Mi blog sobre Economía

jueves, 1 de marzo de 2018

¿Se visibiliza la corrupción de cuello blanco en la prensa cubana?




La denuncia de la corrupción en las direcciones de las empresas estatales, aparecida en los medios de prensa cubanos es un buen síntoma, a pesar de que la inmediatez sigue sin estar presente dado que la “noticia” se refiere a casos ocurridos años atrás.

Puede que estén cambiando las cosas. No hace tanto tiempo por exigir que se hicieran públicos los hechos de corrupción en la aviación civil y se revelen los nombres de los corruptos, al profesor Esteban Morales le retiraron el carnet del Partido Comunista.

Más tarde, tras varias apelaciones e intervenciones humanas y divinas, le devolvieron la militancia pero dejó de ser un “compañero confiable” para algunos medios nacionales. Es una lástima porque es una eminencia en temas como las relaciones entre Cuba-EEUU.

La prensa tiene un papel que jugar en la batalla contra corrupción. Publicar lo que les ocurre a los delincuentes de “cuello blanco” cuando son detectados tiene un efecto preventivo, genera temor en quienes sienten la tentación de enriquecerse por esa vía.


La tentación de caer en la corrupción es enorme cuando se dirigen empresas que mueven cientos de millones de dólares al año es enorme.

Sin embargo, convertir en noticia lo sucedido años atrás parece un trabajo más ligado a los historiadores que a los periodistas. Lo peor es que la distancia –geográfica o temporal- siempre reduce el efecto preventivo del castigo por el crimen.

Hacer pública la información brindada por las autoridades sobre casos de corrupción es un deber de la prensa pero no es el único. Los periodistas somos mucho más que poleas de transmisión de las instituciones, también debemos investigar y denunciar “por cuenta propia”.

Muy pocas veces las autoridades de gobierno se han enterado de un caso de corrupción “de alto vuelo” leyendo, viendo u oyendo la prensa nacional y, cuando ocurre la excepción, la historia termina con un periodista sancionado o con un blog cerrado.

En la página la Chiringa, Carlos Alberto denunció que los buenos resultados en las pruebas de ingreso a la universidad se debieron a la venta de los exámenes. Ocho profesores terminaron presos pero el blog denunciante fue acorralado hasta su casi desaparición.

No son pocos los casos de colegas castigados por decir la verdad sin permiso, sin entender que para un periodista el “lugar apropiado” para realizar una denuncia es su medio de prensa y que el “momento adecuado” siempre será “ahora mismo”.


Los funcionarios venales no solo roban también “salpican” a los demás, extendiendo el virus de la corrupción a todo el cuerpo social.

La nación es un barco que hacemos funcionar entre todos. El papel de los periodistas es el de los vigías que alertan sobre un bloque de hielo en el mar, los científicos son quienes determinan los riesgos que representa y los políticos el rumbo que debemos tomar.

No es nuestro papel dar soluciones a las problemáticas porque los periodistas sabemos un poco de todo pero no manejamos a fondo casi ningún tema. Sin embargo, generalmente somos buenos observadores, lo cual nos permite alertar a la sociedad sobre los peligros que la acechan.

Si se quiere realmente combatir la corrupción, la prensa debe jugar un papel cardinal. Cualquier especialista en el tema puede confirmar que el primer paso en esa lucha es la transparencia porque las sombras y el secretismo son terreno abonado para corruptos.

Cuando los directivos de la heladería Coppelia le negaron el permiso para hacer un reportaje a los colegas de Juventud Rebelde, no estaban protegiendo secretos del Estado, estaban escondiendo la corrupción, la venta de tinas de helado al mercado negro.

La obligación de los periodistas no es caer bien a los factores de poder sino vigilarlos. No es pedir permiso a los que mandan sino aparecer donde no se lo esperan y hacerles las preguntas incómodas, que casi siempre son las que más interesan. No es repetir como papagayos las directrices de los políticos sino dar voz a toda la sociedad.

El colega Pepe Alejandro -defensor de los consumidores cubanos- cree que ya es hora de que el periodismo defina “si va a ser un reproductor, un instrumental de la propaganda o un contrapeso, revolucionario, pero contrapeso al fin y al cabo de todo lo que se haga mal”.

El periodista habla de las “redacciones del bostezo”, lo cual explicaría por qué se produce una prensa tan aburrida. La tragedia comunicacional cubana sigue enmarcada en la contradicción de tener excelentes periodistas y obligarlos a hacer un pésimo periodismo.




¿Te gusta este artículo? Ayúdanos a mantener Cartas desde Cuba y seguir llevándote estos contenidos. Conocer más en: https://www.kukumiku.com/proyectos/cartas-desde-cuba/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar