Por Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Justo Arosemena nos dejó tres interrogantes que deben ser resueltas por los panameños en el siglo XXI. En primer lugar, la cuestión de la nación. En segundo lugar, la cuestión social. ¿Somos un país productivo o un país de tránsito? La tercera pregunta, la cuestión geo-política. ¿Puede América Nuestra unirse para constituir un ente capaz de enfrentar los retos de un sistema mundo capitalista en expansión?
Justo Arosemena (1818-1895) nació en una época de turbulenia a escala mundial, especialmente, en la América hispana. Las guerras de independencia (1808-1824) y la construcción de las nuevas repúblicas absorbieron sus inquietudes intelectuales de joven. Sus propuestas liberales (libre comercio, industrialización y descentralización) – a mediados del siglo XIX - se enfrentaron a los intereses conservadores. Estos anhelaban, por lo contrario, reconstruir las estructuras sociales y económicas remanentes de la colonia.
En 1846 Arosemena analizó el interés de Gran Bretaña, Francia y EEUU en la empresa de la ruta interoceánica. Afirmó en esa temprana fecha que la nación del Norte era a la que más le convenía una fácil comunicación por el Istmo. Su entusiasmo por la reactivación de la actividad transitista del Istmo de Panamá, no lo hizo perder de vista el peligro que significaba para el país la actitud prepotente de la creciente presencia de EEUU en el istmo. El 17 de noviembre de 1850, manifestó que “las producciones de la prensa extranjera en Panamá toman cada día un tono y una dirección más alarmante... Llegan en sus groseros y desmedidos ataques al punto de entristecer profundamente a todo ciudadano patriota, que tenga en algo la dignidad de su país”.
A pesar del compromiso de Arosemena con “Colombia”, el historiador panameño, Ricaurte Soler, llega a una conclusión temeraria: “Los escritos de Arosemena constituyen la más lograda teorización, desde perspectivas democrático liberales, sobre los fundamentos históricos, geográficos y políticos que acreditan la existencia de la comunidad nacional panameña”.
En efecto Soler ‘nacionaliza’ a Justo Arosemena. Lo convierte en un nacionalista panameño, “padre de la nacionalidad”. Pero hasta el día de hoy las clases dominantes no lo consideran un héroe. No pueden porque en el siglo XIX Arosemena preveía la necesidad de definir una política clara y precisa a favor del país en lo relativo a la explotación de la posición geográfica. Ceder el Istmo a potencias extranjeras, según Arosemena, traería como consecuencia la pérdida de toda posibilidad de desarrollo. Este pensamiento se aplica a 1903 y aún en el siglo XXI. No podemos ceder la posición geográfica a terceros para que lo desarrollen en beneficio propio. El país exige una política que garantice el desarrollo nacional.
Arosemena también era consciente de que las ventajas de la posición geográfica no podían reemplazar la producción agrícola y manufacturera. No lo colocaba en una posición contraria a la consolidación de la unión nueva granadina. Sí lo convertía en el primer pensador panameño que identificaba las proyecciones del istmo de Panamá. En ese sentido, Soler recoge muy bien la propuesta federal de Arosemena.
Queda abierta la pregunta si el pensamiento de Arosemena conducía hacia la creación de una entidad republicana independiente de Colombia, tal como lo afirma la historiografía liberal y las obras de Ricaurte Soler. Una profundización en torno a esta cuestión nos obliga a examinar con mucho más cuidado la historia del Istmo del siglo XIX. Las investigaciones de Arosemena nos abrirían los horizontes necesarios para explorar esta cuestión. Asimismo, dilucidar con mayor precisión las decisiones tomadas por liberales y conservadores a principios del siglo XX que dieron a luz una nueva República.
Aún más importante, nos permite acercarnos a las respuestas a las tres preguntas de Justo Arosemena. En primer lugar, la cuestión de la nación. ¿Heredamos una nación en 1903 o construimos una nación a lo largo de un tortuoso y largo siglo XX? En segundo lugar, la cuestión social. ¿Somos un país productivo o un país de tránsito? Vivimos de nuestra producción o de las rentas de la posición geográfica. No podemos ser uno o el otro. Tenemos que ser productivos y saber administrar la faja angosta de tierra que separa los océanos más grandes de la tierra. La tercera pregunta, la cuestión geo-política. ¿Puede América Nuestra unirse para constituir un ente capaz de enfrentar los retos de un mundo capitalista en expansión? Pruebas hay al canto. Pero nosotros mismos saboteamos la visión de Justo Arosemena.
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