Mi blog sobre Economía

miércoles, 17 de febrero de 2016

Bernie Sanders y la oportunidad para el cambio político en EEUU

Dan La Botz, Viento Sur

En EEUU Estamos asistiendo a un movimiento importante y muy significativo.

Por primera vez desde los años 1930, asistimos a debates sobre el socialismo y el fascismo en los medios de comunicación de masas. Bernie Sanders se define, de forma franca, como un socialista democrático, al mismo tiempo que la candidatura de Donald Trump alimenta el debate sobre el fascismo.

Por primera vez desde los años 1980, es decir, de la campaña de Jesse Jackson, tenemos un candidato progresista en las filas del Partido Demócrata y empezamos a oír una nueva (o quizás deberíamos decir muy vieja) retórica que habla de la "clase de los multimillonarios" y de la necesidad de una "revolución política".

También está presente el debate sobre la inmigración mejicana y musulmana, a quienes Trump acusa de amenazar a la sociedad americana. Trump propone construir un enorme muro entre México y EEUU, así como la expulsión de la población musulmana.

Por último, asistimos a un intenso y rico debate entre Sanders y el movimiento Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”).

Podemos decir que en EEUU asistimos a un nuevo discurso político, si bien creo que, en realidad, estamos asistiendo a una nueva política. Los discursos actuales representan una polarización política diferente y más profunda de la que hemos visto en el pasado. Y la nueva retórica, este vocabulario nuevo, simboliza profundas tensiones en el seno de la sociedad americana.

Crisis económica y crisis demográficaDe 1938 a 1968 EEUU gozó de estabilidad económica, crecimiento e incremento de beneficios y salarios. Fueron "los 30 gloriosos". Desde 1968 EEUU ha sufrido un serie de altibajos económicos, en 1975 y 1981, en 1990-91, en 2001 y, el más importante para entender la situación actual, la crisis de 2008. Durante las crisis de 1975 y 1981, muchas compañías cerraron las viejas fábricas que ya no podían competir con las de Japón y Alemania. La clase trabajadora perdió decenas de miles de puestos de trabajo industriales y sindicalizados.

La crisis de 2008 resultó aún más devastadora. En 2008 el fraudulento mercado de las hipotecas llevó al colapso o casi a grandes instituciones financieras: AIG, Bear Stearns, Citigroup, Fannie Mae and Freddie Mac, IndyMac, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Wachovia y Washington Mutual. La economía se estancó; 8 millones de personas perdieron su empleo y 3 millones perdieron sus hogares. El desempleo, según cifras oficiales, creció hasta cerca del 10%, pero en la realidad alcanzó probablemente el 16%; siendo un 30% para la población negra y el 50 % para la juventud negra.

Mucha gente perdió sus casas al no poder pagar su hipoteca. Y no se dieron más créditos. Durante un año la economía estuvo casi paralizada.

Esta crisis también representó un paso decisivo en el cambio de la estructura y de la dinámica del empleo. Creció la subcontratación, la externalización y el empleo temporal o a tiempo parcial, sin días festivos, sin bajas por enfermedad, primas… Hoy en día hablamos de precarización, es decir de gente que no tiene un empleo estable y con condiciones dignas como en el pasado. La situación económica tuvo graves repercusiones para el conjunto de la clase trabajadora: afectó a su empleo, a su jornada laboral y a sus salarios y primas. Ahora bien, el impacto fue mas devastador entre la gente negra, a la que le fueron arrebatados casi todos sus bienes y propiedades.

La crisis de 2008 afectó a los negocios de tamaño medio y pequeño que, por falta de crédito y clientes, perdieron mucho dinero. La pequeña burguesía, a la que pertenecían esos negocios, reaccionó contra los gobiernos de los republicanos y de los demócratas. A partir de ahí, y con el apoyo económico de sectores de la gran burguesía, como los hermanos Koch, y tomando como punto de partida el descontento de la clase media, se creó el nuevo movimiento político de la derecha dentro del partido republicano: el Tea Party. Éste tuvo éxito en las elecciones al Congreso y formó un grupo parlamentario con capacidad para paralizarlo e impedir la aprobación de leyes. Ese fue el primero paso hacia la creación de la nueva derecha del Partido Republicano dominada por Donald Trump y Ted Cruz.

Pero esa crisis también alumbró nuevos movimiento sociales: Occupy Wall Street en 2010 y Black Lives Matter en 2014. Estos movimientos, aunque distintos y diferenciados, representan reacciones en contra de la desigualdad económica, de la desigualdad racial, contra el papel de los bancos y empresas en la política, contra la política gubernamental y las políticas de austeridad, y contra la represión y el racismo que les acompañan. Aunque los activistas de Occupy Wall Street rechazaron los partidos políticos y programas de demandas, sin embargo su movimiento dio a luz la nueva política que vemos hoy. El movimiento Occupy Wall Street fue la cuna de la campaña de Bernie Sanders. Éste ha abanderado las reivindicaciones y los eslóganes de Occupy y les ha dado la forma política y programática que carecían. Por eso, cientos de miles de jóvenes en todo el país se han sumado a la campaña de Sanders. La gente joven, que no puede encontrar trabajos fijos con sueldos dignos, apoya a Bernie Sanders.

Además, aunque la mayoría de los líderes sindicales apoyan a Hillary Clinton, tres sindicatos: Trabajadores de la Comunicación de América (CWA), Enfermeras Unidas Nacionales (NUN) y el Sindicato de Trabajadores del Correo (APWU) junto a 10 000 sindicalistas, descontentos con sus líderes que apoyan mayoritariamente a Hillary Cinton, se han identificado con Labor por Bernie.

La otra crisis que, en este momento político afecta de forma fundamental a EEUU es la crisis demográfica. La población blanca, especialmente los hombres de más de 40 años, se siente amenazada por el crecimiento numérico de la población negra, latina y asiática. Siente una perdida de status. Es esta población blanca de la clase media y de la clase trabajadora la que se ha convertido en la base social del Partido Republicano y de la campaña de Trump y del resto de los candidatos de la derecha.

Es importante entender que EEUU se fundó como país con gente proveniente de Europa del noroeste, gente blanca, protestante, con una concepción de su supremacía racial sobre todos lo demás y con la idea de que la forma de gobierno representativo y el sistema capitalista debían expandirse a todo el mundo. Pero desde los años 50 la puesta en cuestión del racismo blanco ha cambiado profundamente la situación.

Entre 1956 y 1965, el movimiento negro a favor de los derechos civiles en el Sur de EEUU fue exitoso y puso el fin al sistema ilegal y extralegal de Jim Crow; es decir, a la segregación racial y la privación de derechos civiles y políticos a la población negra así como a la violencia de lynching (ejecuciones extra-judiciales). El movimiento obtuvo dos leyes importantes: la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley del derecho al voto de 1965 que cambiaron el panorama social y político del Sur.

Al movimiento a favor los derechos civiles le siguió el movimiento Black Power (Poder Negro). El movimiento Black Power, que reivindicaba poder político tanto en el Sur como en el Norte, así como el acceso al trabajo, la vivienda y a la educación sufrió un terrible represión (asesinato de Malcom X y de los líderes de los Panteras Negras…).

En los años 60 y 70 hubo tumultos y rebeliones urbanas en las comunidades negras de las grandes ciudades norteamericanas que se tradujeron en enormes incendios que destruyeron bloques de viviendas enteros, barrios y amplias áreas urbanas, con cientos de personas muertas y heridas en los conflictos.

Como resultado de estas luchas y rebeliones se produjeron dos reacciones por parte de la población blanca: huida de las ciudades, trasladándose a los suburbios y reacción contra las reivindicaciones de la población negra. Otra cosa que hay que recordar es que, en esa época, se aprobó una tercera ley: la Ley de Inmigración de 1965. Esta ley cambió completamente la política migratoria de EEUU que desde los años 20, por razones raciales y religiosas, había excluido no solo a africanos, asiáticos y latinos sino, también, a la gente procedente de Europa del sur y del este: griegos, italianos, polacos y rusos. Fueron excluidos no solo por no ser anglosajones y blancos, sino también por ser católicos, ortodoxos, judíos o musulmanes. La Ley de Inmigración de 1965 abrió la puerta a todo el mundo (a través de un método de cuotas nacionales) y dio como resultado en una amplia inmigración europea, africana, asiática y latina.

Pero en los años 80, como resultado de las políticas económicas, políticas y militares en Latinoamérica, se desarrolló una enorme inmigración no-documentada de mexicanos, centroamericanos y sudamericanos que se prolongó hasta 2008.

El resultado de todo eso ha sido un tremendo cambio en el equilibrio de la población, aumentando la población no-blanca y disminuyendo la población blanca.

La población masculina blanca actual, o su predecesora, que perdió sus trabajos industriales y sindicalizados en la gran desindustrialización, se encuentra ahora compitiendo por un puesto de trabajo con negros, latinos, asiáticos, inmigrantes y mujeres en el creciente sector de servicios.

Toda ello ha alimentado el resentimiento entre los hombres de clase media y clase trabajadora, resentimiento que les ha hecho bascular hacia la derecha del Partido Republicano, hacia Trump y el resto.

Por el contrario, la gente joven, mucha de la cual no comparte las ideas racistas de sus padres, va hacia Sanders.

La campaña Sanders y el desafío para la izquierda independiente

Desde la crisis de 2008 el ala progresista del Partido Demócrata ha crecido, como lo muestra la elección de candidatas y candidatos como Elizabeth Warren, Senadora de Massachusetts desde 2012, y de Bill de Blasio, alcalde de Nueva York desde 2015. En el Partido Demócrata mucha gente había puesto su esperanza en la candidatura de Warren, muy popular entre los progresistas, para las primarias, pero ella decidió no competir.

También es notable y significativa la elección del socialista Kshama Sawant al consejo municipal de la cuidad de Seattle en 2013 y su reelección en 2015. Encuestas recientes indican que muchos jóvenes piensan que el socialismo puede ser un sistema mejor que el capitalismo.

Esas elecciones son muestra de que una parte importante del Partido Demócrata rechaza la política neoliberal, la austeridad y las estrategias represivas que le acompañan. La victoria de Sawant también mostraba que una parte del pueblo puede pensar en candidatos y partidos independientes y a la izquierda del Partido Demócrata.

Es este conjunto de situaciones las que crearon las condiciones para un candidato como Sanders en 2016. ¿Quién es Bernie Sanders?

Antes de hablar de Sanders, vamos a hablar sobre su contrincante: Hillary Clinton. Es importante señalar que si fuera elegida, Hillary Clinton seria la primera presidenta, la primera mujer a ocupar la silla presidencial. Así pues, ella tiene una base de apoyo entre mujeres de más de 30 años, especialmente mujeres profesionales y de clase media y alta. Además, los Clinton, Bill e Hillary, también tienen una vieja relación con líderes políticos, religiosos y comunitarios de la comunidad negra; eso a pesar de sus políticas tan destructivas para la comunidad negra, como la reforma del sistema de “bienestar social” que echó a decenas de miles de mujeres y niños a la calle.

Pero mucha gente rechaza a Hillary no solo por sus políticas del pasado, como las reformas bancarias que permitieron el crecimiento del sector financiero a base de prácticas dudosas y fraudulentas, sino también por su prepotencia. A muchos no les gusta la política dinástica pero además, tampoco confían en Hillary como persona. Por tanto, la desconfianza popular en Hillary forma parte del contexto que ha dado la oportunidad y el éxito actual a Sanders en su campaña.

Nacido y crecido en Brooklyn, hijo de judíos inmigrantes de Europa del este, participó en el movimiento a favor de los derechos civiles de los negros en los años 60 como joven estudiante. Después se mudó al pequeño estado de Vermont donde llegó a ser alcalde de Burlington y más tarde representante y senador en el Congreso de EEUU. Siempre como independiente; es decir, nunca fue miembro del Partido Demócrata, si bien trabajaba en su grupo parlamentario en el Congreso. Solo entró en el Partido Demócrata para participar en estas primarias, aunque ha anunciado que apoyará a quien las gane. Es muy probable que, si no gana él, lo haría Hillary Clinton.

En el Congreso, Sanders siempre promovió leyes progresistas en política interior, aunque generalmente apoyó la tradicional política exterior. En estas elecciones habla de poner en pie un programa de obras públicas para la reconstrucción de la infraestructura del país; de aumentar los salarios a $15 la hora; de educación superior, educación universitaria, gratis. Y de cambiar profundamente el sistema judicial y la cultura y la practica de la policía.

Lamentablemente ha apoyado al Estado de Israel, pero también cuenta a su favor que votó contra la guerra en Iraq. En la campaña, su enfoque está centrado en la política interior; y respecto a la política exterior dice que está contra la política intervencionista estadounidense en otros países. En la lucha contra el Estado Islamico y otras organizaciones terroristas prefiere organizar amplias coaliciones y que el papel central lo tomen los aliados árabes y musulmanes.

Por tanto, Sanders no es el candidato ideal. Fundamentalmente hay dos problemas: su política exterior y su nuevo compromiso con el Partido Demócrata que incluye su promesa de apoyar a quien gane en las primarias del partido.

Pero, para mí, lo fundamental de la campaña de Sanders ha sido el impacto de su programa progresista en el pueblo americano, especialmente en la juventud, entre los sindicalistas progresistas y, en general, en la clase trabajadora. Sanders habla en términos de una lucha entre la clase de los multimillonarios y el pueblo trabajador. Además, la campaña de Sanders ha legitimado y ha hecho aceptable el término socialista, promoviendo el debate sobre el socialismo en el conjunto de la sociedad.

Mucha gente de la izquierda socialista, que tienen amplia representación, no participan en la campaña de Sanders argumentando que es Demócrata y no independiente y que ha prometido apoyar a quien gane en las primarias, que probablemente será Clinton; por lo tanto, consideran que no merece el apoyo de los socialistas, especialmente debido a su política exterior. Es cierto lo que dicen, pero creo que es imprescindible encontrar una forma tanto para acercarse a la juventud y a los y a las sindicalistas que apoyan a Sanders como, también, de trabajar con esos sectores, al menos, hasta las elecciones generales. Aunque continúo con el carnet del Partido Verde, he trabajado en la campaña de Sanders en mi comunidad y he participado en sus mítines y marchas junto con compañeros de Socialistas Democráticas de América. Si Sanders apoya a Hillary Clinton, yo y muchos otros hemos dejado claro que no vamos a seguirlo, pero por el momento yo me asumo a su campaña.

Alternativa Socialista, el grupo de Kshama Sawant, está trabajando en la campaña de Sanders y promete continuar hasta las elecciones generales. Anima a quienes le secundan a implicarse en la campaña de la Doctora Jill Stein, candidata del Partido Verde, si Sanders pierde. Creo que es poco probable que la mayoría de los seguidores de Sanders, vayan a votar por ella.

Es importante luchar para ganar estos jóvenes y sindicalistas a una política clasista e independiente, pero creo que es una lucha principalmente ideológica y a largo plazo. Lo más seguro es que los jóvenes y sindicalistas que están apoyando a Sanders van a aprender de su experiencia y van a sacar sus propias conclusiones. Ellos van a formar la base de futuros movimientos sociales y políticos independientes y nosotros queremos estar con ellos cuando saquen sus conclusiones y desarrollen sus propias políticas.

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