Mi blog sobre Economía

domingo, 27 de enero de 2019

La legitimidad de un presidente ilegítimo



¿Cómo gobernar un país de 30 millones con 97 mil votos de preferencia?

El señor Juan Gerardo Guaidó Márquez se presentó como candidato a diputado a la Asamblea Nacional por la circunscripción uno del Estado Vargas del 6 de diciembre de 2015. En dichas elecciones, el señor Guaidó alcanzó el 26,01% de los votos, es decir, 97 492 venezolanos lo prefirieron. En esa misma circunscripción y elección, Milagros Eulate, perteneciente a la coalición de partidos políticos de Guaidó, fue votada por 98 530 venezolanos y le valió su asiento de diputada con el 26,29%. Es decir, Guadió recibió 1 mil 38 votos menos que su compañera de campaña política en el Estado de Vargas.

Dos años y medio más martes, Nicolás Maduro Moros recibió 6 millones 245 mil 862 votos de venezolanos. Sin embargo, Juan Gerardo Guaidó Márquez, un treintañero conocido en su barrio y por otras 97 mil personas que lo prefirieron, se autoproclama presidente.

Sí, estimado lector, poco menos de 100 mil venezolanos de los 31 millones que habitan ese país, votaron por él. Sin embargo, mágicamente, Juan Gerardo se autoproclama presidente porque considera que tiene más legitimidad que el Presidente Nicolás Maduro Moros. El Presidente Maduro obtuvo 60 veces más votos, no 100 mil, no 200 mil, pero casi 6 millones de votos más que el nuevo títere de los EEUU.

Algunos dirán que es la magia de la democracia…bueno, ya deberíamos estar acostumbrados a esta maravillosa selección de presidentes que lo son, sin obtener la mayoría del voto popular. No debemos olvidar que Al Gore Jr. recibió más de 500 mil votos por encima de George Walker Bush, pero no fue Gore el Presidente, ni lo fue Hillary Clinton que ganó 2,8 millones de votos más que el señor Donald Trump.

El autoproclamado y golpista Juan Guaidó es un diputado prácticamente desconocido, cuyo partido no participó en las elecciones presidenciales de mayo de 2018 por su propia decisión y cuyos dirigentes han estado vinculados con la organización y financiamiento de acciones violentas contra el gobierno y pueblo venezolanos.

Autoproclamarse presidente de un país, en franca violación de su propia Carta Magna sería risible si no fuera por la seriedad de sus implicaciones golpistas.

Según la Constitución de Venezuela, la Asamblea Nacional adoptaría el rol del ejecutivo siempre y cuando el presidente a sustituir no haya tomado posesión de su cargo. No es el caso: Nicolás Maduro tomó posesión de su segundo mandato presidencial el pasado 10 de enero de 2019.

No es sostenible tampoco desconocer las elecciones de mayo de 2018. Quienes de manera libre, aunque influenciados por algunas organizaciones políticas no democráticas que llamaron a la abstención, decidieron no asistir a votar, estaban en su pleno derecho. Esto en lo absoluto ilegitima el proceso electoral, más aún cuando eso implicaría desconocer e irrespetar a los más de nueve millones que sí decidieron votar y ejercieron democráticamente su derecho al sufragio.

Aún peor es que Estados Unidos, junto a un grupo de países latinoamericanos y la desprestigiada Organización de Estados Americanos, reconozcan el golpe anticonstitucional.

Aquellos que se autoproclaman como abanderados de la defensa de la democracia en la región, rasgan hoy vestiduras a favor de un golpista. Golpista que representa a los promotores de las llamadas “guarimbas” que han cobrado la vida de cientos de venezolanos.

¿Cómo defenderán en el futuro la democracia después de reconocer a un supuesto “Presidente” por el que nadie en Venezuela votó? ¿Dónde queda su legitimidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar