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sábado, 3 de septiembre de 2016

Dos recetas típicas del oriente cubano podrían mejorar comunidades

La iniciativa tiene lugar en dos Reservas de Biosfera, una en el occidente y la otra en el oriente cubano.

MEDIO AMBIENTE Redacción IPS Cuba 3 septiembre, 2016


Yamilé Rodríguez, integrante del proyecto, recordó que hay miles de matas de coco, sus aceites son muy buenos y el agua muy nutritiva. A su criterio resulta penoso que no se aproveche del todo. Además, de la corteza se pueden confeccionar diversos objetos artesanales incluso con sus vistosas hojas.

Foto: Archivo IPS-Cuba


La Habana, 3 sep.- La tradición del auténtico cucurucho de coco, una receta a base de coco, miel y frutos de estación elaborada por campesinos de las zonas montañosas de Guantánamo, será salvaguardada como parte de un proyecto internacional.

La iniciativa Conservación de la Biodiversidad Agrícola en Reservas de la Biosfera de Cuba: Conectando los Paisajes Naturales y Manejados (Cobarb) opera en la Sierra del Rosario y las Cuchillas del río Toa, en el occidente y oriente respectivamente, para conectar la agricultura y la naturaleza, dijo Yamilé Rodríguez, integrante del proyecto.

Hasta el momento el programa abarca dos de las seis Reservas de Biosfera de Cuba y persigue preservar la diversidad dentro y alrededor de estas áreas protegidas, a través de la incorporación de la biodiversidad agrícola en el manejo territorial.

“Está concebido para conservar la tradición de quienes habitan esos espacios de difícil acceso en las altas montañas, así como mejorar su calidad de vida, familias y comunidades”, abundó.

El asentamiento intrincado de Bahía de Taco, en el municipio de Baracoa, la ciudad primada de Cuba, tiene una población pequeña y escasas fuentes de ingresos.

“El acceso es muy limitado, solo en camiones que llegan si acaso una vez al día”, describió la especialista.

Allí se pretende rescatar una minindustria y registrar una marca del cucurucho de coco, para promocionarlo y comercializarlo en su receta más auténtica.

“El cucurucho es diferente, se hace con miel y coco rallado, mezclado con la fruta de estación, naranja, fruta bomba y mango. Es riquísimo, hoy lo ofertan en los senderos y es una forma de obtener dinero”, apuntó Rodríguez.

“A veces, por falta de infraestructura y logística para su aprovechamiento, el coco se pierde. El proyecto trata de engranar varios factores: el gobierno local, agricultura y empresas comercializadoras, por un bien común”, indicó.

“Hay miles de matas de coco, sus aceites son muy buenos y el agua es muy nutritiva. Resulta penoso que no se aproveche. Además, de la corteza se pueden confeccionar diversos objetos artesanales”, agregó

La idea, indicó Rodríguez, “es que mantengan la tradición y diversidad de sus prácticas agrícolas a partir de mejorar sus posibilidades económicas. Así, no se irán del lugar”.

Para abrirle espacios al proyecto, el equipo sostuvo contactos con todas las instancias del gobierno y dictó conferencias sobre las ventajas para los campesinos y el resto de la población.

“Explicamos que círculos infantiles y escuelas también pueden obtener productos naturales, sin nada de químicos”, reveló.

Y añadió: “los llevamos a las fincas para que se cercioraran y vieran cómo sus naranjas y plátanos estaban en el piso, mientras en el pueblo nos los había, porque por el mal estado de los caminos nadie les recoge la producción”.

A partir del diálogo con el gobierno y a través del movimiento de la agricultura urbana, se acordó la creación de jugueras (cafetería especializada en jugos de frutas) y productos naturales, adonde pueden llevar sus cosechas los campesinos que viven en parajes intrincados del municipio Manuel Tames.

En este territorio se quiere rescatar el coyote, un plato elaborado a base de ñame y plátano. La receta resulta típica en la zona, pero poco conocido en el resto del país.

Desarrollado desde hace dos años por el estatal Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical, Cobarb cuenta con la contribución de Biodiversity y de las organizaciones de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El proyecto tiene tres componentes: agro diversidad en concepto de especies culinarias, las tradiciones de semillas y sobre la preservación de los paisajes, su flora y fauna.

“Se incluye la identificación e intercambio de aves migratorias: aquí hay esto, allá existe esta especie, de modo que podamos conservar nuestro patrimonio natural, pues somos ricos y no lo sabemos”, insistió Rodríguez.

Se unen en estos empeños varias instituciones nacionales.

Por ejemplo, el Instituto de Ecología y Sistemática realiza las investigaciones sobre aves y especies, el de Suelos estudia los tipos y características de sustratos, y con el Ministerio de Turismo se han trazado senderos para desarrollar opciones de naturaleza.

“Los paisajes son maravillosos y queremos darles a las autoridades locales y a los propios pobladores una visión de lo que podría hacerse”, destacó.

En lo adelante, apuntó, debemos insertar a la Ciénaga de Zapata, como tercer objetivo, para una vez consolidados los primeros, proseguir en otros espacios del archipiélago. (2016)

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