Sergio Alejandro Gómez
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, confirmó este jueves viajará a Cuba a finales de marzo y se convertirá así en el primer mandatario en ejercicio que vista la Isla vecina en cerca de 80 años.
La visita sería el sello final al cambio de política iniciado el 17 de diciembre de 2014 y que sin dudas se convertirá en uno de los mayores legados en política exterior de la actual administración demócrata.
La noticia, que le ha dado la vuelta al mundo primero como un rumor y luego ratificada por la Casa Blanca, desmonta algunos de los principales mitos originados durante más de medio siglo de distanciamiento y confrontación:
1. Hay una razón por la que los estadounidenses no deben visitar Cuba
Claro que el viaje de Obama no tiene motivos turísticos, la categoría que quedó vedada según la Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Ampliación de las Exportaciones del año 2000.
Sin embargo, nadie descarta que en los dos días que estará en el país pueda disfrutar la riqueza cultural del pueblo cubano u observar las bellezas naturales de una isla vecina que ha estado fuera del alcance de los viajeros de su por más de medio siglo.
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, quedó impresionado por el Hotel Nacional en su visita de agosto pasado, paseó por las calles de La Habana y manejó un Chevrolet Impala del año 1959.
¿Si el presidente de los Estados Unidos, quizás la persona más custodiada del mundo, puede tomar el Air Force One y aterrizar en La Habana sin más licencia que una invitación de las autoridades de la Isla, por qué el resto de los ciudadanos no puede hacer lo mismo?
2. Cuba viola los derechos humanos
Este es el mantra de quienes pretenden justificar como una cruzada filantrópica la política de agresión que inició en 1959 ante el avance de una Revolución socialista en su propio patio y que continúa con los mismos objetivos políticos aunque cambien los métodos.
Ha sido tanta la propaganda que se ha emitido al respecto por todas las vías posibles, especialmente después del colapso del campo socialista, que incluso ha permeado la realpolitik posterior a los anuncios del 17 de diciembre de 2014.
Hace apenas unos meses, Obama hizo declaraciones asegurando que valoraba la posibilidad de visitar Cuba, pero bajo ciertas condiciones.
Una de ellas, dijo, era “poder hablar con todo el mundo”.
Quizás sus asesores no le recordaron que el discurso del expresidente Jimmy Carter desde el Aula Magna de la Universidad de La Habana en mayo de 2002 fue transmitida en directo por la televisión cubana.
No hay forma de poder intercambiar con más cubanos que esa.
“Si, de hecho, puedo decir con confianza que estamos viendo progresos en la libertad y posibilidades para los cubanos de a pie, me gustaría usar una visita como una forma de enfatizar ese progreso”, indicó el presidente como otra de sus condiciones.
Desde entonces Cuba no ha tomado ninguna medida que afecte radicalmente los derechos adquiridos durante el proceso revolucionario, los mismos que son reconocidos en el mundo.
El propio viaje confirma que desde hace mucho, quizás desde enero de 1959, Cuba cumple con las “condiciones” para ser visitada por cualquier presidente, más allá de la indiscutible necesidad de continuar ampliando las libertades económicas, políticas y sociales conquistadas en un escenario de agresión y que sin dudas deben expandirse si ese contexto llegara a cambiar.
3. Obama ya ha hecho todo lo que puede
Desde que el demócrata Bill Clinton firmó en 1996 la Ley Helms-Burton, el presidente de los Estados Unidos perdió la capacidad de poner fin al bloqueo contra Cuba, pero el Ejecutivo de entonces fue lo suficientemente astuto como para dejar un margen de maniobra.
El viceasesor de la Casa Blanca en Seguridad Nacional, Ben Rhodes, quien formó parte de las negociaciones secretas con La Habana que llevaron a la normalización de relaciones, confirmó este domingo en Washington lo que viene defendiendo la parte cubana desde el principio: Obama tiene facultades ejecutivas para hacer mucho más de lo que ha hecho hasta ahora.
Durante un evento organizado en el Instituto de la Paz en la capital estadounidense por el Consorcio Cuba, al cual tuvo acceso la prensa cubana acreditada, Rhodes aseguró que la administración Obama valora otros cambios regulatorios extra que se puedan hacer dentro de los marcos de la ley actual.
Todavía no hemos logrado conectar nuestra nueva política hacia Cuba con las transformaciones que vive ese país para que se solidifiquen los negocios y haya un impacto en las personas, dijo. “Eso es lo que quiere el presidente”.
“Queremos abrir cuanto más sea posible y creemos que todavía es posible hacer más”, añadió. “Eso crea un momentum para la irreversibilidad”.
4. Los cambios hacia Cuba tienen un alto costo político
Los analistas debaten sobre si el límite del presidente es el costo político, la preocupación de ir en contra de la ley o su estrategia para desmontar el sistema político y social cubano.
El Presidente Barack Obama tiene la base de apoyo para seguir desmontando el bloqueo, el principal obstáculo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, le aseguró el miércoles en Washington el ministro cubano de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, a su homóloga estadounidense, Penny Pritzker.
“No somos ingenuos, dijo Malmierca, sabemos que todo esto (el desmontaje del bloqueo) plantea problemas políticos para la administración, especialmente en un año electoral. Pero hay un fuerte apoyo no solo en la sociedad norteamericana, sino en el Congreso, y por miembros del Congreso de ambos partidos, para continuar avanzando”.
Al igual que los anuncios del 17 de diciembre, la noticia de que Obama viajará a Cuba ha sido recibida como un símbolo de paz, además de ayudar a cumplir con una exigencia anual de la inmensa mayoría de los países del globo que exigen el levantamiento del bloqueo en la Asamblea General de la ONU.
Es difícil imaginar otras decisiones del gobierno norteamericano que alcancen un criterio unánime tan favorable en el globo.
5. El poder omnipotente de la ultraderecha de Miami
La defunción de la tesis de que la ultraderecha de Miami, especialmente los legisladores de origen cubano, tenían totalmente secuestrada la política de Estados Unidos hacia Cuba, comenzó a desmoronarse cuando los presidentes Obama y Raúl Castro anunciaban al mundo que estaban dispuesto a avanzar en la normalización de relaciones.
A pesar de que esos mismos congresistas y senadores permanecían en el poder, la comunidad cubana en Florida y en especial Miami sufrió transformaciones radicales.
Con dos cubanoamericanos corriendo en las primarias republicanas, ambos opuestos al acercamiento con Cuba, este viaje de Obama de cara al escenario electoral es, cuando menos, una prueba de la fuerza que aún conserva la Casa Blanca para manejar la política exterior de Estados Unidos.
“Podría tener sentido antes pero Cuba está cambiando”, dijo Rhodes respecto al bloqueo a los miembros del Consorcio Cuba, tras reconocer que muchos cubanoamericanos radicales habían logrado evolucionar. “La pregunta es seremos parte de ese cambio o no”.
Citó el ejemplo de exsecretario de Comercio que asumió la presidencia del Consejo de Negocios Estados Unidos-Cuba.
Quizá nada ilustra mejor las transformaciones ocurridas en los últimos años que la historia de este empresario de origen cubano, que dirigió la trasnacional de alimentos Kellogg´s y terminó siendo parte de la administración de George W. Bush y la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre, el injerencista organismo encargado de dirigir una supuesta transición política en la Isla.
Los estadounidenses viajan, dijo Rhodes, y ven que los cubanos quieren la mejoría de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Mencionó incluso una encuesta de un diario estadounidense que habla de un 95 % de apoyo al deshielo de las relaciones.
“Por qué en nombre del pueblo del pueblo cubano abrazaríamos una política que es masivamente rechazada por ellos”.
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