los turistas de siempre pasean despacio por las aceras. Las palomas, asustadas por la campana de la Catedral Ortodoxa Griega, baten alas al unísono e inician su ronda por el cielo de la Plaza de San Francisco. Recuerdo al verlas que hoy, 22 de mayo, es el día de Santa Rita de Casia, cuya imagen, en forma de escultura, preside una de las entradas laterales del convento que da nombre a la Plaza. Y no es raro que mi mente cansada vague justo ahora hacia mundos de íconos e imágenes. Es que voy camino de Casablanca, una de las sedes de la Bienal de La Habana, el evento más importante del arte contemporáneo en Cuba.
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…parecieran preguntarse los muchos norteamericanos que ya comienzan a llenar las calles capitalinas y comprueban, in situ, que “no es tan fiero el león como lo pintan”. Una de las tantas respuestas a esa pregunta es la gran exposición a cielo abierto que, por segunda vez en una Bienal, organiza Juan Delgado Calzadilla (Juanito), con la complicidad de creadores cubanos y extranjeros: Detrás del muro hay un vigoroso y audaz movimiento artístico, y un público instruido y abierto, capaz de interactuar con el arte de manera curiosa, desenfada y natural.
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Al fin ese mito indiscutible de las artes visuales de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI llamado Michelangelo Pistoletto ha llegado a La Habana. Al conocer de su presencia inminente entre nosotros, lo primero que me vino a la mente fue una frase suya que siempre me ha impresionado mucho y que, de hecho, me ha ayudado a comprender diversos fenómenos del arte contemporáneo: Una “cosa” no es arte; pero la idea que expresa la misma cosa puede serlo. En esas pocas palabras parece resumirse la lucidez de un hombre para mirar hacia el futuro de procesos tan complejos y mutables como el del arte.
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