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lunes, 7 de agosto de 2017

Una nueva amenaza

Saturday, 05/08/2017 12:03 PM
Por Raquel Sierra en la sección

La presencia de los contenedores plásticos de color azul ha crecido por las esquinas de la ciudad. Aunque llegaron para sustituir a los muchos tanques rotos que ya no cumplían su función. Sucede que parecen nuevos, pero en realidad no pocos deben estar viejos y cansados o, de golpe, se contagiaron con alguna enfemedad que produce decaimiento. Qué otra explicación tendría el hecho de estar acostados en las esquinas, con toda la basura esperando a su alrededor. 

Algunos aluden que, en el caso de los azules, el peso de las tapas supera el del contenedor, lo que provoca se viren durante la manipulación. La otra razón, indica una tercera corriente, podría ser la proliferación de “buscadores de tesoros”, los conocidos buzos quienes los estarían volcando para facilitar su labor, sin tomarse el trabajo de volver a ponerlos en su lugar. 

Cuando el contenedor está volteado y lleno, y no es un caso hipotético, el camión de la basura le deja la tarea al de los escombros, y en ese juego del gato y el ratón la suciedad, la pestilencia y los vectores crecen al paso de los días.

Además del deprimente panorama, esta nueva amenaza multiplica los escombros en la calle, hace que se tupan las alcantarillas e impidan la circulación natural del agua de lluvia.

IMPUNIDAD

Como la basura, el tema apesta. A su alrededor se mueven muchos fenómenos. Hace unos días una vecina del municipio de Plaza de la revolución requirió al chofer de un Lada –no residente en las proximidades-, por venir a deshacerse en la esquina de sacos cargados de escombros. Ante el reclamo y la advertencia de ll-mar a la patrulla, el infractor ni se volvió, sencillamente terminó la operación, dio media vuelta y se escabulló. 

Todos hablan de lo limpia que, a diferencia de La Habana, están el resto de las ciudades de Cuba, pero casi nadie piensa en su contribución a la falta de higiene, desde la pequeña escala: una lata o papel tirados al viento, hasta la de vertir los desechos de un puesto de viandas en una esquina.

“He visto mucha gente botar sacos de escombros, rebuscar en la basura o dejar allí restos de matas de naranja agria, pero nunca me he tropezado con un inspector multando a alguien por nada de eso”, reclama una contadora del municipio del Cerro.

“No hay conocimiento de las regulaciones sobre la higiene, es hora de que las personas las conozcan y se actúe sobre esto. Hemos tenido suerte que no se hayan desatado epidemias”, considera Arnaldo, trabajador por cuenta propia.

Unas pegatinas de alerta en los contenedores con los puntos esenciales de las regulaciones relacionadas podría ser un paso: horarios para sacar la basura, infracciones y multas. Luego, un control, pero no algo de dos días, sino sostenido en el tiempo. Todo eso, por supuesto, lleva detrás un presupuesto, cuentas a lápiz de cada recurso y su utilización. Nos acercamos al aniversario 500 de la villa, es tiempo de ponernos en ello.

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