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sábado, 23 de abril de 2016

LOS RETOS DEL MARXISMO EN METODOLOGÍA

Por Enrique de la Garza Toledo

Dentro del marxismo es común afirmar que Marx creó una nueva ciencia: la ciencia de la historia. Esta afirmación de ser cierta podría tener dos contenidos no equivalentes. Podría significar que Marx creó una ciencia positiva de la realidad histórico-social, en cuanto una capacidad de explicación y predicción a la manera de las ciencias naturales. La otra, más cercana a Gramsci, hablaría no de una ciencia positiva sino de una concepción del mundo y, en particular, de una concepción de historia como articulación entre objetividad, y subjetividad.

Al respecto, señala Harry Claver 1 que El capital acepta varios ángulos de lectura (nosotros podríamos extenderlo al conjunto de la teoría marxista). Un primer ángulo de lectura es el concebir al marxismo como una ciencia positiva, sujeta a los criterios de cientificidad de una supuesta “ciencia general“, con capacidades explicativas y predictivas. En esta primera óptica El capital aparece como una obra de teoría económica (para algunas corrientes contemporáneas pareciera que El capital es incluso una econometría). Una segunda manera de ver la obra marxista es fundamentalmente como un método, tradición que parte de Lukács, es decir la teoría en una concepción de realidad en movimiento tendría límites finitos y tendría que ser objeto de una crítica permanente. 2

Finalmente, en la perspectiva obrerista de Panzieri el marxismo aparece como la ciencia de la revolución y, en esta medida, no es simple ciencia para conocer relaciones sociales ni competitiva con otras teorías, ni tampoco un método más eficiente para explicar lo dado, sino una ciencia con un campo específico que implica: primero, que no sirve para todo, que sirve para revolucionar y no para integrar, para subvertir y no para contemplar. En segundo término, que el ángulo de análisis que caracteriza al marxismo es permanentemente el del poder y la dominación, que si bien pretende dar cuenta de la totalidad de las relaciones sociales lo hace con el ángulo de lo político. Sociología vestida de ciencia política es el marxismo, añadirá Panzieri.

Es posible que el marxismo de Marx, hijo de su tiempo, esté sujeto a dos tensiones en cuanto a su concepto de ciencia. Por un lado, una concepción que proviene de la tradición anglosajona de ciencia empírica cercana a la ciencia natural. Por el otro, la de la tradición romántica alemana en cuanto recuperación de la especificidad del fenómeno histórico, su irreductibilidad a leyes universales y la reivindicación de la voluntad como su especificidad. Es probable que esta doble tensión sintetizada en una nueva concepción de realidad tenga en Marx profundas repercusiones en el plano epistemo-metodológíco:

1. En el concepto marxista de ley de tendencia entendida como potencialidad mediada y de determinación como causa mediada 3 en contraste con la noción clásica de ley de causalidad. La idea moderna de causalidad probabilística no equivale a ley de tendencia y determinación, desde el momento en que la distinción específica en Marxes, por un lado, la perspectiva de conocimiento concreto como conocimiento que articula mediaciones de las más abstractas a las más concretas y, por el otro, que una mediación inevitable es la propia subjetividad de los sujetos.

2. En el concepto marxista de tiempo presente, de futuro y de predicción. Si el cambio social resulta de la articulación entre objetividad y subjetividad a diferentes niveles, la definición de la coyuntura presente no puede ser sino la del espacio de las acciones viables de los sujetos; asimismo, el futuro no puede concebirse predeterminado por leyes objetivas sino presentarse simplemente como futuro potencial a diferentes niveles de abstracción que implican diferentes niveles de potencialidad, de una potencialidad abstracta a una potencialidad concreta.

3. En la noción marxista de la praxis como prueba de la verdad, la cual no debe ser interpretada en el sentido positivista de verificación con lo empírico, sino de confrontación-reconstrucción del conocimiento concreto con el movimiento histórico: el de la transformación revolucionaria de la sociedad. El conocimiento pierde así su carácter o pretensión de correspondencia contemplativa, en el sentido de señalar unívocamente el quehacer a los sujetos sociales, para convertirse en una determinante más de la acción subordinada a la misma, en un componente de la acción irreductible a la sola teoría.

Detrás de las consideraciones señaladas, con respecto al concepto marxista de ciencia y sus implicaciones epistemo-metodológicas, hay en Marx un concepto de realidad que contrasta profundamente con el positivismo y con el historicismo.

En primer lugar, hay un concepto de historia entendida como articulación entre objetividad y subjetividad y en donde articulación implica determinación, pero determinación mediada, excluyendo con ello todo determinismo y reduccionisrno. Este concepto de historia contrasta con la visión naturalista de la sociedad del positivismo, en donde, reivindicando el concepto de objetividad y de ley objetiva, los sujetos voluntarios son reducidos a instrumentos de dichas leyes objetivas. En este sentido, Comte fijaba como tarea de la ciencia enseñar a los hombres a comportarse de acuerdo con las leyes sociales para que no sufriesen al actuar en contra de lo que rige a la sociedad.

En segundo lugar, hay en Marx la idea del movimiento como rearticulación que puede implicar el cambio de legalidades y de conceptos pertinentes a la nueva realidad. Estas consideraciones llevan a la noción marxista de ley y concepto históricamente determinados en contraposición al ideal positivista del concepto y la ley universal.

En tercer término, la idea de realidad analizable por niveles de realidad, no reducible exclusivamente a lo empírico observable, ni tampoco a la contradicción idealista entre esencia y apariencia. Realidad por niveles, no todos ellos observacionales, niveles en articulación con determinaciones mediadas y con dinamismos diferentes. Este concepto de realidad tiene su traducción en el privilegio metodológico de la totalidad como categoría central en la perspectiva del conocimiento marxista. Totalidad que implica articulación en diferentes niveles de realidad, que presupone mediación y descubrimiento de mediaciones y que tiene detrás la noción de determinación que impide confundir totalidad con todo. Esta noción de totalidad no puede confundirse con la de sistema teórico axiomáticamente construido y deductivamente relacionado. Totalidad articulada por niveles de abstracción como, concretó pensado, implica teoría articulada por niveles de abstracción en. una relación lógico-histórica de construcción entre los diferentes niveles. Totalidad concreta por niveles desde los más abstractos hasta los más concretos presupone la construcción de la teoría específica al objeto específico, en el sentido de la relación entre general y particular, pero también la imposibilidad de emprender la explicación sólo a partir de lo general (o de lo universal). De esta manera, se prefigura en Marx un concepto de explicación que escapa a la filosofía positivista de ser sino el de reconstrucción de la totalidad concreta del pensamiento y, no simplemnte la subsunción de la situación concreta dentro de la teoría universal.

II

A pesar de contener el marxismo una concepción de la realidad y de epistemología diferentes al positivismo, tendríamos que reconocer que aquél no ha podido desarrollarse cabalmente en el plano metodológico. A diferencia del marxismo, el positivismo se fue convirtiendo desde finales del siglo pasado en paradigma dominante en la filosofía de la ciencia y posteriormente en la metodología de las ciencias sociales. Al convertir el positivismo la reflexión sobre el quehacer de la ciencia natural en campo específico de su reflexión, en una época de revolución científica, dio a esta perspectiva una gran ventaja con respecto a paradigmas alternativos. Sin embargo, en el fondo de la hegemonía positivista, no hay principahnente un problema ideológico sino una situación material muy concreta que fue imponiendo formas concretas de hacer a la ciencia natural desde finales del siglo XIX. La revolución en las ciencias naturales se vio aparejada con la conversión cabal de la ciencia natural en tecnología, con la aplicación de las ciencias naturales a la producción capitalista. Esta situación material tuvo al menos dos implicaciones para la ciencia natural: por un lado, el predominio del experimento que fija sus propias condiciones de verdad y que por la vía del control de las variables permite reducir la tarea de la ciencia a la definición de cadenas causales (o de asociación, si se prefiere un término menos fuerte). Por el otro, una angustia por la predicción, soluble prácticamente en el terreno del experimento, traducible en la angustia de la cuantificación y la precisión. La conversión de la ciencia natural en tecnología no es ajena a esta angustia: en última instancia el cálculo y la predicción precisa de la tasa de ganancia, pasa ahora por la predicción precisa de las variables físico-química y mecánicas de los procesos productivos.

El imperio de la razón instrumental es también el de la ciencia de la contemplación de lo dado. Con el predominio material del capitalismo se refuerza la visión positivista del mundo en cuanto ver la realidad,, en particular la social, independiente de los sujetos y refuerza la idea de ley como ley desubjetivada y universal. Asimismo, el predominio del experimento apuntala la reducción del campo de la experiencia a la recolección del dato empírico y el concepto de verdad a la verificación.

Ley universal y realidad prácticamente reducida al mundo empírico conducen al concepto positivista de la teoría en tanto teoría homogénea (conjunto de hipótesis relacionadas entre sí en forma deductiva). A una teoría homogénea le corresponde por tanto en el positivismo una concepción homogénea de la realidad, realidad de un solo plano y reducible por la vía de la verificación y de los enunciados elementales a lo empírico.

A esta concepción de realidad, de ciencia, de ley, de teoría (que le fija a la teoría la función deductiva de permitir explicar lo singular a partir de la ley universal o de la hipótesis universal deducida de la teoría), le corresponde un método, el método hipotético deductivo.

Ese concepto de ciencia y de método se va convirtiendo en paradigma dominante desde finales del siglo XIX, pero no es sólo paradigma dominante, sino también hegemónico. El marxismo, entre otros, no escapa a su influencia. Es la época del marxismo de la Segunda Internacional; un marxismo que no logra dar cuenta cabal de la revolución que se está produciendo en las ciencias naturales (excepto su ubicación dentro de una dialéctica ingenua) y, por tanto, muchos de los nuevos problemas empiezan a ser definidos y “resueltos” dentro de los cánones del positivismo. Hasta antes de la Revolución de Octubre, ni siquiera el ala revolucionaria de la socialdemocracia logra configurar una alternativa de peso a la potencia positivista. En este contexto Materialismo y empiricriticismo resulta hasta cierto punto una excepción. Excepción porque disputa con el positivismo de moda, logrando desenmascarar su carácter idealista dentro de un aparente materialismo, cuyo texto es a la vez insuficiente para dar cuenta de los complejos problemas reales que está enfrentando la ciencia natural de la época.

De una manera o de otra 3 dejando fuera exponentes bastante conocidos de la izquierda minoritaria de la Segunda Internacional, lo que se va imponiendo en este periodo en el marxismo es una concepción naturalista de la historia —a la manera del positivismo.

Pero la revolución europea de 1917-23 trae aires de renovación en el marxismo; al influjo del movimiento real del pensamiento marxista revive y es capaz de romper con la hegemonía positivista. Es el periodo de las primeras reflexiones marxistas de Lukács, deKorch, de Gramsci, de Bloch y de la corriente de Frankfurt. En esta oleada renovadora y de puesta al día del marxismo con el pensamiento occidental hay un punto en común a pesar de las diferencias específicas notorias: la reivindicación del papel del sujeto en la historia y la negación de una historia naturalistas y positivizante.

Sin embargo, esta segunda oleada del renacer marxista no pasa de los años treinta (con excepción, posiblemente, de la corriente de Frankfurt a la que salva y condena su academicismo e intelectualismo). La Tercera Internacional en proceso de estalinización condena esta visión marxista de la historia (Lukács es condenado por Zinoviev en el V Congreso de la Comitern; Korch es marginado del movimiento comunista alemán;Gramsci padece la obscuridad de la cárcel fascista y el olvido de sus camaradas, Bloch es aceptado sólo a condición de permanecer confinado a la academia). Es el periodo del estalinismo que marcará profundamente el pensamiento marxista a través de los manuales de marxismo-leninismo de la Academia de Ciencias de la URSS en un nuevo aire positivizante.

Mientras el estalinismo se imponía a lo largo y a lo ancho del pensamiento marxista (las escuelas de Frankfurt y del trotskismo son sólo excepciones), el positivismo alcanzaba su máximo esplendor y hegemonía. En el campo de la metodología de las ciencias sociales, el positivismo lograba definir problemas y proponer soluciones a las cuales el marxismo estalinista no lograba penetrar, reducido a una supuesta traducción materialista de Hegelen el ámbito de la metodología. Problemas como los siguientes se convirtieron en coto casi exclusivo de la reflexión positivista sin que el marxismo de la época esbozara alguna contrapropuesta:

—El ideal positivista de teoría como teoría axiomatizada, con una función deductiva en el proceso de investigación científica.

—La definición positivista de la relación entre teoría e hipótesis científica y el privilegio del camino de la prueba de las hipótesis, como el camino de la investigación científica y ante lo cual el marxismo de la época no pudo oponer sino una concepción gnoseológica del problema de la verdad, que recordaba más las discusiones de la filosofía del siglo XVIII que los problemas de la ciencia del siglo XX.

—Definición por el positivismo del problema de la operacionalización de los conceptos teóricos y el intento de solución rigurosa a través de la definición operacional deBridgman. Ante el problema, el marxismo tampoco tuvo nada que ofrecer.

—Definición y privilegio de técnicas de recolección de datos y de análisis de información como el uso de cuestionarios, el análisis de contenido de textos, así como todo el desarrollo de la estadística social, la construcción de índices y escalas que la sociología soviética simplemente adoptó.

Toda esta coyuntura fue conformando un gran atraso del marxismo .en la reflexión metodológica a partir de sus propios supuestos y una innegable influencia del positivismo en el marxismo de la época. Esta influencia se reforzaba por la propia concepción naturalista de la historia del estalinismo que sólo recuperaba la cara naturalista de Marx, en tanto privilegio y evolución del desarrollo de las fuerzas productivas sin sus claras articulaciones con la lucha de clases.
III

En tanto el marxismo se estancaba y positivizaba metodológicamente, el positivismo entraba internamente en una profunda crisis. En tres aspectos internos podría resumirse la crisis del positivismo. Primero, las críticas de Popper al positivismo, sobre todo las críticas a la inducción, se convirtieron en críticas a la verificación y al significado de conocimiento del positivismo. A partir de Popper, resultaba lógicamente insostenible la aceptación de la verificación como algo probablemente verdadero y, por tanto, la razón deductiva sólo podía tener certeza de lo que no podía conocer. Es decir, la crítica a la verificación se convertía en crítica a la capacidad de conocer.

En segundo lugar, el proyecto positivista de convertir el proceso de investigación (al menos el del hipotético deductivo) en un proceso estrictamente lógico se mostró improcedente en sus momentos principales:

—A la teoría axiomatízada se ofrecía un perfil epistemológico más realista,

—a la función estrictamente deductiva de la teoría se ofrecía un panorama más heurístico del conocimiento acumulado,

—ante la propuesta de las definiciones operacionales se tenía que reconocer que la ciencia trabaja con conceptos “sólo parcialmente interpretados“,

—el dato empírico no podía sostenerse como algo simplemente dado (Carnap), ni era posible construir una teoría aceptable de la observación (en el sentido positivista de aceptable o sea reducible a una lógica de la observación) y por lo tanto, no podía resolverse en el plano puramente lógico el problema de confrontar pensamientos con realidades.

En tercer término, la filosofía de la ciencia finalmente hacía suyas, a mediados de esta década, las componentes extralógicas del conocimiento científico que otras perspectivas venían postulando desde hacía tiempo. Khun se encargó de desatar la polémica sobre todo con Popper y el logicismo metodológico; en este sentido, las críticas de Lakatos a la racionalidad instantánea popperiana ayudarían a disolver las expectativas de un proyecto iniciado sistemáticamente con el Círculo de Viena.

A pesar de la crisis interna del positivismo, sintetizada en la incapacidad de responder rigurosamente y desde sus propios presupuestos a los problemas culminantes que se impuso a sí mismo, la metodología de las ciencias sociales, al menos la “ciencia social normal“, sigue basando su metodología en aquel paradigma ahora en crisis. Es decir, se presenta un desfase entre una epistemología en crisis y su metodología social todavía predominante. Sin embargo, la crisis real capitalista iniciada en los setentas ha significado, en primera instancia, una crisis de las teorías sociales fuertes —las teorías económicas—; crisis que se presenta como crisis de impredicibilidad y que abre una serie de discusiones que el auge capitalista de la posguerra y la soberbia de la lógica positivista habían mantenido soterradas: la función de las teorías sociales, su capacidad de conocer, su relación con la ideología y sobre todo, si sus criterios de cientificidad tendrían que ser los de las ciencias naturales.

Para el marxismo se abre una gran alternativa, producto de un gran viraje histórico en la realidad capitalista y posiblemente en las concepciones. En lo metodológico, se abre la posibilidad de que el marxismo, aprovechando la crisis del positivismo y de las teorías fuertes que le sirvieron de legitimidad concreta, pueda desarrollar una alternativa epistemológica y metodológica interrumpida durante largos periodos históricos.

En principio, habría dos condiciones abstractas para que el marxismo llegara a generar una alternativa propia competitiva del positivismo:

1) No insistir en la adaptación del positivismo al marxismo, no insistir en una epistemología ahora en crisis.

2) Buscar desarrollar lo que en los clásicos del marxismo fueron concepciones epistemológicas básicas, escasamente desarrolladas, en el contexto de los problemas modernos de la ciencia. En este sentido, la vena de reflexión que nos parece más fructífera de desarrollar es la que parte del método de la economía política de Marx. Reflexión que fue retomada por el marxismo después del estalinismo y que dio origen a la identificación de problemas propios y algunos intentos de solución. Problemas como la distinción entre método de investigación y de exposición, el punto de partida, la relación entre abstracto y concreto, la relación entre lo histórico y lo lógico y el concepto metodológico de totalidad.

Sin embargo, esta reflexión marxista sobre el método pareció agotarse al inicio de la década pasada 4 (el señor Colletti contribuyó a que la reflexión se desviase hacia los problemas de la dialéctica hegeliana). Resulta importante y posible en la coyuntura actual tratar de desarrollar esta discusión interrumpida. Algunas de las temáticas modernas que pudieran desarrollarse nos parecen las siguientes:

1) La posibilidad de un concepto alternativo de teoría, diferente al de teoría axiomatizada y, consecuente con la idea marxista de niveles de realidad, niveles de abstracción y de construcción de totalidad como articulación de niveles conceptuales de los más abstractos a los más concretos.

2) La reivindicación de un problema marxista propio, ajeno como problema al positivismo, como es el del punto de partida.

3) La definición de la estrategia fundamental de construcción de conocimiento como una estrategia de construcción y no de simple verificación. La consideración del concepto de totalidad abierta en el sentido metodológico en contraposición a sistema teórico como criterio metodológico central en la estrategia de construcción de conocimiento.

4) El reconocimiento de la falta de una reflexión explícita marxista acerca de los alcances de un posible método de Marx que vaya más allá de la economía política.

5) La posible influencia del carácter del objeto en la definición de los contenidos metodológicos, no obstante poderse hablar de principios epistemo-anetodológicos más generales.

6) Dentro de la perspectiva del punto 5), la definición de la relación y forma de intervención de lo lógico y lo histórico en el proceso de reconstrucción de la totalidad con contenidos y jerarquías abiertas dependiendo del objeto.

7) La reconsideración del problema de la dialéctica, específicamente de la contradicción dialéctica, al interior de un posible1 método de reconstrucción de la totalidad, escapando de las consideraciones logicistas en las que se empantanó conColletti, buscando desarrollar el concepto de Gramsci de contradicción sustantiva.

8) Reconsideración acerca del problema de la “verificación interna y externa“, en un método de reconstrucción de la totalidad.

9) Reconocimiento de que el marxismo no cuenta con un método de investigación (las reflexiones más acabadas sobre el método se refieren a la exposición); la posibilidad de desarrollarlo a partir de la descripción articulada. 6

10) Una reflexión específica acerca del concepto de lo empírico como forma de la relación entre el sujeto y el objeto.

11) Una crítica y una reflexión consecuente sobre el problema de la relación entre concepto teórico e indicador, dentro del proceso de reconstrucción de la totalidad.

12) Una reflexión crítica que llegue hasta los fundamentos epistemológicos de las técnicas de investigación.

13) Pero, sobre todo, el desarrollo de las implicaciones metodológicas de una concepción de historia como articulación entre sujeto y objeto. En la concepción de la clase obrera como sujeto-objeto el conocimiento de la ciencia marxista puede convertirse para ese sujeto-objeto en un parámetro más para su acción, y el proceso de investigación en una forma de intervención política. Intervención que por parte de los intelectuales reconozca las mediaciones inevitables entre teoría y realidad y que en la perspectiva marxista el “qué hacer” no puede estar unívocamente determinado sólo por la ciencia. Es decir, la intervención de los intelectuales no puede sostenerse como simple proceso concientizador, puesto que presupondría una capacidad de “reflejo” de la realidad por la teoría y una determinación lineal de lo subjetivo por lo objetivo, ajeno a la concepción de historia que aquí hemos manejado. Si el marxismo quiere dejar de hacer simplemente ideología para la cultura y volver a hacer conocimiento para la acción, tendremos que empezar aplicando el marxismo al marxismo.

NOTAS

1 H. Claver. Una lectura política de El capital* FCE, México, 1985.

2 El parangón entre método marxista en Lukács y en el positivismo, como trascendente a la propia teoría es sólo una analogía formal, puesto que en Lukács hay una reivindicación del sujeto y de la historia como campo de la subjetividad.

3 No estamos entendiendo por mediación el planteamiento acerca de la variable interviniente. Mediación desde el punto de vista teórico tendrá que ser entendida como nivel conceptual intermedio entre lo más abstracto y lo más concreto, teóricamente hablando. Estableciéndose entre estos niveles conceptuales una relación lógico-histórica.

4 Para ver los alcances de la discusión marxista sobre el método, en la década de los setenta, véanse los cuatro volúmenes de Ediciones de Cultura Popular, El capital, teoría estructura y método, México, 1974.

5 Véase H. Zemelman, Uso crítico de la teoría, de próxima publicación por El Colegio de México.

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