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lunes, 12 de septiembre de 2016

Silvio Rodríguez: Tengo ganas de seguir yendo a los barrios

Entrevistó: Mónica Rivero, para On Cuba

El 9 de septiembre de 2010 Silvio Rodríguez cantó en el barrio La Corbata, al oeste de La Habana y muy cerca de sus confines. Era el primero de 75 conciertos itinerantes que han recorrido calles, trillos, asentamientos recónditos, espacios casi siempre invisibles. A Silvio lo convidó un policía, motivado porque, según pensó, la gente estaba necesitando “algún estímulo”. Se le ocurrió que podría ser Silvio quien acudiera: un año antes lo había visto cantando para los presos de Guamajal Hombres, una cárcel de Villa Clara.

Silvio estuvo dispuesto. “Cuando hice ese concierto me di cuenta de que había encontrado otro buen camino para andar”, contó después. Así que a aquella presentación siguió otra y luego dos más…

Había nacido una gira que Silvio ha previsto “interminable” y que esta noche tendrá otra parada en Villa 2, Guanabacoa.

Seis años ha. Su canto se dispersó, mirando de frente a comunidades sin agua o sin techo o sin calle, con alcohol o aburrimiento, en ruinas y en adaptación, con más o menos o ninguna esperanza.

¿Qué ha cambiado en el Silvio que cantó en La Corbata hace seis años? ¿Qué emociones siguen provocando los barrios, cuáles sensaciones nuevas o ya acostumbradas?

Después de los 60, un lustro puede significar un poquito más que en otras etapas de la vida, pero aún así no creo que yo haya cambiado mucho. Y por más que se haya vuelto costumbre hacer conciertos en los barrios, hacerlos me sigue motivando.

La gira por los barrios comenzó atendiendo a un contexto económico en transformación. Al cabo de seis años, ¿ese tránsito continúa siendo tal? ¿Se ha movido de lugar el motivo de la gira?

Cuando se anunció que el Estado no podía seguir dándole empleo a millón y medio de cubanos, hubo incertidumbre. Pero Cuba se ha ido acostumbrando a esa realidad, hemos ido aprendiendo a sobrevivir y a vivir en esta suerte de transformación que estamos viviendo. Hay sectores que continúan deprimidos, en la pelea por el sustento diario, y también hay sectores, mínimos en cantidad pero visibles, en los que hay una suerte de florecimiento. Para la mayoría, a los que la que la vida les sigue resultando difícil, el contenido inicial de la gira está intacto.

Pero desde el principio la gira por los barrios tuvo también otra razón de ser, que no se anunció pero que estaba ahí; se trata de una razón un tanto filosófica. Y es que apostar por los barrios, por la gente más humilde, es una manera de no renunciar a una forma de ser y de actuar; o sea, la opción de los barrios también es una forma de continuar un compromiso humano, por más que las posibilidades económicas y los vientos históricos soplen hacia otro lado.

¿Qué sientes al entrar a la casa del vecino que te recibe antes y después de cada presentación? ¿Por qué una casa del barrio?

Usar una casa de cada barrio como camerino ha sido una necesidad. Y es que siempre llegamos un rato antes del concierto y necesitamos un lugar donde afinar y ordenar lo que vamos a hacer tranquilamente.

Nunca nos planteamos esta gira como arte de barricada, aunque tenga ingredientes de la barricada. Nunca nos planteamos “hacer una actividad” para los vecinos, sino hacer un verdadero concierto en cada barrio. Y un concierto requiere rigor, cierta preparación, ciertos niveles que nosotros conseguimos gracias a muchos detalles técnicos y especializaciones de todo el personal que participa.

Hace dos años los Estudios Ojalá produjeron Canción de barrio, un documental de Alejandro Ramírez sobre la Gira, que tuvo muy pocas proyecciones en cines habaneros en 2014. Hasta hoy no se ha transmitido en la televisión nacional. ¿Por qué piensas que no?

Porque aunque el documental ha tenido muchos admiradores, también ha despertado incertidumbres. Por ejemplo, un compañero de toda la vida, un buen amigo que siempre estuvo por decirlo todo, y bien, me dijo que le preocupaba que el documental dejara un sabor tan triste.

Tú fuiste una de las autoras de ese documental. Recuerdo que cuando me mostraron un primer corte (que estaba casi como quedó al final), yo les dije que no dejáramos de mostrar la realidad, que fuéramos críticos y que a la vez tratáramos de ser justos. Lo primero que tuve claro cuando les hablaba (y esto me pasa siempre que hablo con jóvenes) fue mi propia historia; porque yo he escrito canciones que después no se han pasado por los medios, y si se pasaron fue luego de que hicieran una versión, como fue el caso de aquel clip sobre la defensa que hicieron con “Sueño de una noche de verano”.

A la hora de valorar un material tan testimonial como Canción de barrio, es inevitable que la conciencia y el corazón dialoguen. Yo comprendo que hemos tenido tanto control de la prensa y de lo que se dice, que opuestamente puede pasar que al tener la oportunidad de proyectarnos lo soltemos todo, sin contención alguna.

En sexo algo así es imperdonable, pero en arte puede ser valorado de otra forma.

Si bien esta gira se inserta en una tradición artística que ha acompañado toda tu carrera, podría decirse que ningún precedente fue tan sistemático como este, ni tan abarcador en el espacio. ¿Te representas una Cuba antes y después de los barrios? ¿Cómo ha cambiado tu visión de esa realidad cotidiana?

Años antes de empezar los conciertos en los barrios, sabía perfectamente que en muchos lugares de Cuba se vivía con precariedad. Por citarte solo una razón práctica: los Estudios Ojalá quedan al lado de Romerillo, donde también hemos hecho concierto. Llevar seis años visitando barrios de los que los amantes del folklore llaman “la Cuba profunda”, es algo también cuantitativo, como cualquier experiencia repetida.

Pero no estamos matando el aburrimiento, lo hacemos porque pensamos que es necesario. Los primeros dos o tres años solo lo divulgábamos en los lugares a donde íbamos.

Pero nos pasó que a veces no se enteraban ni los vecinos de la calle contigua, y volvimos a aprender que la modestia puede ser un defecto. Eso nos trajo una divulgación algo más amplia y con ella la participación de públicos que no son de los barrios. Ahora sucede que nos visitan personalidades y que los conciertos se han convertido en algo casi emblemático. Es algo que no podíamos imaginar. Confieso que me gustaba más el anonimato de los primeros años, pero aun así tengo ganas de seguir yendo a los barrios.

Desde el anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos se ha difundido, con más o menos argumentos, cierta idea de que asistimos a la despedida de nuestro país tal como lo hemos conocido hasta ahora; que nos encontramos abocados al cambio más drástico, por razones geopolíticas y una transición generacional. ¿Cómo experimentas este momento?

Esa propaganda responde a ilusiones de los que nos ven solo a través de nuestras relaciones con Estados Unidos. Relaciones que, por supuesto, estoy a favor de que ocurran, siempre que sean con respeto. Los que vivimos en Cuba sabemos que desde hace mucho aquí hay conciencia de lo que ha caducado. Mucho antes de las conversaciones comprendimos que los socialismos que quedan en el mundo han tenido que acudir a fórmulas capitalistas. Eso es un problema de las concepciones con las que se ha llevado a cabo el socialismo.

Personalmente yo no estoy convencido de que el socialismo sea imposible. De lo que no tengo dudas es de que era imposible como lo estábamos haciendo. Yo creo que no hay que renunciar a tener una sociedad cada vez más justa, como lo ha sido la nuestra en tan difíciles condiciones. No me importa mucho el nombre que le pongan a la organización social que respete la vida y la naturaleza, donde todos tengan verdaderas oportunidades.

¿Qué salvaría a toda costa Silvio Rodríguez: qué relato nuestro, qué discurso, qué canción?

Son muchas las cosas que vale la pena salvar, que acaso pudieran resumirse en el sentido de la dignidad humana que con muchos sacrificios hemos conquistado.

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