Mi blog sobre Economía

sábado, 24 de septiembre de 2016

Dar espacio al buen periodismo


La lectura del artículo “Medios públicos y privados: tres preguntas de Julio García Luis” de la colega Rosa Miriam Elizalde, recientemente publicado por Cubaperiodista y reproducido por Granma, me hizo volver una vez más sobre el pensamiento hoy más vigente que nunca de quien fuera decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y un paradigma para sus compañeros de profesión.

Inspirado en la manera en que Rosa Miriam estructuró su trabajo para que fuera la voz de Julio la que hablara, también me remití a la del entrañable profesor, en este caso a la que cautivó al auditorio de una conferencia que impartió en una de las jornadas del IV Encuentro Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, celebrado en la ciudad de Cienfuegos, en 2011.

No obstante, me tomaré la licencia de hacer algún que otro señalamiento a lo expuesto por Julio en aquella ocasión, con el ánimo de contextualizar el tema a cuyo debate nos ha convocado Cubaperiodistas.cu y la organización profesional a la que pertenecemos, la Upec.

A lo primero que quiero hacer referencia es a lo que Rosa Miriam definió como “esa pelea que no es nueva entre los que apuestan por la privatización de los medios y quienes intentan demostrar que nuestra profesión, desde la práctica del socialismo, puede hacer frente a los desafíos que tiene por delante”, y a los puntos de vista de Julio al respecto, que ella deja que se expresen en las propias palabras del fallecido colega.

En Cienfuegos, Julio García Luis apeló a referencias académicas para demostrar cómo operaban ya entonces procesos hegemónicos como los que hoy enfrentamos también en el ámbito de los medios y de qué artilugios, expeditos o solapados, se valían para aislar, y eventualmente eliminar, a las identidades que no fueran domesticables o digeribles para sus proyectos de globalización.

“La diversidad puede ser nutritiva para la globalización, que es esencialmente etnófaga”, decía Julio, apelando a un concepto del sociólogo y etnólogo mexicano Héctor Díaz Polanco.Y continuaba citándolo: “La etnofagia no busca la negación absoluta o el ataque violento a las identidades, sino su disolución gradual mediante la atracción, la seducción y la transformación. Descansa sobre todo en los imanes socioculturales y económicos, dirigidos a atraer, desarticular y disolver los grupos diferentes. Responde a una lógica de integración y absorción. Puede incluir políticas “participativas” y el aliento a una “comunicación alternativa”, controladas por fundaciones y otros medios de los centros de poder”.

Cualquier parecido de estas referencias a lo que Rosa Miriam define en su artículo como recomposición de “los viejos instrumentos propagandísticos de Estados Unidos para el cambio de régimen en la Isla”, no es mera coincidencia.

Estoy convencido de que en un mundo signado por la confabulación de los medios hegemónicos con los grandes centros de poder político, económico y financiero, somos nosotros, la experiencia socialista cubana y todas sus manifestaciones, medios incluidos, lo alternativo y diferente.

Como sostengo también que un Estado o gobierno en representación de toda la sociedad puede cumplir con eficacia su papel como dueño y administrador de medios, si se apoya en una gestión profesional directa de estos, ejercida con plena capacidad y autonomía, un reto que no dejamos de asumir los periodistas cubanos de cara a la sociedad de nuestros días y a sus instituciones.

En este punto, traigo de nuevo a Julio, desde la distancia de cinco años, para que lo avale con sus propias palabras:

“Los medios pudieran generar un discurso que ate a muchos cubanos en un diálogo menos institucional, más genuino y estimulante que el propiciado por otras agencias sistemáticas de socialización como la escuela, las organizaciones, las instituciones culturales y otras. Que mantenga abierto un canal de influencia hacia ellos”.

Y a continuación, acotaba:

¿Se riñe eso con la necesidad simultánea de que la sociedad sostenga en nuestras páginas un diálogo institucional con el Partido, con el Gobierno, con la sociedad organizada? A mi juicio, en absoluto. Pero ese diálogo hay que organizarlo también. No existe, ni puede ser un monólogo. Ambos niveles de encuentro pueden y deben coexistir.

Me detengo en otro punto abordado por Rosa Miriam Elizalde en su trabajo sobre aspectos del pensamiento de Julio García Luis, cuando ella señala que un sistema de medios estatales y privados, anclados fundamentalmente en Estados Unidos se disputa la atención de las audiencias cubanas, “… con muchísimo dinero y violando las leyes y el sentido común, a pesar de sus nulas posibilidades de éxito”.

Para que esas “nulas posibilidades de éxito” sigan siendo nulas, deberíamos atender más a aquella advertencia que Julio García Luis nos hiciera en Cienfuegos, cinco noviembres atrás:

“No nos engañemos: nuestras capacidades de influencia son limitadas y están sometidas a una competencia feroz en la lucha por las audiencias.A veces nuestro propio monopolio nos impide ver la competencia que tenemos en las audiencias. Pero estamos peleando las audiencias todos los días.Y a veces las estamos peleando con armas melladas”

Y que conste, a manera de apreciación personal, que a estas alturas nuestra capacidad de influencia está más retada, el monopolio más resquebrajado y las armas no del todo afiladas para enfrentar tamaño desafío.

Avanzar más en estas consideraciones, me llevaría a sobrepasar, en espacio e intención, el tema al que se me ha invitado a ceñirme. Termino con la promesa de volver en algún momento sobre otras consideraciones expuestas por Julio en aquella conferencia del 2011 en Cienfuegos, porque en definitiva, todo lo que hagamos, debatamos y reflexionemos será para, y termino citándolo: “Darle todo el espacio posible al buen periodismo, que es realmente el único que debiera existir”.

(Tomado de Cubaperiodistas)

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