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lunes, 25 de abril de 2016

LA HISTORIA QUE NO PODEMOS OLVIDADAR....Machadito.


Machadito


A 59 años de la masacre de Humboldt 7, Fructuoso Ro­drí­guez, Juan Pedro Carbó, Joe Westbrook y José Machado, continúan vivos porque supieron morir por la Patria


24 de abril de 2016 22:04:55


José Machado, a la izquierda, se identifica plenamente con la consigna de unidad revolucionaria proclamada por José Antonio Echeverría como fundamento para la actividad del Directorio Revolucionario. Foto: Archivo

Lo acontecido el 13 de Marzo de 1957 en el Palacio Presidencial y en Radio Reloj, las ac­ciones combativas que en ambos sitios se produjeron y sus preparativos, todo ello protagonizado por miembros del Directorio Re­vo­lu­cionario, liderados por el inolvidable José An­tonio Echeverría, se inscribe en lo más he­roico de la última etapa de la historia de luchas de nuestro pueblo y especialmente de la ju­ven­tud cubana.

Transcurridos 38 días de aquellos hechos, durante los que la tiranía desató una feroz re­pre­sión, La Habana volvió a conmocionarse con el asesinato, el 20 de abril, de cuatro valiosos jóvenes combatientes de dicha gesta, en lo que se conoce como la masacre de Humboldt 7.

A 59 años de su caída, Fructuoso Ro­drí­guez, Juan Pedro Carbó, Joe Westbrook y José Machado, continúan vivos porque supieron morir por la Patria.
De uno de ellos, “Machadito”, trata el si­guiente trabajo.

SEMBLANZA DE UN HÉROE
José Machado Rodríguez nace en Man­za­nillo el 20 de septiembre de 1932. Cursa la primera enseñanza en el Colegio de Santo Tomás de Aquino pasando después a realizar los es­tudios de bachillerato en el Instituto de Se­gunda Enseñanza de aquella ciudad. En ese centro ya se destaca en las protestas estudiantiles usuales contra los corruptos gobiernos de la época. En 1951, la familia se traslada a La Habana y continúa sus estudios en el Instituto del Vedado. El golpe de Estado de Batista lo sorprende en Santiago de Cuba cuando se dirigía a Manzanillo a visitar a su madre y se une a los estudiantes de aquella ciudad cuando se dirigen al cuartel Moncada a solicitar armas para resistir el golpe.

El jueves 1ro. de octubre de 1952 se ma­tricu­­la en la Universidad de La Habana, en la carrera de Administración Pública. De inmediato se incorpora a la lucha estudiantil contra la dictadura, estableciendo estrechos vínculos con José Antonio Echeverría. Se destaca rápidamente por sus actividades revolucionarias ocupando siempre la primera línea en las manifestaciones y protestas. El 15 de enero de 1953 participa en las grandes demostraciones que se realizan con motivo de la profanación del busto de Mella y en la que muere Rubén Batista, el primer mártir estudiantil. Desde el principio se ad­hiere a la línea insurreccional proclamada por Echeverría. Su popularidad entre los estudiantes se acrecienta cuando entra a formar parte del equipo regular de fútbol rugby como half back. La prensa deportiva de la época lo des­taca en los encuentros con los clubes Atlé­tico de Cuba y Vedado Tennis en 1953 y 1954.

Después del Moncada, José Antonio Eche­verría se propone aspirar a la presidencia de la FEU para desplegar un gran movimiento estudiantil contra la dictadura precisando: “En los momentos actuales solo puede haber revolución cívica, pero iremos a donde tengamos que ir”. La aspiración de José Antonio provoca el rechazo de los viejos politiqueros de la FEU. La Universidad ha sido escenario de no pocos hechos de sangre, y Machadito y Carbó se van a convertir en la escolta que cuida por la seguridad de José Antonio en los meses siguientes.

La propuesta de José Antonio se va consolidando con la unidad de los estudiantes de la enseñanza secundaria, Institutos de Segunda Enseñanza, Escuelas de Comercio y Escuelas de Arte y Oficios. El ímpetu de las demostraciones estudiantiles va creciendo y paso a paso va sacudiendo al régimen dictatorial has­ta alcanzar su máxima demostración en la gran huelga de diciembre de 1955 en unión a los trabajadores azucareros. Las condiciones para la insurrección están creadas cuando Fidel declara: “En 1956 seremos libres o seremos mártires”.

Entre tanto José Antonio ha ido implementando las condiciones para la lucha armada. Surge el Directorio Revolucionario el 24 de febrero de 1956 y Machadito se integra como uno de los cuadros más importantes de la Sección de Acción. Él ha tomado parte en no pocas acciones armadas como la gran balacera del 20 de mayo de 1955, cuando la policía cerca la Universidad para impedir que se efectúe el recibimiento a Fidel, recién liberado de prisión. El 4 de agosto de ese año, en unión de José Antonio y otros estudiantes, se incorpora a una intentona revolucionaria armada en La Habana por lo que es enviado a prisión. El 2 de diciembre de 1955 integra el comando armado del Directorio que se enfrenta a la policía, donde son heridos dos altos jefes policiales y 12 agentes. En junio de 1956 se incorpora a otra intentona contra la vida del dictador en la que logra apoderarse de un grupo importante de armas para el Directorio.

Machado se identifica plenamente con la consigna de unidad revolucionaria proclamada por Echeverría como fundamento para la actividad del Directorio Revolucionario. Esa unidad que será decisiva en la etapa de las luchas estudiantiles, llevará a la firma de la Car­ta de Méjico y tendrá como propuesta final la creación “de un Partido o Movimiento Uni­do que agrupe en su seno a los verdaderos lu­chadores”, propuesta recogida en la Proclama del Escambray del Directorio Revolucionario del 25 de febrero de 1958.

En octubre de 1956, cuando se realiza la reunión final de Echeverría y los otros dirigentes del Directorio con Fidel para puntualizar los planes insurreccionales, Machadito y Carbó viajan a Méjico y se reúnen con el máximo dirigente del Movimiento 26 de Julio para tratar sobre su participación en la lucha.

Después del 13 de Marzo, para Machado y los demás combatientes los acontecimientos se van a desarrollar en una ronda vertiginosa. Ante la violenta represión desatada por el régimen batistiano el sótano donde se escondían se pone en crisis, de ahí Machado y Carbó tienen que moverse a casa de un amigo en la calle Aram­buru, a un apartamentico que logramos al­quilar en la calle General Lee, a una vivienda en Zapata y 2 y fi­nalmente como último re­curso a las oficinas del Colegio Farma­céutico en Ma­lecón. Allí son descubiertos por el sereno, lo­gran avisarme y trato de encontrar una solución en el apartamento 201 del edificio de Hum­boldt 7 donde sé que está clandestino Joe Westbrook. Joe acepta mu­darse para otra ubicación a fin de que Ma­chadito, Carbó y Fruc­tuoso se trasladen allí. Acor­damos efectuar el movimiento entre las 10 y las 11 de la noche del día 19 de abril. Cuando podemos llegar al apartamento nos sorprende la presencia de Mar­quitos Ro­dríguez, un personaje ex­traño pero que Joe utiliza en su vida clandestina. Mar­qui­tos es opuesto a la lucha ar­mada y nos califica de gángsters y bonchistas. Al descubrir su presencia se desata la tensión que hemos venido acumulando en los días pasados. Carbó y Machado profieren palabras du­ras que aquel soporta ba­jando la cabeza pero indudablemente acumulando rencor contra sus críticos. Finalmente pa­sada la una de la madrugada se retira con Joe que se marcha para su nueva ubicación.

El día 20 de abril de 1957, cuando después de la una de la tarde salgo de Humboldt a cumplir un encargo de Carbó, el grupo se está recuperando de la tensión de las últimas horas. Se ven tranquilos y hasta humoristas. A esa hora Marquitos ha hecho contacto con el sanguinario esbirro Esteban Ventura y ha denunciado la ubicación de los dirigentes del Direc­torio. En tanto, inesperadamente ha re­gresado al apartamento Joe Westbrook, que caerá asesinado también. Cerca de las cinco de la tarde un numeroso contingente policial asalta el apartamento, desbaratan la puerta y disparan sus ametralladoras. La sorpresa ha sido total y Ma­chado, Carbó y Fructuoso solo atinan a es­capar. Se lanzan a medio vestir por un patinejo de ventilación hacia la planta inferior, salen al pasillo del edificio, Carbó corre hacia la derecha buscando la escalera y una ráfaga de ametralladora le sale al paso derribándolo. La sangre que corre por la escalera es la sangre de Car­bó. Machado y Fructuoso corren hacia la iz­quierda hacia una ventana que da a un pasillo lateral del edificio, se lanzan desde una altura aproximada de seis metros, Fruc­tuo­so se golpea y pierde el conocimiento. Machado trata de ayudarlo y cuando levanta la vista ve asomarse los cañones de las ametralladoras de los esbirros batistianos por la reja que cierra el pasillo:

¡No tiren que estamos desarmados! Fue­ron sus últimas palabras.



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