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viernes, 16 de septiembre de 2016

Factores decisivos para Clinton y Trump en la recta final

Una valoración de las perspectivas de votación en los 50 estados y el Distrito de Columbia, a partir del registro de las votaciones presidenciales desde las elecciones de 1992; de los promedios de las encuestas más confiables; de las características demográficas, políticas y sociales de la población de los estados y regiones; y de la organización de la campaña electoral por cada uno de los dos candidatos, apunta a una ventaja para la exprimera dama



16 de septiembre de 2016 20:09:55


Hillary Clinton se ve favorecida por una mayor cohesión en las filas demócratas en respaldo a su candidatura, mientras que la dirección del equipo de campaña de Donald Trump ha sido inestable. Foto: AP

Dentro de 50 días habrá concluido el prolongado proceso electoral y sabremos quién será el nuevo presidente de los Estados Uni­dos. Será elegido quien triunfe en un grupo de estados que le permita alcanzar la cifra de, al menos, 270 de los llamados «votos electorales».

Una valoración de las perspectivas de votación en los 50 estados y el Distrito de Co­lumbia, a partir del registro de las votaciones presidenciales desde las elecciones de 1992; de los promedios de las encuestas más confiables; de las características demográficas, políticas y sociales de la población de los estados y regiones; y de la organización de la campaña electoral por cada uno de los dos candidatos, apunta a una ventaja para Hi­lla­ry Clinton, en un final que pudiera ser muy disputado.

Las regiones de la costa oeste, atlántica central y Nueva Inglaterra constituyen el grue­so de la base electoral de Clinton, quien tiene un firme y amplio respaldo en 14 estados que le aportarían 169 votos electorales; en otros seis estados (que suman 69 votos adicionales) hay una fuerte inclinación a su fa­vor. Necesitaría como mínimo otros 32 vo­tos para alcanzar la presidencia.

Para Trump el camino es un poco más escabroso; tiene respaldo sólido en mayor número de estados, dominando prácticamente toda la región al este del río Mississippi hasta las Montañas Rocosas y desde el Golfo de México hasta la frontera con Canadá pero, con excepción de Texas y Tennessee, son estados menos poblados, y en consecuencia con menor número de votos electorales. En 19 estados hay un sólido respaldo a Trump que re­presenta 131 votos electorales.

Hay otros ocho estados con posibilidades fuertes de ser ganados por Trump y le significarían otros 72 votos electorales, para un gran total de 203, por lo que requeriría 67 votos electorales adicionales para ganar la presidencia.

El núcleo del «campo de batalla» para conquistar los votos electorales que abran las puertas de la mansión presidencial lo conforman seis estados que en total representan 97 votos electorales y son los decisivos en la contienda: Florida (29 votos electorales), Pen­n­syl­vania (20), Ohio (18), North Carolina (15), Wisconsin (10) y New Mexico (5). Por el mo­mento, es Hillary Clinton quien tiene mayor apoyo electoral en esos estados o se encuentra, según las encuestas, en un virtual empate en los cuatro primeros, pero la situación se irá precisando con mayor certeza en las próximas semanas tanto por lo que reflejan las encuestas electorales como por las características étnicas y sociales de la población y la afiliación política de los votantes, sobre todo en los casos de Florida, Pennsylvania, Ohio y North Carolina.

Por tanto, estos comentarios no se pueden tomar como la última palabra ni como concluyentes, porque dependen de los criterios que se aplican al analizar la situación y los datos son muy volubles. Por ejemplo, un análisis de la AP (que en general tiene una línea editorial pro-Clinton) del 10 de septiembre, daba a Hillary Clinton como triunfadora en la contienda con 273 votos electorales frente a 191 votos de Trump, con 74 en disputa. Si­guiendo en esa línea de información, un co­mentario de la periodista Julie Pace (AP) del 12 de septiembre expresaba que para Trump ganar, debería conquistar los cuatro estados indefinidos de mayor peso: Florida, Penn­syl­vania, Ohio y North Carolina; esa es una posibilidad remota. La opinión generalizada es que la actual dinámica electoral tiene a Hillary Clinton como la probable ganadora de los comicios.

Como se ha ido revelando durante estos meses, Hillary Clinton se ve favorecida por una mayor cohesión en las filas demócratas en respaldo a su candidatura y una mejor comunicación y coordinación entre su equipo de campaña y el Comité Nacional De­mó­crata. Ha logrado mantener un ritmo de recaudación de fondos más alto y tiene una mejor organización de la campaña electoral con apego a las fórmulas tradicionales, tanto en el nivel estratégico como en el táctico del importante trabajo sobre el terreno para asegurar los votos y cuenta con más combinaciones de estados a ganar para alcanzar los 270 votos electorales necesarios.

En cuanto a Trump, la dirección de su equipo de campaña ha sido inestable; la organización del trabajo electoral en los estados sobre el terreno es débil, desde el punto de vista de los activistas y profesionales políticos y está retrasada; no consigue unir las distintas facciones republicanas mientras que relevantes personalidades republicanas se pronuncian públicamente en contra de la candidatura de Trump y un buen número de ellos anuncian su apoyo a la de Clinton; importantes grupos de apoyo financiero, como el formado por los hermanos Koch, rehúsan contribuir a los cofres electorales de Trump y orientan sus donaciones y las acciones de los PACs y Su­perPacs por ellos controlados hacia los candidatos republicanos de los niveles inferiores. El mayor triunfo que Trump ha podido mostrar es la carta de respaldo a su candidatura firmada el pasado 6 de septiembre por 88 generales y almirantes retirados del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada, pero el efecto de ese apoyo es limitado y no es contrapeso a todos los otros rechazos recibidos.

La otra contienda que atrae la mayor atención es la elección de senadores al Congreso Federal. Están en juego, como sucede cada dos años, la tercera parte de los senadores (en este caso, 34 de los 100 escaños), de los cuales 24 están ocupados por republicanos, lo cual ofrece una buena oportunidad para que los demócratas intenten arrebatarle a los republicanos la mayoría que ostentan en esa cámara legislativa y para lograrlo necesitan derrotar a cinco de los republicanos que aspiran a la reelección y no perder ninguno de los escaños demócratas (bastaría con cuatro si Clinton fuera electa presidenta, porque en ese caso el vicepresidente Kaine asumiría la presidencia del Senado y su voto serviría para romper cualquier empate).

La atención está centrada en las elecciones de los senadores en Illinois, Indiana, New Hampshire, Pennsylvania y Wisconsin, estados en los cuales los candidatos demócratas tienen posibilidades de derrotar a los titulares republicanos.

El único escaño demócrata vulnerable es el que ocupa actualmente el líder de la bancada senatorial demócrata, Harry Reid, quien decidió no aspirar a la reelección y ha sido reemplazado en la boleta por la exfiscal general del estado, Catherine Cortez Masto. También se centra la atención en la aspiración de última hora del republicano Marco Rubio a su reelección por Florida. Los pronósticos apuntan a la posibilidad de que los demócratas alcancen la mayoría del Senado con uno o dos escaños de ventaja.

Hay dos otros factores que tendrán in­fluencia en la contienda durante las próximas semanas. La primera es de carácter mediático: los tres debates presidenciales, el primero de los cuales tendrá lugar el lunes 26 de septiembre en Wright University en Dayton, Ohio; los otros dos serán el 9 de octubre en Washington University en Saint Louis, Mis­souri y el 19 de octubre en University of Las Vegas-Nevada. Habrá también un debate vicepresidencial el 4 de octubre en Longwood University en Farmville University. Todos tendrán lugar en horario nocturno, de 9:00 a 10:30, horario del este. Estos serán los eventos que mayor atención mediática recibirán en el resto del periodo electoral.

El otro factor de importancia no es de ca­rácter mediático, pero tiene un efecto de mu­cho peso en los resultados electorales. Se trata de las votaciones anticipadas que están autorizadas en unos 35 estados más el Dis­trito de Columbia y que comenzarán por Min­nesota y South Dakota el 23 de septiembre. Se estima que hasta el 40 % de los votantes empleen esta modalidad. Ello representa una sustancial ventaja para Hillary Clinton porque su equipo de campaña, mejor organizado y preparado que el de Trump, está trabajando con fuerza para movilizar a estos vo­tantes. Ello le permitirá contar de manera adelantada con una valoración de la situación de la votación a su favor en algunos estados y po­der concentrar los esfuerzos y recursos en los estados más disputados del «campo de batalla», como son los casos de Florida, North Ca­rolina, Ohio y Pennsylvania.

Las votaciones anticipadas (que también incluyen los votos por correo o por personas que estarían ausentes de sus domicilios) es­tán estrechamente vinculadas a la intensa ba­talla que se libra en los tribunales con relación a las medidas legislativas o ejecutivas propias de cada estado que regulan los requisitos para ejercer el voto. Por lo general, el Partido Demócrata defiende la eliminación de medidas restrictivas (por ejemplo, la exigencia de un documento de identificación con fotografía) argumentando que limitan el derecho al voto de un alto número de ciudadanos negros y latinos de bajos ingresos, mientras que el Partido Republicano defiende estas exigencias alegando que tienen el propósito de im­pedir el fraude electoral.

En las próximas semanas pueden surgir acontecimientos o situaciones inesperadas que pudieran dar un vuelco a la situación elec­toral, tal como sucedió el pasado 11 de sep­tiembre cuando Hillary Clinton debió abandonar un acto en memoria de los caídos en los ataques terroristas al World Trade Center en Nueva York, pero ningún hecho de este tipo puede reemplazar a una valoración objetiva sobre cuál ha sido el desarrollo y cuál será el resultado final de la campaña.

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